"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Si no puedes volar, corres; si no puedes correr, andas; y si no puedes andar, gateas.
Cualquier entrenador plantea su modelo de juego en función de los futbolistas con los que cuenta, el estado y condiciones en que se hallan, la idea de juego que es tradición en el club y las circunstancias competitivas que afronta y los rivales que enfrenta. No hay dos momentos iguales y, por lo tanto, ni siquiera un mismo entrenador vive dos momentos idénticos de juego. El fútbol es un proceso de adaptación constante, con lo que el modelo de juego ideal de un entrenador jamás puede alcanzarse, entre otras causas porque él mismo -si es inteligente- intentará evolucionarlo.
Hoy, el juego de posición del Barça es más bien un recuerdo que se practica a diario en las categorías inferiores del club, pero no en el primer equipo. Por una suma de circunstancias y razones conocidas. La edad de algunos jugadores, su estado de forma y ambición, el perfil de los fichajes, el reducido trabajo desarrollado en las dos últimas temporadas o la menor obsesión por los detalles son algunas de estas razones. Entre ellas no figura, por cierto, que se trate de un modelo de juego “previsible”. Esta no sería una razón, sino una excusa ante la pereza de los años previos a la llegada de Luis Enrique.
La evidencia es que el Barça no puede practicar hoy el juego de posición como lo hizo en su mejor época. Y ante ello, el entrenador tiene dos posibles decisiones: puede intentar volver a practicarlo de manera excelente (la única manera en que es efectivo) o puede renunciar a ello momentáneamente y refugiarse en otro modelo que le otorgue eficacia. Lo razonable sería elegir la versión que a él le parezca más realista y posible, incluso si ello exige acudir a sistemas de juego poco habituales en Can Barça. Luis Enrique sabe perfectamente que si no puede volar deberá correr. O caminar. O gatear. Si no puede practicar el juego de posición deberá jugar a lo que él crea oportuno. Sin miedo.
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