Definitivamente, no se trataba de una de las mayores historias de amor de nuestro tiempo. Aunque Sneijder besara en repetidas ocasiones el escudo nerazzurro de su zamarra durante los dos primeros años, no sentía un pálpito especial en el corazón cuando saltaba a jugar en el Giuseppe Meazza. Quizás sí fue colpito da un fulmine interista cuando vio la luz al final del túnel que le había puesto delante Florentino Pérez en Madrid, pero su sentimiento no llegó mucho más allá. Que no se entienda con esto que el resto de jugadores que visten el escudo de Facchetti sean los tifosi más radicales del Inter, ni mucho menos, solo se pretende subrayar que Sneijder era uno más.
Pero qué uno más era… Quizás sólo Zlatan Ibrahimovic supera con holgura las cualidades técnicas de Wesley Sneijder entre todos los grandes jugadores del Inter del último lustro. En ese periodo no cuenta Luis Figo, que sin llegar a arrastrarse estuvo extraordinariamente lejos de su gran rendimiento en Barcelona y Real Madrid. Sneijder probablemente no era el líder del vestuario, papel diseñado por y para Javier Zanetti, pero era el mejor de todos los que lo componían. Irregular, sí, pero suficientemente constante para que su titularidad la debatieran unos pocos descerebrados. Ni siquiera la tremenda influencia en el juego que daba la movilidad de Samuel Eto’o ocultaba la necesidad del toque y la precisión para encontrar desmarques escondidos del holandés. Y qué hubiera sido de Diego Milito sin Sneijder, quién le hubiera puesto los balones. Depender de Thiago Motta habría sido infinitamente menos productivo, está claro.
Resulta entendible que el Inter trate de disminuir su ingente gasto en salarios dando la baja a varios de sus jugadores ilustres, muchos de los cuales habían perdido cierto peso en el desarrollo del equipo. Forlán dejó con las ganas a la tifoseria nerazzurra, Lúcio estaba en clara regresión y Córdoba decidió sentarse en el banquillo pero con traje de delegado. Algo más chocante resultan las bajas otorgadas a Júlio César y Maicon, dos jugadores entrados en años pero que no estaban defraudando a nadie con su rendimiento en los partidos que disputaban. Pero se aceptó por su edad y nadie en el Meazza puso el grito en el cielo. Al menos, en el caso del arquero, Handanovič no dejaba lugar a dudas. En cambio, el reemplazo de Maicon nunca llegó.
Se habló mucho durante el verano de Sneijder. Muchos lo añadían en la lista de bajas junto a los ya mencionados; otros aseguraban que este sería el año del regreso del mejor Sneijder, aquel que consiguió cinco títulos en el 2010. Ninguno tuvo razón. Sneijder siguió en el Inter, se le esperaba como el faro que necesitaba un equipo de escasa calidad técnica para que pudiera aspirar más que al Scudetto, a volver entre los mejores de Europa, esto es, entrar en la Champions League. Así comenzó Sneijder el curso futbolístico, como el enganche ideal entre la rocosa medular y el goleador ataque. Pero llegó una lesión tras el partido contra el Chievo Verona de finales de septiembre y su temporada se paró en seco. El mes de baja pasó, pero su número ‘10’ seguía sin aparecer en las convocatorias del Inter.
El motivo es tan simple como cercano al mobbing: Moratti quería bajarle el sueldo para readaptarlo a la nueva realidad económica de la sociedad milanesa. Como Sneijder no estaba del todo dispuesto a aceptar las nuevas condiciones, se le apartó de los terrenos de juego, aunque el malo de la película pareciera finalmente Andrea Stramaccioni cuando aseguró que era suya la decisión de no poner a Sneijder. Resulta poco creíble, principalmente porque Sneijder es su mejor jugador. ¿Se imaginan a Vilanova quitando a Valdés porque no quiere renovar? Pues eso. La cosa es que Sneijder acababa contrato con el Inter 2015, lo cual genera una pregunta inevitable: ¿por qué quería el Inter renovarlo con tanta urgencia? Para ahorrarse parte del salario que se embolsaría el holandés en esos dos años y medio que le quedaban.
Si alguna vez existió un mínimo amor entre las partes, esta situación se encargó de matarlo. El rostro serio de Sneijder lucía en las gradas de San Siro. Inexpresivo cuando su equipo marcaba, deseoso de encontrar una salida. Esta apareció en su camino, aunque no era la más bonita de todas. El nombre del Liverpool salía una y otra vez en los periódicos como posible destino. No podría negarse a jugar en Inglaterra, en un grande de la Premier; en cuanto llegara la oferta, la firmaría. Pero esa oferta no llegaba. La que sí entró en los buzones del Inter fue la del Galatasaray, pero Sneijder no estaba dispuesto a dar lo que él considera un paso atrás en su carrera. Con 28 años se siente muy capacitado para seguir jugando al fútbol en una liga grande, en un equipo con posibilidades reales de éxito deportivo internacional. Esto no se lo ofrece el Galatasaray, pero sin duda Sneijder se dio cuenta de que será mucho mejor jugar en Estambul que no jugar en Milán.
* Jesús Garrido es periodista.
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– Foto: Reuters
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