En 1988, el Sevilla F .C. se hizo con los servicios de Rinat Dassaev procedente del Spartak de Moscú. Sería el primer jugador soviético que militaría en la liga española, tras unas complejas negociaciones con el club, el Ministerio de Deportes soviético y el propio Mijail Gorbachov. Hasta entonces, los jugadores del Telón de Acero no podían fichar por equipos españoles. El guardameta ruso contaba con la vitola de ser el mejor portero del mundo por entonces y de haber sido subcampeón de la Eurocopa de 1988, en la que la URSS perdió en la final tras el indeleble gol de Marco Van Basten. No obstante, el paso de Dassaev por la ciudad hispalense sería recordado por una anécdota, impregnada con tintes de leyenda urbana, muy recordada.
En su primera temporada en el club (1988/1989), los aficionados sevillistas le concedieron el apodo de Rafaé al pronunciar erróneamente su apellido. Su nombre infundía respeto a todos los rivales, aunque sus actuaciones no terminaban de avalarlo. Debutó ante el Real Madrid de Hugo Sánchez y encajó el primer disparo que recibió. Al año siguiente (1989/1990) fue colocado titular por orden del presidente Luis Cuervas para rentabilizar la astronómica cantidad que el club había desembolsado por él, aunque no convencía al entrenador Vicente Cantatore.
El rendimiento de Dassaev en 1991 había bajado considerablemente tras una lesión de rodilla y ya ni el presidente, su gran valedor, confiaba en él. Ni los tres mil aficionados del Sevilla que lo recibieron en el aeropuerto de San Pablo a su llegada motivaron su puesta a tono. Dicho sea de paso, comenzó a extenderse el rumor sobre el gusto del guardamenta soviético por frecuentar los bares de copas hasta altas horas de la madrugada y sus múltiples citas con Monchi, Andrade y Conte en una famosa bodeguita sevillana.
El 8 de julio de 1991, Dassaev ya había finalizado su contrato con el Sevilla y se encontraba negociando con el Oporto. Cuando volvía de una de sus múltiples noches de fiesta, iba conduciendo su Citröen BX, propiedad del Sevilla, y se precipitó a una altura de cinco metros al foso que rodea el Rectorado de la Universidad de Sevilla, la antigua sede de la Real Fábrica de Tabacos. El ya exportero sevillista se fracturó el cuarto metacarpiano y sufrió una herida superficial en el párpado izquierdo. Preguntado por si se encontraba en estado de embriaguez, Dassaev afirmó: “No me hicieron la prueba del alcohol y no hablé con ningún policía, así que no sé de dónde ha salido que estaba borracho”.
Tal fue el alcance de la estrambótica noticia que proliferó el rumor de que Dassaev se había caído hasta cuatro veces en el mencionado foso. Lo que sí es cierto es que el subcampeón de la Eurocopa 1988 puso punto y final a su carrera y permaneció en el Sevilla F. C. como entrenador de porteros. Un triste final para que el fue el mejor portero de la historia de la Unión Soviética tras Lev Yashin.
* José Ángel Ríos.
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