"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
La historia deportiva de la Europa balcánica dejó atrás una época de numerosos éxitos con la disolución de Yugoslavia. La desmembración de este país significó la división de esa zona en varios países, por lo que también se formaron nuevas ligas y competiciones deportivas en esos nuevos estados. En lo que al fútbol se refiere, todos los nuevos países que se formaron tuvieron que fomentar la formación para la consolidación de una competición y selección nacional competitivas a largo plazo. Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia y Serbia y Montenegro (luego Montenegro se separó) fueron los países que vieron la luz tras un proceso de independencia que se desarrolló poco a poco.
La selección de Serbia se ha hecho con el título de campeón del mundo sub-20 por primera vez en su historia. Este hecho indica que las cosas se están haciendo bien en la cantera serbia, a pesar de la notable falta de progresión de sus jóvenes en una liga de nivel menor.
La situación futbolística de Serbia no es todo lo positiva que debería ser, o al menos no lo era hasta antes de que sus jóvenes se proclamaran campeones del mundo. La selección absoluta, que cuenta con nombres tan destacados como Matic, Ivanovic o Tadic, tiene casi imposible la clasificación para la Eurocopa 2016. Francia parece muy lejos pese a que la clasificación en esta edición es más sencilla. En un grupo formado por Portugal, Dinamarca, Albania y Armenia, los serbios ostentan un solo punto, cosechado en un empate ante Armenia. Se ganó a Albania en casa, pero los graves incidentes acaecidos supusieron la retirada de los tres puntos de esa victoria. La afición expresa un serio pesimismo con el fútbol nacional, ya que observa los resultados nefastos de su selección pese a los recursos que presenta y que los jugadores jóvenes tienen que marcharse a otros países para continuar su formación y evitar el estancamiento. La consecución del mundial sub-20 puede significar una motivación extra para los jugadores de la absoluta, para la afición y para las entidades encargadas de potenciar este deporte en el país balcánico.
En sentido estricto, no se trata del primer mundial sub-20 que la selección Serbia ha conseguido. La FIFA concede a los serbios, al igual que a los otros países que formaban Yugoslavia, el mundial que la selección consiguió en el año 1987. Aquella selección estaba formada por jugadores de la talla de Zvonimir Boban, Davor Suker, Predrag Mijatovic o Robert Prosinecki. Todos ellos fueron jugadores muy destacados en el panorama europeo pero, por desgracia, en la selección absoluta yugoslava apenas pudieron jugar juntos por el inminente proceso de independencia. Esta hornada de jugadores de gran calidad dejó por el camino a la siempre peligrosa Brasil, a la RDA y a la RFA en la final, donde el lanzamiento desde el punto de penalti fue la condena de los alemanes. Este título, la actuación de sus jugadores en aquella competición y el nivel que después exhibieron a nivel internacional ponen de manifiesto las grandes posibilidades de los jugadores que acaban de ser campeones con Serbia.
El equipo dirigido por Veljko Paunovic se proclamó campeón con una plantilla plagada de jugadores con padres extranjeros. Se trata una generación puramente serbia, sin restos de la antigua Yugoslavia. La participación en el Mundial sub-20 de Nueva Zelanda fue la primera comparecencia de los serbios en esa competición. Nadie imaginaba lo que ese equipo sería capaz de hacer, y mucho menos observando su primer partido. Uruguay arrebató a Serbia los primeros tres puntos del grupo, minimizando las esperanzas clasificatorias de los europeos desde el inicio de la competición. Los de Paunovic se repusieron al golpe que les asestó la selección charrúa y consiguió vencer y convencer en sus enfrentamientos contra Malí, futura semifinalista, y México. El hecho de que los mejores terceros tuvieran opción de clasificación restó algo de dramatismo a la derrota inicial. Comenzar la competición con una relativa presión puso a los jugadores en alerta, y fue en esa situación donde mostraron lo mejor de sí mismos.
