Los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron los primeros sin un boicot político desde 1972. La tregua soñada parecía llegar con la designación de España como anfitrión, un país que había conseguido mantenerse neutral entre la guerra de bloques y que no renunció a participar en las cuatro citas olímpicas precedentes. Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional durante 21 años, realizó una encomiable labor en busca de la reconciliación, pero el mapa político europeo iba a cambiar poco tiempo antes de la cita de Barcelona.
La reunificación alemana, la desmembración de la Unión Soviética y los conflictos bélicos en la antigua Yugoslavia establecieron un nuevo escenario que calibraría en los Juegos de la 25ª Olimpiada la capacidad de la organización para sobreponerse a las dificultades previas generadas.
5 de agosto de 1992. Quinto lanzamiento de la final de disco. Romas Ubartas, lituano de nacimiento y ex-soviético desde hace poco tiempo, se dispone a lanzar. Está viviendo un gran duelo con Jurgen Schult (1), otro atleta que compite por primera vez en unos Juegos bajo una nueva bandera. Era la repetición del enfrentamiento vivido cuatro años antes en Seúl.
Entonces, el atleta de la RDA batió al representante de la URSS en la lucha por el oro. En Barcelona, a Ubartas le asiste algo más que la posibilidad de colgarse una medalla al cuello: Lituania volvía a unos Juegos Olímpicos de verano 64 después.
Romas se dirigió al círculo de lanzamiento con alma y convicción, el oro se encontraba a 65 metros de distancia… Fue una de las victorias más significativas de la competición.
Con la caída del régimen comunista en la Unión Soviética, las repúblicas bálticas (Lituania, Letonia y Estonia) fueron las primeras en proclamar su independencia. Como estados reconocidos por los estamentos internacionales, su reingreso en el movimiento olímpico fue uno de los primeros pasos a seguir. (2)
En los años ochenta, las tres federaciones bálticas habían actuado solidariamente entre ellas en la búsqueda del reconocimiento de sus derechos nacionales. Estos movimientos nacionalistas fueron popularmente conocidos como «la revolución cantada”. La ambición de libertad de las tres repúblicas quedó de manifiesto el 23 de Agosto de 1989. Los habitantes de las tres federaciones implicadas formaron una cadena humana de 600 kilómetros, los que separan Tallín, capital de Estonia de Vilna (Lituania), pasando por la letona Riga.
Pronto el deporte les daría la oportunidad de demostrar su valía y potencial, defendiendo sus propios colores.
Ubartas se había colgado la corona de olivo en una prueba tan singular dentro del olimpismo como el lanzamiento de disco. Por primera vez, un atleta escuchaba el himno lituano y veía izar su bandera en la historia de los Juegos Olímpicos.
Pero no sería el último momento de emoción para esta pequeña república báltica. El torneo de baloncesto de los Juegos de Barcelona fue especial por múltiples razones, recordado por acoger al verdadero y único “Dream Team” en la pista del Pabellón Olímpico de Badalona. Los hechos anteriores a la competición fueron ciertamente tumultuosos y en algún caso condicionaron de forma evidente el desarrollo final del torneo.
El primero de ellos ocurre ocho meses antes de los Juegos. Magic Johnson, estrella de la NBA, anuncia que es portador de anticuerpos del VIH y en principio no competirá en Barcelona. Días más tarde del anuncio, el COI readmite nuevamente a los comités de las tres repúblicas bálticas. Habría rivales con banderas diferentes para la selección de estrellas de la NBA en Barcelona, un equipo que sí contaría al final con “Magic”, que recibió apoyo de la totalidad de sus compañeros y del mundo del basket.
Lituania sería el otro “dream team” de la cita olímpica. Los Sabonis, Kurtinaitis o Karnisovas vivieron su momento de esplendor en la lucha por la medalla de bronce. El rival fue nada menos que el Equipo Unificado (solución de urgencia para el resto de repúblicas ex-soviéticas que no acudieron con comité olímpico propio). El EUN fue el último combinado con aire propiamente soviético que compitió en un gran campeonato.
