"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Cuando River perdió ante All Boys, a la postre uno de los descendidos a la Primera B Nacional, pocos apostaron por un campeonato. Más allá de merecimientos, el equipo de Ramón Díaz llevaba 11 puntos en ocho partidos, contabilizando además tres derrotas. El entrenador estaba en el foco de la tormenta y la nueva dirigencia jamás había mostrado un apoyo claro hacia el riojano. Once encuentros más tarde, el equipo de Núñez se terminó consagrando, cortando una sequía de seis años –en Primera División– con un descenso incluido en ese lapso.
El fútbol argentino es demasiado volátil. Antes del torneo hablábamos del tiempo de descuento para Díaz en River y Carlos Bianchi en Boca; la victoria (ajustada) en el Superclásico parecía sellar el futuro del Virrey y darle aire al entrenador millonario. Uno fue campeón, el otro terminó en segundo lugar pese a no haber tenido nunca opciones reales de consagrarse.
Esto nos muestra que los análisis no pueden ser concluyentes en este medio. Atlético Rafaela parecía candidato a sorpresa, pero deberá revalidar su condición de equipo de Primera en un desempate ante Colón. Godoy Cruz fue uno de los equipos más vistosos y agradables, incluso era uno de los contendientes por el certamen tres jornadas atrás. Terminó entrando a la Sudamericana, pero si Racing le hubiera empatado en el cierre este domingo, habría sido el tercer descendido.
Más allá de la sinrazón de esta modalidad de disputa de torneos (tanto por ingreso a copas internacionales como con el maldito promedio de descenso), River terminó configurando una segunda mitad de campeonato que lo arroja como un vencedor justo. Y lógico. Ante una paridad tan marcada, hacerse tan fuerte de local –nueve triunfos en diez cotejos en el Monumental– es sinónimo de protagonismo.
Indicábamos aquel juego ante All Boys como un antes y un después. Tras ese partido en Floresta, la línea de tres defensores pasó a la historia y volvió el 4-3-1-2. Ese cambio táctico (en parte forzado por la expulsión de Vangioni aquella noche), más allá de darle otro funcionamiento colectivo al Millonario permitió la explosión de Carlos Carbonero, quizás el mejor jugador de River en el torneo. A su vez, Ledesma creció al ser el pivote único a partir del cual River construye juego: Lanzini no es enganche, es mucho más mediapunta, el organizador de juego es el veterano Lobo, autor de un verdadero golazo en el juego decisivo de este domingo ante Quilmes que finalizó 5-0.
Por otro lado, apareció también Rojas en el equipo de una manera mucho más regular. Jamás será figura el exjugador de Godoy Cruz, pero es una rueda de auxilio constante. Tanto para Ledesma en la recuperación, como para Vangioni en el carril izquierdo. De buen pie, es una de esas figuras silenciosas que pocas veces tienen el reconocimiento que se merecen. En definitiva, los diez jugadores de campo habituales (Mercado, Maidana, Balanta, Vangioni, Carbonero, Ledesma, Rojas, Gutiérrez, Cavenaghi) se destacan por su técnica individual, con un buen control y manejo.
Punto aquí para el tantas veces criticado Ramón Díaz. Pese a su predilección por el 3-4-1-2 (esquema con el cual había sido campeón con la Banda en el Clausura 2002), cambió a tiempo.
De los once titulares del equipo base, tres son colombianos y todos ellos han sido importantísimos para este título. De Éder Álvarez Balanta ya hemos hablado acá; pese al bajón lógico que tuvo tras su fenomenal irrupción en la primera mitad del 2013, este campeonato volvió a su nivel junto a un muy buen compañero de zaga como Jonathan Maidana. Menos espectacular, mucho más sobrio y aprendiendo cuándo arriesgar y cuándo no, el bogotano ya es campeón en una carrera que parece no tener un techo visible.
Carbonero llegó a River el año pasado, luego de haber sido figura y festejar un título en el 2012 en Arsenal. El pésimo andar del equipo en el semestre pasado lo condenó y jamás pudo desarrollar su potencial. Con el 3-4-1-2 debía estar empeñado en un ida y vuelta que lo perjudicaba. El cambio de esquema lo favoreció como a ninguno en el equipo y se fue soltando. Mucho más wing que interior, aportó goles, llegadas al vacío y creatividad. Muy probablemente no siga en el club para la próxima temporada. Europa lo espera.
