Actualmente, el fútbol es un fenómeno humano único a nivel mundial, el cual influye y es influenciado por las diversas sociedades, hecho que lo convierte en un poderoso medio de expansión cultural. Únicamente es preciso observar datos como la audiencia televisiva, asistencias a estadios, la publicidad o la enorme repercusión e impacto social que tiene en la sociedad y, como consecuencia, en los jóvenes. Los entrenadores de fútbol base tenemos la responsabilidad añadida, delegada por los padres y madres de los jóvenes, que nos buscan como medio auxiliar para la formación de sus hijos e hijas, formación que, aunque parte de ellos no sean conscientes, no es exclusivamente deportiva.
Cada vez en mayor medida, los padres no disponen del tiempo suficiente para divertirse desenvolviendo todo aquel espíritu creativo y espontáneo que puedan tener, en parte, como evolución que afecta a la sociedad en general. Esto tiene relación con una disminución del fútbol callejero, donde los niños y niñas se convierten en adultos cada vez de forma más precoz, con todo lo que ello conlleva. Estos hechos, manifestados en la formación de base, definida por Jorge Maciel como un tipo de formación «sobre carriles» (1), donde se tiende en muchos casos a la no formación, al formateo del niño o niña construyendo (o más bien destruyendo) sin creatividad, autonomía y mediante comportamientos altamente estereotipados. Es una realidad que la cada vez mayor velocidad y dinámica constante del día a día hace que muchos padres y madres se decidan por colocar a sus hijos en escuelas de fútbol. En el caso de que el proceso que estas llevan a cabo sea de calidad, eso podrá provocar una tendencia positiva para el fútbol en general y la creatividad de los jóvenes en particular. Será beneficiosa para la mejoría del juego, de la calidad de los potenciales jugadores y la formación de los propios niños y niñas como personas, y este se convertirá en un proceso que permita despertar y potenciar diferentes cualidades en los jóvenes.
Es inevitable observar actualmente la disminución del fútbol callejero que se veía en el pasado; de nada sirve lamentarse de tal situación ante el dinamismo de la sociedad actual, pero sí pensar en un intento de reproducción de ese fenómeno a través de proyectos basados en procesos cualitativos que intenten superar los límites creados por la sociedad actual. Si queremos que estos procesos, llevados a cabo en las escuelas de fútbol, puedan ser lo más similares posible al fenómeno en cuestión, será imprescindible que la iniciación en el proceso de la práctica del fútbol sea realizada de forma similar a como sucedía en la calle, es decir, mediante la propia iniciativa de los jóvenes y no mediante la imposición por parte de padres que ven un futbolista profesional en casa antes de haber tocado un balón. Por lo tanto, la pasión tiene que ser descubierta y despertada, no impuesta.
Otro factor que sin duda influye en la calidad que puedan presentar esta serie de proyectos son los intereses comerciales. Muchos clubes de fútbol ven en la creación de escuelas de base la oportunidad perfecta para hacer caja y aumentar el sentimiento de pertenencia de muchas familias hacia el club, haciendo que los jóvenes se inicien cada vez a edades más precoces y mediante procesos de peor calidad, prestando una menor atención a la ética vinculada al proyecto. La cuestión, por lo tanto, no es cuándo comenzar, sino la manera en la que se comienza. Es preciso un cambio de paradigma que refleje la complejidad inherente al fútbol y su enfoque sistémico.
«Quem só sabe de futebol, nem de futebol sabe»
Vitor Frade (1985)
Numerosos autores reflejan el hecho de que la desaparición del fútbol callejero podría causar cada vez una mayor disminución de la calidad del juego (2). Observamos por lo tanto una necesidad de mantener la propia calidad del proceso de formación, tanto en beneficio del propio deporte como de la educación de los jóvenes. Por lo tanto, debemos tener cuidado en preservar y recrear lo más cualitativamente posible los ambientes y contextos en los que los jóvenes se iniciaban en este deporte, entendiendo la diversidad como una expresión fundamental a nivel cualitativo del fenómeno ya que en caso de renunciar a ella podríamos estar hablando de la desaparición de una especie cada vez más escasa: los talentos. Esta diversidad deberá estar presente relacionando a individuos diferentes y con sus particulares características, tanto en relación al juego como a su personalidad, dando mayor calidad a su proceso de formación, y también en los diferentes estímulos que estos reciben en la actividad en cuestión con el objetivo de escapar de aquellos hábitos y comportamientos actuales de los jóvenes, cada vez más homogéneos y sedentarios.
De esta manera, entendiendo el fútbol como fenómeno social total que ejerce una gran fascinación en los jóvenes, deberemos tener en cuenta a aquellos responsables de acercarles este fenómeno, una elevada calidad de intervención, promoviendo contextos adecuados donde estos vivan, desde edades tempranas, aquel tipo de interacciones de calidad que favorezcan su crecimiento.
* Henrique Sanfiz es Entrenador base del FC Porto Dragon Force.
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