Los lituanos habían sido pieza clave en las medallas conquistadas en anteriores citas. Por ejemplo, Arvydas Sabonis y su gran actuación en 1988. El pívot se había negado poco tiempo antes a competir con la selección de la Unión Soviética; su lugar estaba en Lituania. Por eso, aquel bronce tuvo casi tan buen sabor como el oro de Ubartas, porque fue conquistado ante los rivales políticos del equipo unificado y porque la tercera plaza contenía un valor especial en aquel campeonato, reservada la primera y la segunda para los dos frentes del baloncesto mundial: la todopoderosa Estados Unidos y la pseudo-resquebrajada Yugoslavia, con representación croata en los Juegos.
Veinte años más tarde, todavía se recuerda la exhibición de la selección de Estados Unidos sobre el parqué del Pabellón Olímpico de Badalona. ¿Qué habría pasado si los norteamericanos hubieran tenido en frente a un equipo yugoslavo completo? La respuesta a esta pregunta la contesta perfectamente Juanan Hinojo en su estudio sobre el baloncesto yugoslavo, ‘Sueños Robados‘.
La guerra frenó y separó a aquella generación preparada para reinar. Los Juegos Olímpicos de Barcelona se presentaban en el horizonte como una fecha demasiado temprana en las vidas de estos superdotados del deporte, pero la calidad de los Divac, Kukoc o Petrovic, hizo que muchos pensaran en las grandes posibilidades del equipo en la cita olímpica del 92. Por ello, su verdadera prueba de fuego sería el Mundobasket de 1994 que tendría que disputarse en Belgrado, y los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996. La evolución de la gran generación de jugadores yugoslavos y la salida de nuevos talentos debido al refuerzo de sus estructuras y competiciones internas, habrían convertido probablemente a Yugoslavia en el epicentro del baloncesto mundial.
Pero como señala Hinojo, todo son hipótesis. Nunca sabremos que habría pasado si el 8 de agosto de 1992 hubieran saltado los jugadores de la NBA a jugarse el oro frente a una Yugoslavia sin fisuras, con todas sus estrellas en liza y con la mente fijada única y exclusivamente en un partido de basket.
El preolímpico de Barcelona 92 dio opción a Lituania y Croacia de disputar los Juegos. No así al combinado yugoslavo, formado ya exclusivamente por jugadores serbios y montenegrinos. El equipo no pudo participar en la clasificación olímpica al recibir la sanción por parte de las Naciones Unidas. Caso similar al que le ocurrió a la selección de fútbol, excluida de la Eurocopa del mismo año. Incluso se planteó que pudieran competir bajo bandera olímpica o de la FIBA en el preolímpico disputado en Bilbao, Granada, Murcia, Badajoz y Zaragoza. Pero la decisión fue tajante y el equipo de Dusan Ivkovic quedó excluido.
Los atletas individuales sí que pudieron participar en Barcelona 92 bajo bandera olímpica, no así los deportes de equipo.
Distinto fue el caso de las repúblicas bálticas, que desfilaron en la ceremonia de inauguración orgullosos de volver a los Juegos. Los lituanos, concretamente, muy abrigados en su atuendo pese a las altas temperaturas y la humedad reinante en julio en la ciudad condal. Su abanderado, el nadador Raimundas Mazuolis, no olvidará ese momento.
Romas Ubartas también recordará el foso de lanzamiento del entonces estadio olímpico de Montjuic. Y los héroes del basket siempre guardarán un trozo de Badalona en su alma. Fueron los otros triunfadores de un torneo con un rey anticipado. Lituania volvió a ser olímpica y volvió a creer en la fuerza del destino.
(1) Jurgen Schult sigue ostentando a día de hoy el récord del mundo en lanzamiento de disco, con una marca de 74.08, conseguida en 1986
(2) Lituania participó en los Juegos Olímpicos de verano en 1924 y 1928, en los de invierno de 1928
Estonia participó en los Juegos de verano de 1920, 1924, 1928, 1932 y 1936, en los de invierno de 1928 y 1936
Letonia participó en los Juegos Olímpicos de verano de 1924, 1928, 1932 y 1936, en los de invierno de 1924, 1928 y 1936
* José Hernández es especialista en olimpismo. En Twitter: @rainerbonhof
– Fotos: Eugenijaus Onaičio – Lou Capozzola
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