Escupiendo sangre por la boca, con la nariz rota y las rodillas dobladas, el Barça está tumbado sobre la lona, boqueando cual pez fuera del agua en busca de un oxígeno que le permita levantarse. Como Muhammad Ali ante Joe Frazier en el 71. Al supercampeón le han pegado una buena paliza que se advierte en el modo en que se tambalea al andar. Mucho más que los marcadores duros de San Siro, Camp Nou y Bernabéu, es la impresión de equipo groggy, incapaz de levantarse del KO. Ensimismado primero, destensado después, sorprendido en cuanto recibió el primer directo a la mandíbula en Milán, noqueado por el Madrid en su reciente visita, finalmente irreconocible en Chamartín, apenas un zombie con camiseta blaugrana. Tumbado sobre la lona, lo último que necesita el equipo son consejos, del mismo modo que el actor que olvidó su papel de Yago o Hamlet no precisa que le lancen tomates desde la platea sino autorización para tomarse una tila en el camerino y recuperar la serenidad.
¿Cómo ha llegado hasta aquí el Barça? Pues de dos maneras: lentamente y muy rápido. Lentamente fue perdiendo los detalles que le hicieron grande. Un día fue presionar los fueras de banda, otro olvidó saltar tras pérdida, más adelante los interiores dejaron de cubrir a sus laterales o estos subieron sin pensar, Messi se trasladó a zonas intrascendentes, Villa reclamó a través de los medios lo que no se ganaba sobre el césped, Alexis se aturulló y así uno tras otro. Pequeños detalles. Pequeñas monedas que iban cayendo del bolsillo agujereado hasta que un día ya no quedó tesoro en ese bolsillo, sino calderilla. Pero también muy rápidamente, con tres sopapos. Uno en Milán, dos del Madrid. Pim pam pum, a la lona.
¿Y ahora, qué? Ahora solo queda una: que el equipo comprenda y acepte que le está ocurriendo lo que a todo deportista, es decir, la visita a los infiernos. Y que tiene diez días para estar de vuelta, la nariz compuesta, limpiada la sangre de los labios, el gesto sereno y el libreto aprendido. ¿Se olvidaron de jugar? No. Se olvidaron de hacerlo de manera intensa, profunda, agresiva, concentrada y completa. Ahora aparentan jugar a lo mismo, pero solo es apariencia superficial porque atrás quedan esos pequeños detalles que les hicieron grandes y al 95% no son mejores que nadie. Tienen diez días para tomarse la tila, enjuagarse la boca, repasar Hamlet, recuperar las monedas perdidas por el camino y decir: “Este soy yo y no mi sombra”.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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