El pasado fin de semana, durante los Drake Relays celebrados en Des Moines, Iowa (Estados Unidos), el canadiense Derek Drouin se convirtió en el último saltador en ingresar en el club de los atletas que han sobrepasado la barra colocada a una altura de 2,40 metros.
Javier Sotomayor (2,45); Patrick Sjöberg, Carlo Thranhardt e Ivan Ukhov (2,42); Igor Paklin y Bohdan Bondarenko (2,41); y Sorin Matei, Charles Austin, Hollis Conway, Vyacheslav Voronin, Stefan Holm, Mutaz Essa Barshim y Aleksey Dmitrik (2,40) fueron sus predecesores.
Pero vamos a centrarnos en el primero, el entonces soviético Rudolf Povarnitsyn. Nacido el 13 de junio de 1962 en Votkinsk, una pequeña ciudad industrial de los montes Urales ( la misma en la que nació el gran compositor Piotr Ilich Tchaikovski), era un saltador con unas buenas condiciones para este salto vertical ya que medía 2,01 metros, por un liviano peso de 75 kg.
La primera vez que saltó los dos metros fue en 1980. En 1981 subió hasta 2,15 y hasta 2,18 en 1982. El 3 de julio de 1983, en Kiev (Ucrania), mejoró su marca personal hasta 2,22 y en 1984 no estaba entre los cincuenta mejores atletas del mundo. Pero entrenando había saltado 2.35, según su entrenador Vladimir Kiba.
El chino Zhu Jianhua tenía el récord mundial con 2,39 y se pensaba que sería el primero en subir por encima de la barrera de los 2,40, junto con el sueco Patrick Sjöberg o los alemanes Dietmar Mogenburg y Carlo Thranhardt. Pero fue Rudolf el primero en conseguirlo. Había saltado 2,26 en junio en Moscú en el Memorial Hermanos Znamenski, mejorando su marca personal. Compitió en los campeonatos soviéticos y solo fue sexto.
El 11 de agosto de 1985, a las 18 horas y 40 minutos, hizo trizas su marca personal nada menos que en catorce centímetros y por cuatro veces, durante una semifinal de la Copa soviética. No tuvo fallos en 2,13, 2,16, 2,19, 2,22, 2,25, 2,29 y 2,32. Necesitó los tres intentos para rebasar los 2,35 y otros tres para convertirse en plusmarquista mundial y ser el primero con 2,40. Anatoliy Korobenko fue segundo con 2,29 y Sergey Zaitsev, el tercero con 2,22. Rudolf dijo que ese día le había motivado mucho saltar con Sergey Bubka, cuyo pasillo de salto estaba al lado. El pertiguista, que competía en casa, subió ese día hasta 5,85.
Cuando los teletipos de la época enviaron la noticia, el mundo atlético no daba crédito. ¿Povar… qué? ¿Quién es ese? ¿Seguro que ha saltado 2,40? Rudolf era un perfecto desconocido. Poco le duró el récord, ya que su compatriota Igor Paklin saltó un mes después 2,41 en la Universiada de Kobe, Japón.
Su mejor marca en 1986 fue de 2,30, conseguida el 22 de junio en Tallin (Estonia) en un encuentro contra los alemanes orientales, siendo el primero de la competición. No acudió al campeonato de Europa que se celebró en la ciudad alemana de Stuttgart. El 28 de febrero de 1987 consiguió su mejor marca en pista cubierta con un salto de 2,29 en Klaipeda (Lituania).
Povarnitsyn consiguió su sueño de conseguir una medalla olímpica en Seúl 1988. Para ello tuvo que igualar su mejor marca del año con 2,36, conseguida en Bratislava (Eslovaquia) el 9 de junio. El campeón olímpico fue su compatriota Gennadiy Avdeyenko con 2,38, el estadounidense Hollis Conway logró la plata con 2,36 y Rudolf compartió el bronce con otro mítico de la especialidad, Patrick Sjöberg. Un concurso limpio hasta 2,34, pasando por 2,20, 2,25, 2,28 y 2,31. Un nulo en 2,36 le privó de ser subcampeón olímpico en beneficio de Conway, y no pudo con 2,38.
Su mejor registro en 1989 fue de 2,34, conseguidos en su pista talismán de Bratislava el 14 de junio. En 1990 se centró en la temporada de pista cubierta. Consiguió un mejor salto de 2,33 en Berlín (Alemania) el 23 de febrero y compitió en los campeonatos europeos bajo techo celebrados en Glasgow (Reino Unido), pero solo fue noveno con una floja marca de 2,24.
Su último gran campeonato fue el mundial de Tokio (Japón) en 1991. Saltó 2,27 en la clasificación y se metió en la final, pero solo pudo ser decimotercero con unos discretos 2,24. Su mejor marca ese año fue de 2,31, en la pista cubierta de Sulingen (Alemania).
Povarnitsyn es un claro ejemplo de llegar a ser el mejor del mundo en un breve espacio de tiempo para después no seguir ahí en un nivel tan elevado. Jamás se acercó a su mejor marca, aunque siguió compitiendo a un nivel aceptable (nadie esperaba que en Seúl’88 sacara medalla). Está claro que lo difícil no es llegar, sino mantenerse. Pero fue el primer 2,40 y de manera muy sorprendente.
Ahora mismo el nivel de la prueba es muy alto. Creo que el vetusto récord de Sotomayor va a caer este año y puede que más de una vez o por más de un atleta.
* Joan Pelayo es juez-árbitro de atletismo, especialista en pértiga y miembro fundador de la AEEA.
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