Los octavos de final emparejaron a Serbia con una Hungría que, a pesar de haber quedado tercera de su grupo, había realizado un gran papel. El partido tuvo que resolverse en la prórroga, tras 90 minutos que finalizaron con empte a uno. En ese momento comenzaba ese control de los serbios en situaciones de máxima presión. Consiguieron marcar el gol de la victoria en los últimos instantes del tiempo añadido. Hay que añadir que el empate a uno había subido al marcador en el descuento de la segunda parte. Serbia se clasificó para cuartos por su control de las situaciones clave y algo de buena suerte. La ronda de cuartos aguardaba un enfrentamiento entre dos selecciones que se habían hecho un nombre en el campeonato: Serbia y EE. UU. El partido fue todo lo deseado por los entrenadores, excepto en el desenlace. El partido se resolvió en la tanda de penaltis tras un 0-0 inamovible durante los 120 minutos. Otra vez los jugadores serbios resolvieron la papeleta en un momento delicado.
Las semifinales depararon un enfrentamiento ya dado en la competición. Malí tenía posibilidad de una revancha por la derrota sufrida en la primera fase. Los africanos llegaban tras dejar por el camino a una de las selecciones favoritas, Alemania. El encuentro se marchó, de nuevo, a los 30 minutos adicionales, y Serbia pudo evitar la tanda de penaltis con un gol de Saponjic. El rival en la final sería Brasil. El encuentro, como casi todos, fue muy igualado, pero Serbia acusó los minutos adicionales disputados en las eliminatorias anteriores. Se produjeron bajones claros de intensidad en su juego. Pero fueron los hombres de Paunovic los que se pusieron por delante en primer lugar. Pereira anotó en empate para Brasil y forzó otra prórroga más para los europeos. Cuando parecía que solo los penaltis serían capaces de resolver esa pareja situación, apareció otra vez el oportunismo y el saber estar de los serbios, representados por una llegada desde atrás de Maksimovic para anotar el gol de la victoria, que dio el título a los serbios en su primera participación.
Veljko Paunovic planteó su equipo inicial basándose en un sistema 4-1-4-1. Rajkovic fue su portero titular, ya que auna buenas dotes bajo los palos (reflejos, autoridad por alto, atrevimiento en las salidas) y jerarquía a la hora de jugar el balón y participar en la salida desde atrás. Los laterales mantenían una actitud muy ofensiva, actuaban casi como extremos. Ocupaban toda la banda, otorgando amplitud y profundidad a las jugadas atacantes. El lateral derecho era Gajic y el izquierdo, Antonov. Ambos se colocaban como carrileros cuando la salida se ejercía con una línea de tres en defensa. Gajic protagonizaba subidas potentes por la banda y, en ocasiones, se vencía al interior para penetrar en el área o probar su gran disparo desde media distancia. En cambio, Antonov presenta una mayor capacidad defensiva, y sus subidas eran más tímidas que las de su compañero de la otra banda, aunque sus centros eran más efectivos.
Los dos centrales titulares, tanto Veljkovic como Babic, poseían una gran capacidad para sacar el balón desde atrás, además de ser contundentes por arriba aprovechando su gran físico. Entre ellos y el mediocentro del equipo se había interiorizado un movimiento táctico que pudimos ver muy a menudo al principio del campeonato. Este movimiento consistía en que, en la fase de salida, los laterales se colocaban como carrileros, los centrales se abrían y el mediocentro defensivo, habitualmente Zdjelar, se hundía entre los dos denfesores para formar una línea de tres a la hora de sacar el balón desde atrás e incorporar a los laterales pegados a la cal y que liberaran por dentro a los teóricos extremos. Con este movimiento, Serbia corría algunos riesgos en la salida, pero resultaba muy eficaz a la hora de acumular jugadores en la fase ofensiva.
