"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
2011. Fin de temporada y un desvío en el camino. Sobre la mesa descansa un reto de los que enamoran, en la cara una tímida sonrisa firma la proposición.
Mismo año y distinto fin de curso. Suena el teléfono y una voz lejana le seduce. Solo él podría reemplazar al genio.
Dos hombres, dos destinos y una respuesta: “Está bien, acepto”. Madrid les separó cuando aún nadie les había invitado a conocerse.
Sahín, Gündogan y viceversa. Historias que nacen al obviarse. Dualismo desesperado. El primero de ellos partía con la aceptación de Mourinho y el respaldo de la Bundesliga. Una de las grandes promesas en ciernes del fútbol mundial. Bandera de Klopp en una liga que los borussers volvían a conquistar después de una década. Estilo dentro del campo, dotes de liderazgo y criterio para jugar el balón. Su receta parecía contar con la proporción exacta de ingredientes para ser la gran actualización del segundo año del técnico de Setúbal. Hoy todos sabemos que no fue así. Pero, cómo enamoró la simple insinuación.
Mientras, en Alemania aprendieron a llorar su ausencia, pero lo justo. No son buenos tiempos para las plañideras. Aguardaba en las sombras, su momento. Nadie sabía si estaba listo o no, pero condiciones se le intuían. Y es que, de buenos sueños también murió el hombre y el vacío a llenar por la ausencia del turco era enorme. Los primeros amagos de Gündogan no convencieron. Entradas y salidas del once hasta que encontró su espacio. Klopp, la paciencia y sus frutos. Campeón de Liga y Copa.
La lupa del mundo no se cansó de iluminar el declive físico y moral de Sahin. Al mismo tiempo, se olvidó de encumbrar la figura del sucesor que venía y ya estaba.
2013. Medio año perdido en una cesión. Fantasmas a los que no conocía amenazaban con arrastrarle. De repente, el pasado. ¿Quieres volver? Perdón, pero nunca me fui.
Retomó el camino que le enrevesó el futuro y se enfundó la amarilla de nuevo. Ni él, ni nada eran entonces, los mismos que ayer. Parece demasiado tarde para volver a ser. Aunque nunca es lo suficientemente importante la demora como para no intentarlo. La apuesta como entonces apetece, las dudas siguen atenazándole con más inquina que al emprender su nuevo ser.
Aunque la mudanza a Madrid impidió que confluyeran en el tiempo bajo las debidas circunstancias, hoy el viaje les ha dado una nueva oportunidad.
* Fernando Sosa es periodista.
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– Foto: dapd
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