El nivel de excelencia neozelandesa, las dudas generadas por Australia en los test de junio, la evolución del modelo sudafricano y el cansancio de los jugadores argentinos pueden ser cuatro parámetros que definan, antes de su comienzo, el Rugby Championship 2016.
Australia defiende el título del torneo logrado en 2015 -en formato reducido- sumida en las dudas generadas por los resultados obtenidos contra Inglaterra en junio y por la mala temporada de sus franquicias en el Super Rugby. Que Michael Cheika siempre tiene un plan es algo de sobra conocido por cualquier aficionado atento a su carrera como entrenador; el plan actual pasa por recurrir -de nuevo- a Adam Ashley-Cooper, Matt Giteau y Drew Mitchell. No hay mucho más donde elegir ya que uno de los grandes problemas de Australia es que no produce jugadores jóvenes al mismo ritmo que sus rivales en el torneo. Se han ido sumando algunas dificultades: la enfermedad de Christian Leali’ifano, el cambio de puesto de Israel Folau -ha disputado gran parte de la temporada en Waratahs como 13-, otra temporada casi en blanco para Will Genia y Quade Cooper…
Las buenas noticias se reducen al regreso de Taqele Naiyaravoro a la disciplina de Waratahs tras su experiencia en Glasgow Warriors y la gran temporada de Dane Haylett-Petty en Western Force.
En la primera jornada recibirán a Nueva Zelanda y Michael Cheika no ha perdido la ocasión de abrir fuego contra las posibles dudas que Steve Hansen pueda tener con los puestos de 7 y 10 (los manidos debates sobre Sam Cane-Ardie Savea y Aaron Cruden-Beauden Barrett). Al seleccionador neozelandés le ha faltado tiempo para responderle que “bastantes problemas tiene en su equipo” como para preocuparse de los demás. Cada uno en su papel.
No le falta razón al seleccionador australiano, la página web de los All Blacks señala como “player to watch” de los neozelandeses en el torneo a Beauden Barrett. Lo hemos repetido varias veces a lo largo de la temporada: los problemas de elección de jugadores en Nueva Zelanda los firmarían todos los demás equipos. Falta por ver si, como suponemos, se imponen las jerarquías con Sam Cane y Aaron Cruden -el nivel de Ardie Savea y Beauden Barrett como impact players está fuera de toda duda- o bien se produce un salto en el escalafón en favor de los dos jugadores de Hurricanes.
El otro foco de atención del trabajo neozelandés es la pareja de centros: Malakai Fekitoa-Ryan Crotty para intentar reproducir la fórmula magistral de Ma’a Nonu-Conrad Smith. La presencia de George Moala aporta un perfil de mayor contundencia defensiva y de fijación por impacto en ataque. A esos pequeños matices es a lo que se dedican los de negro, todo lo demás está fuera de duda.
El caso de Sudáfrica tiene un punto irónico ya que muchos analistas, especialistas y/o expertos (además de los aficionados) reclaman ahora que los Springboks jueguen como un equipo al que no conocían hace 6 meses. Allister Coetzee -seleccionador sudafricano- ya ha aclarado que la selección no va a jugar como los Lions. La introducción de jugadores del equipo de Johannes Ackermann ya modificó el estilo de juego sudafricano en los test de junio y su influencia en el equipo seguirá creciendo conforme avance el número de partidos disputados, esa es la evolución lógica que propone el cuerpo técnico.
En la previa del Mundial 2015 adelantábamos que los Stormers (dirigidos por Coetzee la pasada temporada) y los Lions habían demostrado en el Super Rugby que en Sudáfrica había propuestas diferentes a la que mantenía Heyneke Meyer.
Los Springboks sumarán a su tradicional juego de delantera la propuesta dinámica de la línea de los subcampeones del Super Rugby. Faf de Klerk, Elton Jantjies, Lionel Mapoe y Ruan Combrinck a combinar con Damian de Allende, Jesse Kriel, Johan Goosen, Juan de Jongh, Bryan Habana… Muchas variantes ofensivas en el juego sudafricano y muchas opciones de que los Springboks puedan adelantar su línea de presión y jugar en campo contrario (con la pelota y sin ella). Evolución en el modelo y búsqueda de equilibrio de cara al futuro.
La dicotomía Jaguares/Pumas de Argentina ha dado lugar a algunas confusiones durante la temporada:
1) Se esperaba que la franquicia jugase como el seleccionado sin caer en la cuenta de que los equipos nacionales no disputan más de 12 partidos en 6 meses y las franquicias juegan 15 partidos en 4 meses.
2) Tampoco se conocía, ni se podía parametrizar, el desgaste que supone realizar todos los desplazamientos inherentes al Super Rugby.
La buena noticia es que por primera vez los jugadores argentinos, a excepción de Tomás Cubelli, han jugado toda una temporada juntos y han adquirido los automatismos que hasta el año pasado había que intentar conseguir a marchas forzadas en apenas un mes de preparación.
La llegada al plantel de jugadores como Marcos Kremer (hace dos meses estaba disputando el Mundial M20) señalan el camino a seguir en Jaguares/Pumas: aumentar la cantidad de jugadores disponibles y así poder establecer un plantel de 40/50 jugadores susceptibles de ser utilizados sin que se resienta -en demasía- el nivel competitivo.
* Javier Señaris es analista de rugby.
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