"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Parece una cifra cualquiera, pero no lo es. Lleyton Hewitt sumó ayer 600 victorias como profesional tras derrotar a Robin Haase en primera ronda del Masters 1000 de Miami. El australiano se convierte en el vigésimo primer jugador en toda la historia en llegar a esta cantidad y en el tercer tenista en activo que más triunfos posee, solo por detrás de dos extraterrestres como Roger Federer (942) y Rafael Nadal (675).
La historia de Hewitt comenzó en 1998, cuando un joven imberbe de 16 años recibió una invitación para disputar el torneo de su ciudad, Adelaida. Allí se produciría la primera victoria en su trayectoria profesional (6-4, 6-4 contra Scott Draper), a la cual le sucedieron cuatro más para elevar al tenista aussie hasta su primer cetro ATP. En una semana mágica había devorado dos récords de un mordisco: con aquel título, el pequeño Hewitt se convertía en el tenista con el ranking más bajo en ganar un torneo (550º) y también en el más joven (16 años y 10 meses). El chaval tenía madera de líder y además lo acompañaba con un tenis que prometía marcar época. El camino hacia la tierra prometida acababa de arrancar
Estamos en 2014 y aquella primera victoria se ha repetido hasta en 600 ocasiones. Ha llovido mucho desde aquella semana en Adelaida, pero a Hewitt, con 33 primaveras a las espaldas, aún le sobran fuerzas para cosechar un nuevo registro a su palmarés. Un hito que, visto los números, llegaría tarde o temprano. Se le escapó en Indian Wells, cuando tras derrotar a su compatriota Mathew Ebden se encontró en su partido de segunda ronda frente el surafricano Kevin Anderson, al que no encontró la manera de tumbar por ninguno de sus flancos (7-6, 6-4). Los periódicos ya preparaban sus especiales sobre su número de triunfos, pero esas páginas se tuvieron que archivar hasta nuevo aviso. De momento eran 599. Una nueva oportunidad se le presentaría en Miami, ante Haase, y esta ya no la ha desaprovechado. Su victoria 600 define a la perfección el carácter de un número uno como lo es Lleyton. Empezó el partido a remolque, cediendo la primera manga ante el neerlandés, pero el que conoce al australiano sabe que esto no te otorga ninguna ventaja. Acostumbrado a luchar como el más intrépido de los guerreros, el pupilo de Tony Roche cabalgó de nuevo desde el barro para llegar a la cima, remontando un batalla que otros habrían dado por perdida (3-6, 6-3, 6-3). De esta manera llegaron los seis centenares de triunfos a la mochila del exnúmero uno del mundo, que se encuentra ya en el último tramo de su carrera, quizás el más difícil de asimilar.
841 partidos transformados en 600 conquistas y 241 sometimientos. Por el camino quedan fechas grabadas a fuego, empezando por los dos torneos de Grand Slam que lucen en las vitrinas del tenista de Adelaida: el US Open del 2001 y el Wimbledon del 2002. El primero contra Sampras, el segundo frente a Nalbandian, casi nada. Podrían haber sido cuatro pero Roger Federer y Marat Safin detuvieron la cuenta. A esto hay que sumarle dos Masters 1000 en Indian Wells, dos Copas de Maestros y la Copa Davis de 2003 superando a España en la final, donde él fue el referente de su país. Todos estos éxitos, por supuesto, arrastraron un premio mayor para el australiano: el número uno del mundo. Lo hizo además de la manera más prematura que se recuerda, con 20 años y 8 meses, otro récord que el veterano deportista podrá contar a sus tres hijos. Durante 80 semanas estuvo liderando la clasificación mundial y partiéndose la cara con los Agassi, Federer, Roddick o Ferrero, jugadores puntales en aquel período. Ahora el ranking lo sitúa por detrás de otros 43 tenistas, aunque todavía sigue siendo el australiano mejor posicionado a esperas de que la nueva generación entre en combate.
Sin duda estamos ante una de las mejores carreras de todos los tiempos, que si no ha sido más gloriosa es debido a los problemas físicos que el vencedor de 29 títulos individuales ha sufrido. “Estoy a una lesión de la retirada“, afirmaba el propio jugador a principios de esta temporada, la cual abrió levantando la copa en Brisbane ante el mismísimo Roger Federer, recordando una de las rivalidades más míticas de la década pasada. La eterna juventud se ha aliado con Hewitt después de estar un par de años a la deriva deambulando fuera del top-100 y aquejado constantemente por su estado físico. Pero el depósito aún contiene gasolina, la mente todavía guarda esperanzas y el corazón no para de bombear ilusión. Tenis, tenis y más tenis. Ese es el lema de uno de los clásicos del circuito, alguien que ha logrado todos sus objetivos a base de esfuerzo y compromiso. Alguien que echaremos de menos cuando, más pronto que tarde, decida abandonar, colgar la raqueta y decir adiós.
En Miami, donde ha sido tres veces semifinalista, le ha llegado su última recompensa, las 600 victorias, un récord en forma de homenaje que le sitúa donde se merece, junto a los más laureados de este deporte. Hablamos de uno de los cuatro números uno que todavía sigue en activo junto a Federer, Nadal y Djokovic. Mañana se enfrentará a uno de ellos en segunda ronda, Nadal, contra el que tiene un balance de cuatro victorias y seis derrotas. Seguramente quede eliminado, pero volverá a levantarse. Probablemente no vuelva a ganar ningún torneo, pero volverá a intentarlo. Y seguramente las 700 victorias queden ya muy lejos en su hoja de ruta. Pero solamente durante esta semana merece la pena recordar la figura de Lleyton Hewitt, desde ayer, un poquito más leyenda de lo que ya era.
* Fernando Murciego es periodista.
– Foto: Steve Wine (AP)
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