Baloncesto / Euroliga / ACB
Siempre puede sacarse algo bueno de cualquier suceso malo, esa es la teoría del ying y el yang. Esto puede aplicarse a todas las facetas de la vida, incluido el mundo del deporte. Hoy, los aficionados del Real Madrid de baloncesto son los que deben aplicar esta filosofía de vida tras caer en la final de la Euroliga, un lugar que el equipo no alcanzaba desde hacía dieciocho años.
El motivo para sonreír tiene nombre, apellidos e incluso mote: Sergio Rodríguez, el Chacho. Él se echó el equipo a la espalda durante los últimos minutos frente al Olympiacos, cuando los suyos atravesaban su peor momento de juego, tras ser el artífice del triunfo ante el F. C. Barcelona Regal, con el que los blancos volvían a la final del máximo torneo continental por primera vez desde 1995. Esta muestra de coraje era impensable hace un año, cuando el tinerfeño tenía todas las papeletas para salir del club y sonaba con fuerza la opción del Bilbao Basket.
El Chacho se encontraba entonces en su segunda temporada en el Real Madrid, tras un paso aciago por la NBA en el que diversos factores –entrenadores muy rígidos e inconsistencia defensiva y en el lanzamiento exterior, principalmente– le impidieron triunfar.
Tras partir a la aventura americana en 2006, cuando tenía 20 años, la vuelta a su tierra tampoco estaba resultando placentera. La defensa seguía sin ser su seña de identidad y en ataque estaba lejos del nivel mostrado en el Estudiantes. Se mostraba inseguro y eso se traducía en malas decisiones a la hora de mover el balón y en un lanzamiento poco fiable.
Con la llegada de Pablo Laso al banquillo se esperaba el cambio radical del tinerfeño, con su exhibición en las semifinales del Mundial de Japón aún presente en el recuerdo de muchos aficionados al deporte de la canasta. Dicho cambio se hizo esperar, surgieron los mencionados rumores y, alcanzados los playoffs de la Liga Endesa, el final de la temporada, llegó el punto de inflexión.
En el momento en el que aparecen los grandes jugadores, Sergio Rodríguez se reivindicó transformando 19 de sus 33 intentos desde la línea de tres durante los 12 partidos de la lucha por el título. Una barbaridad si se compara con los 19 lanzamientos anotados en 63 lanzamientos desde esa distancia durante la liga regular. En los playoffs, el Chacho lanzó el mensaje de aquí estoy yo erigiéndose en el cuarto anotador del equipo con el mejor porcentaje en tiro de tres, además de ser el máximo asistente y el que más balones robó.
A pesar de que el Real Madrid cayó en la batalla final contra el Barcelona, el director de juego se ganó la continuidad en el equipo y, durante la presente temporada, está dando la razón a los que apostaron por él. El acierto exterior continúa, la confianza en él mismo también y forma, junto a Sergio Llull, la mejor pareja de bases de la Liga Endesa y una de las mejores de Europa. Cuando uno releva al otro lo hace con plenas garantías de mantener el nivel; cuando se juntan ambos sobre el parqué forman una pareja imparable.
Nuevamente, un escenario para el lucimiento de los jugadores como es la Final Four nos ha mostrado que el progreso de Sergio Rodríguez es toda una realidad, un motivo para que la afición blanca sonría en un día como hoy. Su actitud en ambos partidos fue encomiable y el único miedo que deben tener los madridistas es que, a sus 26 años, vuelvan a fijarse en él al otro lado del charco.
Hasta que eso suceda, si es que sucede, deben disfrutar de su magia en el Palacio de los Deportes. El equipo camina en la corrección correcta y el Chacho es uno de los hombres fuertes. Su evolución ha sido clave para que el Real Madrid se proclame subcampeón de Europa. Si sigue así, las mayores alegrías llegarán en un futuro y las lágrimas de ayer serán las sonrisas del mañana.
* Gonzalo Carpio del Saz.
– Foto: M. Pozo (ACB Media)
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