Ser o estar. La inflexión del F. C. Barcelona

por el 10 marzo, 2014 • 22:49

Kondratieff estableció ciclos evolutivos en los que tras períodos de bonanza se sucedían otros períodos de involución, con puntos de inflexión marcados por diferentes circunstancias y motivos derivados del deterioro de la realidad vivida o la intervención de agentes externos que incidían de forma negativa o positiva en la dinámica de crecimiento manifestada hasta el momento. Como economista, consideraba la existencia de ciclos largos en los que se ponía de manifiesto la expansión, estancamiento y recesión de los procesos económicos a lo largo de períodos prolongados de tiempo.

Valorando los estudios de Kondratieff y extrapolándolos al fútbol, los ciclos largos carecerían de sentido, pero el análisis y evolución de las circunstancias que provocan puntos de inflexión en los clubes de fútbol que generan períodos de bonanza, estancamiento o involución son claramente definitorios del equilibrio coyuntural de instituciones muy sensibles a la realidad social, geopolítica y estructural que viven dentro del marco deportivo y económico en el que se desenvuelven.

El F. C. Barcelona ha vivido desde 1988, con la llegada de Johan Cruyff como máximo exponente de una filosofía de juego, períodos de máximo esplendor en los que ha saldado cuentas con la historia, logrando la ansiada Copa de Europa y repitiendo en el tiempo hasta en cuatro ocasiones la gesta de ser el máximo referente del fútbol continental. Asimismo ha conseguido contestar la hegemonía deportiva y social de su gran adversario, el Real Madrid, contraponiendo un estilo y unas pautas que a lo largo de veinticinco años ha consolidado como marca referencial y sello identificativo de valores deportivos, sociales y de evolución institucional.

El F. C. Barcelona ha logrado en el último cuarto de siglo desarrollar niveles de éxito deportivo, comercial, empresarial y corporativo de forma uniforme en el tiempo, alcanzando ratios de tal importancia que le han llevado a ser definido como ejemplo de institución vinculada a la gestión y desarrollo de deportes colectivos, a la par que referente en el campo de la comercialización de imagen corporativa, sin olvidar las connotiaciones de carácter social y solidario.

Como organización ha logrado asentarse dentro de la élite mundial de entidades dedicadas a la puesta en escena de deportes colectivos, su estilo se identifica con el buen gusto por el juego, la gestión del dominio de las técnicas más depuradas y el cuidado por las formas para alcanzar el fondo, la victoria. El F. C. Barcelona no gana de cualquier manera, su juego es patrimonio de una institución que ha establecido su saber hacer tanto en el terreno de juego como en la organización de su trabajo a través de entrenamientos propios y la identificación de un talento que ha logrado articular a través de una organización vertical que garantiza la llegada de deportistas de élite desde sus bases al más alto nivel competitivo, controlando todo el proceso de formación al punto de alcanzar la excelencia en diferentes puestos de relevancia y contrastarlos con la competición a muy tempranas edades en un entorno profesional, con la exigencia máxima de la presión como parte del proceso de aprendizaje.

Actualmente es sencillo conocer en su disciplina de fútbol cómo es el proceso desde la niñez hasta la madurez de sus futbolistas, dado que son varias las generaciones que se han formado desde el inico y han alcanzado los estadios superiores del profesionalismo, llegando a beber de las fuentes del éxito en diferentes ocasiones.

Para ello, desde un principio ha sido fiel a un programa, a una cultura establecida y asumida desde todas las esferas de la institución, que han defendido a capa y espada hasta convertir el sentimiento identitario de la entidad en parte del sentir competitivo. El Barça juega al fútbol de una manera porque sus socios y su masa de aficionados y simpatizantes han asumido como propio el estilo preconizado en su momento y prolongado en el tiempo con procesos de trabajo aceptados por todos los máximos responsables de los equipos a lo largo de los últimos veinticinco años.

Tal y como estableció en su momento Kondratieff, los períodos de involución o recesión casi ni se dejaron sentir en este lapso de tiempo. Solo al inicio de esta centuria, y por debilidad en la cúspide de la pirámide dirigencial, la institución pasó por breves momentos de incertidumbre que han servido para consolidar a parte de los elementos que posteriormente formarían la gran generación de ganadores que ha parido La Masia y sus derivados. La época de Joan Gaspart fue prolífica, pero como contrapartida sirvió para que jóvenes sobradamente cualificados pudiesen crecer y evolucionar para dar forma a un futuro inmediato lleno de éxitos. Xavi, Puyol, Iniesta y Valdés fueron consolidando su posición bajo la atenta mirada de un Van Gaal que en segundas nupcias volvió a vivir con el F. C. Barcelona un momento de germinación de teorías ciertas en un ambiente de realidades inciertas, dejando un legado que posteriormente otros, con la filosofía adquirida y la entidad estabilizada en lo dirigencial, lograron maximizar.