Teófilo Gutiérrez llegó como la gran apuesta de River a comienzos de temporada. Mostró su talento a cuentagotas en el Inicial 2013 en un marco en el cual jamás parecía acompañado. En este River campeón fue el jugador más importante de la ofensiva, más allá de no ser el más goleador. Teo entiende todo y es un concepto hecho delantero. Debilidad personal de quien escribe, logró poner todo su fútbol al servicio del equipo, lejos de los escándalos que marcaron el final de su etapa en Racing. Es el mejor delantero –y por un campo– del medio argentino. Ramón pareció desconfiar de su juego en algún pasaje de esta temporada, pero base de buenas acciones terminó siendo importantísimo. Que haya hecho el gol decisivo fue un toque de justicia para alguien que con otro temperamento (u otros consejeros) tendría que haber sido pieza clave de un grande europeo. Tiene por delante el Mundial de Brasil.
Decíamos que Teo no fue el goleador del equipo. Ese honor le terminó correspondiendo a Fernando Cavenaghi, refuerzo estrella del club para este torneo. Con el Cavegol se da algo que también pasa con Ramón Díaz: se necesitan mutuamente con River. El Torito, un delantero técnicamente perfecto y con mucho olfato, tuvo pocos momentos gratos en otros clubes. Sí tuvo un buen pasaje en el Girondins Bordeaux, y algo de él podríamos destacar de su estadía en el Spartak ruso. Sin embargo, su lugar en el mundo es Núñez.
Su último paso fue el año de River en la Primera B Nacional. Un gran arranque se vio opacado luego por el arribo (clave) de David Trezeguet para el ansiado ascenso. Junto al Chori Domínguez se fueron por la puerta de atrás tras el campeonato de Segunda División, echados por Daniel Passarella, por entonces presidente de River. Anduvo errando por el Villarreal y el Pachuca, con poco éxito.
Volvió al club y desde lo simbólico fue importantísimo. En el juego, sus aportes no han sido regulares, aunque los números terminen revistiendo de mayor importancia su actuación. Ocho goles –dos de penal– lo ubican como el máximo goleador de este River que alcanzó su título 35º de Primera División entre amateurismo y profesionalismo.
No fue el partido ante All Boys el único momento clave. Estos son algunos de los puntos salientes en la campaña:
Para Ramón Díaz, esta vuelta a River en forma de redentor no solo era el regreso tan ansiado. Tras un mal paso por San Lorenzo en su segunda etapa, un fracaso anterior en el América de México y en especial su estadía como partícipe necesario para el descenso de Independiente, otro revés habría significado un golpe muy duro a su carrera como director técnico. Un muy buen primer semestre seguido de uno opuesto le ponía a este campeonato mucha tensión. Ramón sale airoso.
Además del mencionado cambio de esquema, tuvo algunas decisiones muy importantes. La entrega de la batuta a Ledesma, jugador que antes de su llegada parecía condenado al ostracismo. El respeto por el lugar de Barovero en los juegos finales más allá del nivel de Chichizola; otra decisión hubiera sembrado la polémica. Apartar a Leonardo Ponzio, pese a su importancia en el vestuario, por su pobre nivel. Por otro lado, aunque no logró generar con Teo ese feeling especial, terminó entendiendo la importancia del colombiano en este equipo. También apostó por Lanzini y la decisión fue acertadísima.
Seguramente se repetirá que River volvió a ser, que hay un antes y un después de esto, que la nueva dirigencia cambió al club. La realidad indica que hay que ser cautos. Por un lado, porque estos campeonatos cortos han erigido éxitos de barro, Banfield fue campeón y poco tiempo después descendió, lo mismo le cabe a Argentinos. En segundo lugar, porque tanto el armado del plantel como la elección del cuerpo técnico le cabe a la conducción anterior. En tercer lugar, porque este título no resuelve los problemas económicos del club, aunque sí llega en un gran momento. Capitalizar esto para que no sea el punto de llegada, sino el trampolín, es la tarea de la nueva dirigencia.
* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web “Cultura Redonda”.
– Fotos: EFE – River Plate
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