Para los aficionados mexicanos al fútbol, la ubicación geográfica de la antigua Nueva España es una maldición que ha limitado el desarrollo y proyección del balompié azteca, que tanto a nivel de clubes como en selecciones nacionales siempre ha mantenido una diferencia abismal con la mayoría de sus vecinos (pese a algunas malas rachas que han dejado dolorosas lecciones), como lo son las islas caribeñas del norte del continente. Dicha ubicación en el hemisferio irremediablemente encadena a México a participar en la CONCACAF, añorando una mudanza urgente a la CONMEBOL.
“Acá nos tocó vivir”, pareciera ser el sollozo de resignación que el fútbol mexicano tiene que aceptar cada vez que alguno de sus equipos participa en la Copa de Oro y en la Concachampions, que tienen un nivel muy pobre, lejos de la élite de la Copa Libertadores en torneo de clubes y la Copa América.
En ambos casos, México puede participar como invitado permanente (Copa América 1993 y Copa Libertadores 1998), pero sin tener el derecho a representar a la CONMEBOL en la Copa Confederaciones y en el Mundial de Clubes en caso de ganar alguno de los torneos sudamericanos antes mencionados.
Muchas han sido las voces de periodistas y aficionados mexicanos que le han exigido a la Federación Mexicana de Fútbol (FEMEXFUT) que renuncie a la CONCACAF y pida su ingreso a la CONMEBOL como miembro formal, con todos los beneficios y la nueva complejidad que implicaría tener que competir con las selecciones sudamericanas para asistir a cualquier torneo internacional, llámese Mundiales, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, etc.
Desde la Copa América de Ecuador en 1993, en la que México participa en los torneos sudamericanos, se ha dado a respetar y de a poco ha logrado demostrar el nivel que se tiene, pese a que muchas veces se ha tenido que pagar el famoso derecho de piso con arbitrajes tendenciosos o que han generado polémica en momentos determinantes en la aventura de México en tierras sudamericanas, que con todo y esos tragos amargos (que por ahora no recapitularemos) el fútbol mexicano tiene un balance positivo y cada vez se logran mejores cosas.
De ser así y cumplirse este añejo anhelo del balompié mexicano, sin duda tendría repercusiones importantes que serían beneficiosas a corto y mediano plazo para todos los involucrados, llámase federativos, medios de comunicación, esponsors y todo lo que está vinculado al futbol organizado y que hacen que la pelota siga girando, desde el punto de vista comercial y deportivo.
Uno de esos beneficios deportivos sería la posibilidad de organizar la Copa América, evento que se le viene negando de forma sistemática a México, pese a las promesas de la CONMEBOL de estudiar dicha solicitud. Dicha negación no se entiende, pues la propuesta mexicana sin duda alguna cuenta con la infraestructura necesaria, modernidad de estadios y gran experiencia en la organización de eventos similares, que asegurarían un éxito económico y deportivo, pero la calidad de invitado aparentemente pesa más.
México necesita mejorar su nivel de competencia para lograr grandes cosas en el panorama internacional. El bicampeonato en el Mundial Sub-17 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 son una muestra de que cuando hay una buena organización, paciencia y una buena competencia interna y externa los triunfos llegan y la mentalidad del ya merito de a poco es desterrada en los encabezados de las notas que hablan sobre las actuaciones de los equipos mexicanos en competencias internacionales.
Como ejemplo contundente de que México no tiene una competencia real a nivel de clubes en la zona de Centroamérica, desde que la CONCACAF Liga Campeones (Concachampions) nació con el nombre de Copa de Campeones de la CONCACAF en 1962, siendo su primer campeón el Club Deportivo Guadalajara de México, los conjuntos mexicanos suman 28 títulos y 14 subcampeonatos, muy lejos de Costa Rica, su más cercano perseguidor con 6 campeonatos y 8 subcampeonatos.
Ante este panorama, resulta inevitable un replanteamiento urgente sobre lo que le conviene al fútbol mexicano para dar ese pasito fundamental para seguir creciendo, sacrificando la relativa comodidad para ganar el torneo de clubes de la zona y la clasificación rutinaria con la que las selecciones de México califican normalmente a los diferentes Mundiales con límites de edad, Juegos Olímpicos, Panamericanos y el Mundial de mayores.
La anunciada realización de la Copa América en Estados Unidos en el 2016, edición especial que se realizará por primera vez en un país no sudamericano, para conmemorar los 100 años de la CONMEBOL, podría ser el parte aguas que abra la posibilidad de México a organizar dicho evento continental, ante la cerrazón de los directivos sudamericanos de dicha posibilidad.
En el 2006, Australia, el asociado más importante de la OFC (Confederación de Fútbol de Oceanía), tuvo el coraje para abandonar Oceanía para unirse a la Confederación Asiática de Fútbol, como una forma de entrar en una confederación más competitiva que la débil organización oceánica y mejorar su nivel. El precedente histórico ya existe: ¿México será el siguiente en seguir su ejemplo y afrontar el reto?
* Adal Díaz Meraz.
– Fotos: AFP – Mexsport
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