1.- En el juego de tronos de la Copa de Campeones, el Reino hispalense hereda la silla del FC Barcelona. Una dinastía con valor, unidad y sacrificio. Por primera vez en sus 28 ediciones el Sevilla se proclama mejor equipo juvenil de España. Un único gol, una muestra de talento y espontaneidad, sirven para desequilibrar la balanza entre defensa y ataque, entre fe y donaire. Joaquín, el asistente, y Jairo, el goleador, seguro que no lo olvidarán jamás
2.- En una final, el aire parece más denso, las piernas necesitan el lubricante del éxito y la mente el oxígeno del acierto. El talento se apelmaza hasta que surge la gloria. Espanyol y Sevilla sufrieron la ansiedad de pensar que una derrota significa dar menos de lo que se espera. Imprecisiones y pocas llegadas en el primer acto. Nadie impuso una mordaza a la técnica; el contexto del propio juego requería la aparición de cracks. Los blanquiazules formaban un rondo con el balón en su poder, pero poco atrevimiento. Los sevillistas, más preocupados de defender con muchos hombres porque para atacar les valía con desplegarse del orden al caos de un pase largo.
3.- Batalla táctica entre dos estilos bien distintos. El Espanyol, ordenado alrededor de la pelota. Guarda el balón, lo muestra y lo lleva de acá para allá.
Mientras, el Sevilla construye un muro ante las acometidas a campo abierto del equipo perico, defiende sin perder de vista la redonda, mirándola de frente, y atacan como lanzas. Jairo y Rubio, delanteros del Sevilla, son armas arrojadizas que aterrizan en el lado más débil del adversario, su espalda.
4.- Al comienzo del segundo tiempo apareció Joaquín. De la banda al medio, engarza el pase con el gol. Toma la pelota entre líneas, sortea rivales a su paso y lanza el balón al desmarque de Jairo que define de tiro cruzado en el interior del área.
5.- Victoria de los intangibles, la parte del fútbol que más educa. Con el resultado a favor, todos los jugadores del Sevilla se convirtieron en uno. Amurallados como la Giralda, con un vigía en el frente de ataque, Rubio, que corría a todos los balones largos. El Espanyol no cesaba de intentarlo, nunca se traicionó. Pero en el Sevilla, la disciplina y el orgullo eran su leitmotiv.
6.- El míster del cuadro hispalense, Diego Martínez, cambió la partitura. Joaquín se sumó al medio campo, Rubio y Jairo no paraban de sellar los carriles. Muchos bemoles en el pentagrama, una defensa llena de notas “blancas” (hoy vestidas de rojo) silenciaron al ataque perico.
7.- Jugadores ambiciosos, con calidad y un fin común: ganar. Desde Sergio Rico, el héroe de las semifinales atajando tres penalties decisivos. Pasando por las línea defensiva, expertos en coberturas. Llegando al centro del campo donde reside el esfuerzo físico de Beto y el temple de Joaquín, Antonio Cotán o Enrique Rivas. Hasta llegar a la punta de lanza, Jairo y Rubio indispensables por su esperanza, capaces de guardar la pelota como un tesoro para compartirlo con el resto de sus compañeros.
y 8.- Los derrotados: el RCD Espanyol. Un equipo de firmes convicciones, técnica y mentalidad que una derrota no va a diluir. Su pirámide invertida, donde centrales y mediocentros actúan como vértice que sostienen a sus carrileros y tres delanteros, no ha podido doblegar al Sevilla en una final que se ha decidido en lo emocional.
– Fotos: Miguel Ángel Montoya
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal