"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
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Cuando un técnico nuevo llega a un club acostumbra a pedir tiempo para que su idea se vea reflejada sobre el campo. Este proceso lógico de ensayo-error hasta que se asimilan principios de juego suele ser más largo cuanto más complejo es el modelo de juego a desarrollar. Si optamos por replegar cuando no tenemos el balón, acumular jugadores en defensa esperando el error ajeno -nada que ver con provocarlo ejerciendo presiones localizadas-, o mandar balonazos con el equipo ordenado para tener mucha gente detrás del balón cuando lo perdamos, el coste del aprendizaje de esa forma de jugar no será tan caro como el que pretende diseñar, por ejemplo, un pressing a todo el campo ante la salida de balón rival o una salida de balón jugado a cualquier precio, sin importar la calidad del oponente.
Un error en el primer modelo (un compañero que no llega a una ayuda en defensa por falta de concentración, saltar al balón cuando la jugada exige guardar la posición, errar en un desplazamiento largo de balón, etc.) suele tener un flotador mucho más grande -los errores citados tienen la opción de ser solventados por los compañeros antes de convertirse en ocasión de gol- que en el segundo (un error en el pase si se sale jugando ante una presión alta acaba fácilmente en mano a mano ante el portero; un error de coordinación en la presión revienta todo lo trabajado y habilita para correr al hombre libre -que si acaba siendo Messi, Suárez o Bale es sinónimo de sangre-; no presionar al poseedor de balón cuando se dibuja la línea defensiva en mediocampo permite a éste mandar balones a la espalda de la zaga para provocar nuevamente un mano a mano; una indecisión del portero a la hora de salir a cortar un balón a la espalda de dicha defensa adelantada es otra tragedia, etc.), donde se pagan a precio de oro.
El segundo modelo -llevado a cabo por un reducto de entrenadores mucho menor- conlleva registros que la mayoría de jugadores no han conocido a lo largo de su carrera, por lo que el aprendizaje y la asimilación de automatismos empieza casi de cero: porteros que apenas han jugado con los pies, defensas que deben asociarse en corto en contextos donde siempre habían despejado o exigidos a jugar más adelantados que nunca sin balón, o atacantes que deben desordenar al organizado rival mediante pase y movimiento o morder en fase defensiva -pasan de proteger el espacio de forma más pasiva a asfixiar al hombre- e interiorizar la presión tras pérdida cuando estaban acostumbrados a que fueran otros los que corrieran por ellos. Y no solo es asimilarlo, sino además creérselo. Es un fútbol que demanda determinación y convicción plena en el método por parte del futbolista, por lo que suelen ser técnicos carismáticos capaces de seducir al jugador los que han hecho buenas este tipo de propuestas.
Por todo esto no es extraño que a estos proyectos les pueda costar engranar, como aquel inicio de 2 puntos de 15 en los cinco primeros partidos de Liga para Marcelo Bielsa en la temporada de las dos finales de aquel Athletic que enamoró a Europa.
Sampaoli, bielsista de cuna y cautivado e influenciado por la obra de Guardiola en su última época, se reconoce orgulloso fundamentalista de esta manera agresiva, insolente y espectacular de entender el fútbol. Tanto en la U de Chile como en la selección chilena consiguió llevar su idea de juego a la cima a la que aspira cualquier entrenador, le sobra experiencia en grandes escenarios y lleva un lustro entero acostumbrado al éxito. El Sevilla apostó por él sabiendo que un proyecto suyo lo compras entero o no lo compras y para eso le ha intentado hacer una plantilla a su medida, en busca de crear un equipo de autor. Para que el equipo cuaje será clave que la afición respalde este periodo de adaptación de los jugadores a Sampaoli, de entendimiento por parte del técnico argentino de lo que cada jugador le puede dar, y de interrelación y conocimiento por parte de los jugadores de las características de sus compañeros -a partir de las cuales crear sinergias y entendimientos en el campo- en una plantilla con nueve caras nuevas.
Si en este periodo el juicio sobre la evolución del juego del equipo prima sobre los resultados, el éxito a medio plazo estará más cerca.
* Alberto Egea.
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