"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
Estar sin blanca en la antigua Grecia era una verdadera faena. Probablemente no podrías asistir a ninguna de las lecciones magistrales de Platón o Aristóteles, además de no poder adquirir comida en los mercados de alimentos. Y aunque parezca contradictorio, el peor momento para no tener unas moneditas sueltas era en el último aliento, cuando te llegaba la hora de ir a visitar al bueno de Hades. Si antes de ser enterrado o incinerado nadie colocaba un óbolo en la boca del difunto, éste no iba a poder cruzar de un lado a otro el Aqueronte en la barcaza de Caronte, que tan sólo se ablandaba y aceptaba realizar el viaje por la gorra después de que el alma recientemente fallecida hubiera estado cien años vagando por las riberas del mitológico río. Con una moneda, Caronte accedía gustoso a transportar al muerto en su camino hacia el Inframundo.
En nuestros días, hay una expresión muy común que se utiliza para hacer alusión al intento en vano de conseguir alguna cosa: “Tanto remar para morir en la orilla”. De una forma o de otra, todos la hemos oído haciendo alusión a infinidad de temas muy diferentes entre sí. Para su desgracia, los que más la están pronunciando en los últimos años son los seguidores del Arsenal.
Dos temporadas seguidas en los octavos de final de la Champions League y el Arsenal se ha quedado en las dos apenas a un gol de conseguir una gesta histórica, una remontada inigualable. En ambas ediciones de la máxima competición europea, los gunners realizaron dos abominables partidos en la ida de las eliminatorias. Hace un año, el Arsenal visitaba San Siro para enfrentarse al Milan, que se había clasificado por detrás del Barcelona en la fase de grupos. Aquel equipo rossonero poco tiene que ver con el que perdió esta semana 4-0 en el Camp Nou. Un minotauro llamado Zlatan Ibrahimović lideraba una plantilla de mucha calidad (y muchos años) que arrolló al equipo de Wenger por ese mismo resultado: 4-0.
Tres semanas después se disputó el mismo partido pero en territorio británico. En el imaginario gunner apenas había espacio para una hazaña que pudiera dar la vuelta a lo sufrido en la capital de la Lombardía. A los siete minutos, Laurent Koscielny hizo que los desconfiados aficionados ingleses se metiesen de lleno en el partido, aunque la cuesta que quedaba por superar era todavía empinadísima. Mediada la primera parte, Rosický alentaba la esperanza y Robin van Persie jugaba con el corazón de sus ahora ex seguidores cuando al borde del descanso transformaba un penalti que dejaba al Arsenal a un gol para igualar la ronda, con 45 larguísimos minutos por disputarse en casa inglesa.
Hasta un servidor se volvió durante un rato fiel amante de la entidad gunner, ya que sólo había visto algo así ocho años antes, cuando precisamente el Milan tiraba a la basura una ventaja de tres goles contra el Deportivo. Yo me lo creí, pensaba que era posible, pero no le sucedió lo mismo a los jugadores del Arsenal, que cogieron un óbolo, se lo pusieron en la boca y se montaron en la barca de Caronte para visitar el inframundo de la Champions League. Remaron y remaron aquel día, pero sobre la barca equivocada, muriendo en la orilla del Aqueronte.
Doce meses pasaron desde aquel viaje a los dominios de Hades. El dios les permitió volver a intentarlo una vez más y les dio un pasaje de vuelta a la Champions League con la advertencia de no volver a repetir la misma historia, o el inframundo se convertiría en el hogar del Arsenal. El destino (y una fase de grupos más bien flojilla) obligó al Arsenal a volver a medir fuerzas con un titán de Europa, el Bayern München. Los poderes de los londinenses, por decirlo así, no son los de Hércules y en el primer envite fueron barridos por los gigantes bávaros, que les dejaron poca opción de maniobra para la vuelta en la ciudad alemana.
El espíritu este año era incluso menos optimista que el de hacía 359 días, no en vano se enfrentaban a un equipo que era mejor que aquel Milan, famélico de victorias en Europa. Pero otra vez un francés volvió a inspirar confianza a los ingleses. Giroud abrió el marcador, haciendo que dos goles más valiesen al Arsenal para pasar de ronda y no tener que rendir cuentas con Caronte. Sin embargo, a pesar de la ventaja en el marcador, el Arsenal apenas molestó a Manuel Neuer, que de hecho estuvo bastante más tranquilo que Łukasz Fabiański. Pero la Champions League, una vez más, fue cruel con la afición gunner cuando Koscielny marcó el gol del 0-2 a cinco minutos del 90. Otra vez se lo volvieron a creer, pero otra vez se montaron en la barca errónea. Caronte se ganó su óbolo y ésta puede ser la última oportunidad que Hades le dé al Arsenal en la Champions. Tienen hasta mayo para negociar con él.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: AP
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