Desde Rijkaard, pasando por Guardiola hasta el cenit con Tito Vilanova, el F. C. Barcelona vivió, si cabe, su mejor momento histórico, alcanzando no solo la excelencia sino asentado como marca registrada el estilo, el seny y la manifestación estructural de una manera específica de trabajar.

Desde la base hasta la cima todo el engranaje funcionaba perfectamente, logrando el equilibrio cercano a un nirvana deportivo con un Pep Guardiola que alcanzó el imposible de convertir a todos los grandes consumidores de la excelencia futbolística en abducidos dependientes por el juego extraordinario de un equipo que tocó el cielo del gusto y la eficacia balompédica.

En esos períodos se dieron varias situaciones que garantizaron el equilibrio estructural. Primero, la legitimación desde las urnas de una junta directiva elegida y consolidada desde la aceptación de la masa social. Segundo, la gestión deportiva enfocada en la administración del talento de la base por un lado y la manifestación lógica del estilo y la mística en la aplicación de las responsabilidades en el área profesional. El trabajo consolidado desde la dirección deportiva, como máximo exponente y garante de una cultura de club y la máxima responsabilidad asumida por el staff del primer equipo coordinado con todo el abanico de opciones que regalaba una estructura vertical sabiamente dirigida.

Tercero, Guardiola y su gente, tras probar y testar a un filial en crecimiento, asumieron las máximas responsabilidades profesionales, ante la atenta mirada de una dirección deportiva que articulaba su política conjuntamente con la dirección técnica. Abajo, en un peldaño inferior, pero no menos importante, Luis Enrique y su equipo de trabajo se encargaban de administrar el talento en su última fase de formación y consolidación. En un eslabón anterior, Oscar García gestionaba y orientaba a quienes decidían hacer del fútbol una prioridad en sus vidas, con un Juvenil de División de Honor preparado para formar jugadores destinados a manifestar el estilo y la cultura asumida en el más alto nivel profesional.

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Todo ello llevó a alcanzar el equilibrio institucional tanto deportivo, como de gestión deportiva y desde luego administrativo, financiero, comercial y de comunicación social para convertir al F. C. Barcelona en un ente representativo de un sentir coyuntural con enorme peso en su ámbito de actuación, Catalunya, y su área de influencia. Geopolíticamente, el F. C. Barcelona volvía a ser, con más fuerza que nunca, una entidad que era capaz de transmitir valores identificativos no excluyentes de país, con todo lo que ello significa. Al punto de que cualqueir ciudadano catalán disperso por el mundo tenía un punto de apoyo en el club blaugrana como institución capaz de poner el sentimiento en ebullición allí donde uno recayese. Pocos equipos tienen este don y el Barça, junto con otros de otras características estructurales, es uno de los más poderosos en términos emocionales y de marcado carácter identitario.

Actualmente, la realidad que vive el club y la institución como ente supradeportivo está alejada de aquellos idílicos momentos, alcanzados por el buen hacer de todos, a pesar de estar personalizados en la actividad brillante de unos pocos.

Hoy la realidad presenta lagunas que hacen dudar sobre la evolución adecuada de la entidad. Estamos antes uno de esos puntos de inflexión que Kondratieff identificó en su momento como elementos tendentes al estancamiento como paso previo a la recesión.

Analicemos cómo se ha llegado a tal situación.

Actualmente hay un personaje relevante que está siendo señalado desde todas las perspectivas como máximo responsable de la insipidez competitiva de este equipo. El Tata Martino está siendo la diana a la que se dirigen todos los dardos críticos sobre la realidad que envuenlve al equipo azulgrana.

Realmente la responsabilidad existe, es el máximo responsable técnico, pero creo que habría que contextualizar claramente el hábitat en el que se está manifestando el incipiente proceso recesivo de una entidad anclada en el éxito permanente.

A nivel competitivo a día de hoy el equipo se encuentra a una distancia asumible del primer clasificado, pocos puntos los separan. Están vivos en la máxima competición continental a expensas de recibir al Manchester City de Manuel Pellegrini, y jugará próximamente la final de la Copa del Rey. En circunstancias normales las alarmas no deberían activarse en una situación como la vivida a nivel específicamente competitivo.

