Esta no es una historia cualquiera, sino la de Dmitry Rybolovlev, el dueño del AS Monaco FC. Daniel Cana nos acerca al personaje en una radiografía exhaustiva que publicamos en la Revista nº 5 del Club Perarnau y que empieza así:
«En Rusia no hay caminos, tan solo direcciones«. Este proverbio ruso bien puede ilustrar la red de toma de decisiones que creció y terminó por sepultar definitivamente la manera de hacer las cosas en la vieja Unión Soviética durante la segunda mitad de la década de los 90. Un reducido grupo de los hombres de negocios más influyentes de Rusia (siete), apostaron por Boris Yeltsin para su reelección como presidente de la Federación Rusa, financiando su campaña de 1996 e inundando de créditos los balances de las grandes, pero empobrecidas, principales empresas del país, aún de propiedad estatal. Pronto, el Estado ruso debió aceptar la realidad y convertir esos préstamos impagados en acciones a cambio: la privatización de toda la maquinaria pública estaba en marcha y, a su poder financiero, el grupo uniría toneladas de información privilegiada e influencia política. Había nacido la semibankirschina, término ideado por el periodista Andrey Fadin, como adaptación y metáfora de la semiboyarschina, el grupo de siete nobles que derrocaron al zar Vasily Shuisky (Basilio IV) en julio de 1610 para permitir la entrada de tropas polacas en Moscú, en el contexto bélico de la guerra que, entre 1605 y 1618, libraron la mancomunidad formada por Lituania y Polonia contra el zarismo ruso, debilitado por una descomunal crisis política y económica. Los Siete Boyardos, nobles terratenientes y jefes de grandes clanes familiares, pragmáticos e influyentes.
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