En alguna teoría de las que pronuncia el profesor profundamente serio, de corbata, con una barriga quizá prolongada hasta el último libro que recomendó en clase sin habérselo leído, se decía que una mentira repetida equis veces (según la ley educativa a la que uno esté sometido) acababa siendo una verdad. Una verdad, incluso si hace unos meses era contradicha por ese mismo profesor. O ese mismo equis. La plantilla del Málaga tiene una sobredosis de juventud inexperta que Schuster ha dejado ir entre pádel y golf para dejar el peso de la responsabilidad en las mayores, que ya se saben, como los repetidores de curso, la lección de otros años mejores.
La realidad es inapelable frente al trabajo de Schuster para con los recién llegados. Pawlowski dejó de contar tras varios viajes a Polonia a por un transfer que se resistía como Zapatero a admitir una crisis rampante que asolaba el país; Anderson camina lento en una adaptación cuyo ritmo índica más problemas técnicos que de gestos técnicos; Chen es un defensa dulce, con todo el koscielnysmo que esto conlleva, es decir, una potestad apriorística para sacar el balón, pero contundencia escasa, que en un defensa viene a señalar el súmmum de los defectos cuando no se destaca en algo en especial; con Angeleri estamos ante un central lateral o un lateral que juega de central, y la versatilidad inespecífica deja limitada la defensa; El Hamdaoui es producto de la máxima expresión del schusterismo: el talento desprovisto de aptitud colectiva y voluntad de sumar; Flavio, como Teruel, no existe, pero desde el silencio está sugiriendo un aspecto de buen central, discreto, conforme, quizá rudimentario, pero correcto.
La plantilla de Schuster era su materia prima y ahora, después de seis meses, sus jugadores son su producto. Producto voluble que tenía la intención, según el mismo entrenador, de llevar el peso del partido a través de una plantilla suficientemente cualificada técnicamente, a la misma altura, quizá menos, que la que ahora es limitada, como si los jugadores hubieran degenerado como el cantante que desafina la voz. El Málaga es producto de un trabajo entrecomillado por la calidad de una plantilla soluble a la necesidad de ganar todos los fines de semana y la memoria histórica que lo más reciente soporta. Nadie le puede exigir a 2014 ser 2013, pero sí el trabajo que lo guió hasta allí. De momento, no hay muestra más que de un schusterismo de costa que en tiempos mejores ya respiraba un club comandado por más egos que trabajadores tiene.
* Fran Alameda es periodista.
– Foto: Málaga CF
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