Pero las sensaciones son otras. La visión del juego en el campo no es la de antaño, la percepción de las evoluciones conjuntas distan mucho de lo esperado, la rentabilidad de tener a dos de los mejores jugadores mediáticos del mundo no alcanza para marcar diferencias, los jugadores que hacen mejores a sus compañeros, los que realmente asientan el estilo y la forma, no encuentran su punto de ebullición. Algo queda sin hacer que no permite llegar al máximo esplendor.

Evidentemente, a pesar de que teóricamente Tito Vilanova fue el sucesor del gran gurú del barcelonismo, en realidad el sustituto del referente Pep es Gerardo Martino; Tito fue un continuador condicionado por una realidad personal que ha obligado, desgraciadamente, a abrir un brecha en el desarrollo evolutivo del equipo.

Martino ha heredado todo lo bueno que han dejado sus antecesores e igualmente ha heredado el nivel de exigencia alcanzado por ellos. Pero Martino viene de otra cultura futbolística, con otros componentes básicos que en nada se parecen a los que se encuentra en el F. C. Barcelona. Es muy complicado asumir la máxima responsabilidad deportiva de un club como este sin haberse empapado de las fuentes que direccionan hacia la realidad del club. Martino no ha tenido tiempo ni capacidad para ahondar en dichas fuentes.

Dicen las malas lenguas que ha venido bajo la buenaventura del máximo ídolo de la entidad, Messi, por afinidad en términos de origen y de identidad deportiva, Newell’s Old Boys. Quiero creer que esto no ha sido así, dado que Messi carece del conocimiento suficiente para ejercer de director deportivo y no maneja los recursos académicos y de experiencia para afrontar tal nivel decisional. El Tata Martino vino bajo la tutela de quien lo ha traído, el director deportivo, quien es el máximo responsable de que el entrenador sea el que es. Se entiende que entre todos los susceptibles de ser elegidos, Zubizarreta entendió que el rosarino era el que mejor podría gestionar los valores corporativos específicos de la entidad. Obviamente se equivocó, había otros más cualificados y más empapados de lo que hoy día representa el barcelonismo en el fútbol. Pero, a pesar de ello, Martino ha asumido la responsabilidad de dirigir el máximo referente futbolístico de los últimos cinco años desde la más absoluta honestidad profesional.

En su debe, no haber asumido la realidad de su función, es algo más que un entrenador estándar, es el continuador de una saga de exitosos gestores de plantillas, de directores de alto standing, de motivadores y líderes de alta escuela. Sus discípulos son en gran parte campeones del mundo, campeones de Europa, campeones de Champion League y campeones de liga bajo el ejercicio de un estilo asumido y contrastado hace tiempo y supervisado por los mejores metodólogos del momento.

Martino no ha tenido tiempo o no ha optimizado su tiempo para adaptarse a la realidad que le toca vivir, y no ha podido iniciar el proceso evolutivo propio de quien debe crecer con su propia gente, porque no ha aportado nada que permita crecer este estilo de juego. Simplemente ha dejado las cosas como están, sin percatarse de que su éxito es el aporte de su sabiduría y de sus máximas aptitudes para que su equipo de beneficie de ellas, además de mantener y readaptar a la realidad vigente las potencialidades ya existentes que le permitirán estar en la élite siendo élite.

Actualmente el F. C. Barcelona está entre la élite, pero no es élite, vive de los últimos coletazos del enorme valor añadido derivado de su gran cultura deportiva, pero no es capaz de llevarla más allá.

Pero para poder realizar el proceso evolutivo pertinente, el Tata Martino necesita no solo entender de una vez por todas lo que es la entidad para la que trabaja, sino mojarse y mostrarse vinculado con la misma en la forma adecuada. Pero para ello necesita la ayuda de quienes lo rodean.

Es imposible que ejerza una autoridad manifiesta en el seno de su plantilla si quienes lo avalan no salen a defender de puertas adentro el valor de su trabajo. Empezando por él mismo, que no ha reaccionado ante la avalancha de dudas que se ciernen alrededor del equipo, al que él parece no pertenecer en fondo, a pesar de la forma.

Los pesos pesados de la plantilla no han sido capaces de entender un liderazgo por defecto, acostumbrados a una realidad totalmente diferente, el liderazgo por trombosis emocional. Guardiola llevó el concepto de líder al punto máximo de ebullición, cerrando como un trombo todas las vías por las cuales el grupo podía dejar de seguirle. Fue tal el grado de exigencia emocional que los jugadores no podían zafarse de la notoria presencia de quien los dirigía porque su implicación era la mayor de todas. Un ser blaugrana que había mamado la esencia máxima del barcelonismo desde su primeros pasos futbolísticos.