Los hombres de la zona de tres cuartos, tanto los interiores como los extremos, poseían una movilidad constante. En cada partido, uno de los dos interiores, que normalmente eran Milinkovic-Savic y Maksimovic, se colocaba cerca del mediocentro para servir de enlace entre la defensa y el ataque, para trasladar el balón con una mayor seguridad y fluidez hacia el campo contrario. Mientras que uno de los interiores tenía libertad para recibir más retrasado, el otro tenía licencia para pisar el área con autoridad. Eso lo supo interpretar bien Milinkovic-Savic, uno de los mejores jugadores de la selección. Por las bandas, más concretamente en la derecha, se encontraba Zivkovic. El jugador del Partizán fue un fijo para Paunovic por las peligrosas diagonales. En la izquierda hubo más rotaciones. El puesto se lo repartieron entre Gacinovic, cuando Mandic era la referencia ofensiva principal, y el propio Mandic, que ocupaba la banda izquierda cuando Saponjic era el delantero centro. Ambos delanteros ofrecían movimientos de caída y su físico era esencial para que los balones largos encontraran calma y pudieran ser jugados.
La selección serbia ganó el torneo por su hazaña como bloque, pero también por las grandes y valiosas individualidades que posee. El guardameta Rajkovic fue nombrado mejor portero del torneo, y no es para menos, ya que tan solo encajó cuatro goles y nunca recibió más de un gol por partido. Sus actuaciones salvaron a su equipo en momentos clave y su seguridad dotó a la defensa de una confianza básica para mantener la concentración. Gajic es un lateral que impresionó a propios y extraños por su capacidad de llegada desde atrás, por su potencia de zancada y de disparo; desdoblaba constantemente por la banda a Zivkovic y recorría el camino de vuelta como si nada. Su resistencia física le permitía poder recorrer incansablemente la banda y tener oxígeno para tomar las decisiones acertadas.
Zdjelar era el equilibrio de la selección. Pese a su juventud tiene asimilados distintos movimientos tácticos comentados anteriormente. Realizaba importantes coberturas a sus laterales para evitar que la línea defensiva quedara descompensada. Su inteligencia traspasa lo meramente futbolístico: tomaba las decisiones en el momento justo y casi siempre acertadas. Zdjelar estaba escoltado por dos interiores, y uno de ellos era Milinkovic-Savic. El jugador del Genk era el más adulto de todos por el mero hecho de estar desarrollando su carrera en una liga más potente que la serbia. Llegaba con mucha autoridad y peligro al área, apoyaba al mediocentro y a los extremos y era peligroso a balón parado. Por último encontramos a Zivkovic. El extremo del Partizán es uno de los jugadores más cotizados del campeonato. Su pierna zurda es un arma letal, tanto para dejar rivales atrás como para la definición delante del portero. Posee un gran uno contra uno, una excelente visión de juego y una gran definición. Su habilidad se potencia con su inteligencia sobre el campo.
Todo este elenco de jugadores tiene, como objetivo principal, después de una competición tan exitosa, salir de su país para seguir progresando. Millones de ojos han observado la actuación de estos jugadores, por lo que salir de sus clubes será una tarea más sencilla que antes. El estado actual de la liga serbia hace que muchos de los integrantes del combinado nacional campeón del mundo ya sean titulares en algunos clubes, por lo que su progresión no puede llegar a más. Por juventud y capacidades, deben buscar retos mayores para seguir potenciando la tremenda calidad que han demostrado en la competición de Nueva Zelanda. Tan solo Veljkovic (Tottenham), Milinkovic-Savic (Genk), Velijko Simic (Basilea), Maksimovic (Domzale) y Nemaja Radonjic (Roma) juegan fuera de su país. Si muchos de estos jugadores consiguen establecerse en un club que le permita una progresión estable, podremos observar una generación de grandes futbolistas serbios. Quién sabe si estos jugadores podrán cambiar la suerte de un país con recursos deportivos suficientes como para hacer cosas importantes en el panorama internacional.
* Christian Sánchez.
– Fotos: Getty Images
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