Eso, Martino no lo puede igualar, pero podría redireccionarlo a terrenos conocidos y cercanos a sus dirigidos. Pero no lo ha hecho.

Al margen de ser el señalado –injustamente, porque solo lo señalan a él–, el F. C. Barcelona está pagando las decisiones pasadas con un coste tremendamente caro.

La gerencia está cuestionada por las operaciones más inmediatas. El presidente dimite por la falta de transparencia en la administración de los recursos derivados del traspaso del jugador más relevante en términos de marketing de este ejercicio. El sustituto no está legitimado por la masa social de forma directa y las elecciones presidenciales no se celebrarán en un plazo inmediato.

La dirección deportiva ha descapitalizado el apartado técnico del club. Del F . C. Barcelona no solo se ha ido Guardiola y su equipo de trabajo (élite donde las haya), también se ha ido Luis Enrique y el suyo, Oscar García y el suyo y personal de reconocido prestigio que ha ido abandonando como un goteo continuo la disciplina técnica de la entidad.

Sus sustitutos en los foros más relevantes no han garantizado la evolución del proceso iniciado en las bases. Desde la base hasta la fase de consolidación de la formación, edad juvenil, se sigue trabajando bajo los preceptos generalmente aceptados del barcelonismo que han convertido su metodología en puntera y referencial a nivel mundial, pero la llegada de sus nuevos valores al equipo filial se encuentran con un proceso de trabajo diferente. Eusebio Sacristán, un entrenador sobradamente cualificado para trabajar al más alto nivel, exige un nivel de trabajo y unos principios que difieren de lo exigido hasta el momento por el resto de técnicos y que igualmente se dispersa de las bases fundamentales exigidas en el primer equipo, lo que provoca una enorme brecha en el momento más trascendente del proceso formativo de los jugadores de élite que les impide en cierta forma explotar todo su potencial antes de dar el salto al primer equipo. Ello ha conllevado a una ralentización de la llegada de efectivos de la cantera al primer equipo y sobre todo un déficit en la consolidación de jugadores con peso en el equipo profesional. Jugadores como Sergi Roberto han pasado por un período de transición largo hasta completar lo exigido para llegar a ser jugador de pleno derecho del primer equipo; Tello alterna una intermitencia preocupante; Montoya mantiene el nivel, pero no rompe en consonancia con su enorme potencial; Bartra sigue la misma línea definida por sus compañeros. No es Eusebio en sí quien provoca esta ralentización, pero su metodología de trabajo, muy característica, utiliza procedimientos que difieren en fondo y forma con lo que estos chicos van a encontrar en la máxima exigencia competitiva. Amén de la manifiesta descoordinación existente entre el primer y segundo equipo.

A todo ello hay que unir la inestabilidad gerencial y directiva, cuestionada desde diferentes vertientes y fiscalizada, por no decir a punto de ser judicializada, por una toma de decisiones cuando menos cuestionable.

A ello unimos una dirección deportiva débil en la forma de gestionar la parcela deportiva, muy ligada a la gerencia y aparentemente desligada de la parcela técnica, muy diferente a la etapa de máximo esplendor competitivo.

Todo ello genera muchas situaciones de pequeños desequilibrios que hacen que la teoría del caos cobre fuerza y de pequeños desajustes en los estados iniciales se llegue a verdaderos desarreglos en los momentos culminantes de la temporada.

A día de hoy la sensación es la de un desgobierno en la parcela técnica, fruto de una ausencia de liderazgo manifiesto por parte del máximo responsable de este departamento, el entrenador.

Una sensación de improvisación y falta de programación estructural en la gestión deportiva, unida a una incipiente carencia de poder adquisitivo, que obliga a no gastar más allá de unos límites razonables.

La toma de decisiones con la salida de jugadores con marcado acento culé como los hermanos Alcántara hace que se dude de la realidad de la gestión, así como la poca transparencia en cuanto a la evolución de los grandes valores del filial con jugadores de enorme futuro y atractivo presente como son Samper, Dongou o Espinosa, por nombrar algunos de los más representativos.

La estabilidad del aparato directivo necesita consolidarse y legitimarse a través de un proceso electoral que no se vislumbra en el corto plazo. Ello conlleva dudas sobre el valor de los decisores y las consecuencias de las decisiones tomadas.

La salida en masa de valores patrimoniales reflejados en personas tales como Begiristain o en su momento técnicos y auxiliares de reconocido prestigo no han ayudado a consolidar debidamente la propia cultura defendida con anterioridad. Y el valor de sus sustitutos, igualmente preparados y con enorme conocimiento del medio, todavía no ha alcanzado el nivel de consecuencia debido.

Kondratieff identificaba muchos elementos incidenciales en los puntos de inflexión de sus ciclos evolutivos, creo que hemos destacado los más relevantes que manifiestan claramente el momento por el que vive la entidad. Pero de la misma manera que unas circunstancias llevan a derivaciones como las mencionadas y a cambios en los ciclos evolutivos, existen otras que por su correcta aplicación, matizan y reorientan la dinámica hacia nuevos caminos de éxito.

¿Qué vías podría abrir el F. C. Barcelona para paliar las consecuencias de las decisiones tomadas y las circunstancias derivadas de las mismas y ayudarle a volver a reactivar su cultura de club y su esencia ganadora?

Entramos ahora mismo en el terreno de la opinión sin contraste con los hechos, lo que lleva a abrir una vía de afinidad o discrepancia con lo que se va a manifestar. Desde mi humilde opinión, creo que el F. C. Barcelona debería afrontar su futuro inmediato considerando lo siguiente:

  • Legitimar su órgano decisional y gerencial a través de unas elecciones a la presidencia y la creación de un nuevo órgano directivo.
  • Redefinir su política deportiva a través de un nuevo director deportivo que garantice las bases fundamentales sobre las que se han asentado los valores futbolísticos de la entidad.
  • Dotar a sus dos equipos más referentes, el filial y sobre todo el primer equipo, de un staff técnico que maneje los recursos necesarios para hacer frente a su trabajo ante una plantilla del carácter y el valor de los jugadores del filial y del primer equipo, generando los contextos adecuados para que los jugadores en el último tramo de formación puedan ofrecer lo mejor de su repertorio consolidando las enseñanzas adquiridas en todo el proceso previo y en el ámbito de máxima exigencia profesional, el primer equipo. Y dotar al grupo de un staff que conozca la cultura de la entidad en toda su extensión y la metodología adecuada para sacar el máximo rendimiento de un estilo propio.

Me atrevería a aventurar nombres para dirigir tales equipos de trabajo, pero no lo haré porque jugar a ser lo que uno no es resta credibilidad y sobre todo rigor al análisis. Pero volver a reactivar la política de formadores y líderes basados en las más estrictas enseñanzas empleadas en los momentos de máxima relevancia sería un ejercicio de sabiduría, por lo que la reactivación de profesionales como Luis Enrique y Oscar García (y sus equipos) podrían acortar plazos para una evolución más inmediata.

  • Estructurar una política de comunicación y vínculo social más abierta que vuelva a permitir a la entidad ser un foco referencial en la sociedad en la que se desenvuelve y una luz para todos aquellos que desde la distancia vivan la realidad de su barcelonismo.
  • Por último, volver a creer en lo que hizo al F. C. Barcelona un grande entre los grandes. Ser élite para poder estar en la élite y dotarse de los mecanismos que permitan mantenerlo en el tiempo.

Ahora es momento de decisiones y de aciertos en los despachos, así como de calma y de solidaridad en los vestuarios. Es momento de agradecer los servicios prestados y sacar el máximo rendimiento a lo que se tiene. Son fechas de pensar en el corto plazo, querer ser garantes de un legado que no puede caer en el olvido y sobre todo es momento de apoyar a quienes en estos instantes necesitan que los empapen de barcelonismo. El Tata, más que nunca, necesita sentir el aliento de todo lo que conlleva ser el máximo referente de una entidad querida y precisa, como nunca, del apoyo honesto de su plantilla y de los líderes espirituales del equipo. Después, tiempo habrá para gestionar un cambio o una reorganización. Hoy toca decidir lo que será el microbarcelonismo para establecer las bases de lo que será en un futuro inmediato el macrobarcelonismo.

Personalmente creo en la evolución ponderada de estructuras capaces de readaptar sus virtudes a realidades nuevas y creo firmemente que si hay una entidad capaz de lograr evolucionar su forma de manifestarse, esa es el F. C. Barcelona, con sus propios activos, como hizo siempre, con su estilo definido, sin mirar a otros que hoy son y están mejor, y desde luego con la creencia de que dentro tienen lo mejor de sí mismos.

La cantera es futuro, el futuro es innovación, la innovación es cultura, la cultura es historia. Miremos atrás para salir adelante.

* Alex Couto Lago es entrenador nacional de fútbol y Máster Profesional en Fútbol. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Santiago de Compostela.

– Fotos: Pep Morata (Mundo Deportivo) – Getty Images




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