"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
El partido del sábado en Sevilla reflejó en buena medida lo que apuntábamos como apuesta más probable de Luis Enrique para sobrevivir sin Messi ni Iniesta. Partiendo de un teórico 4-3-3, el equipo replegaba en 4-4-2, con Suárez y Neymar liberados de labores defensivas, y tendía a desplegarse en 4-3-1-2 por la insistencia de Neymar en moverse hacia el carril central para situarse detrás de los dos delanteros y liderar los ataques. A pesar de que en rueda de prensa Luis Enrique dijera que querían tener el control del partido, la apuesta por Mascherano como mediocentro es un indicador claro de que el técnico asturiano asumía que el partido terminaría siendo un intercambio de transiciones, el único escenario donde el argentino es mejor que Busquets en esa posición.
Lo ocurrido durante el encuentro sirve para sacar algunas conclusiones sobre este planteamiento. En lo positivo, el Barça solventó la mayor parte de problemas que el sistema planteaba cuando se ensayó por primera vez a principios de la temporada pasada. La velocidad de Mascherano le permite acudir en ayuda de los centrales en las transiciones defensivas, lo que permitió al equipo firmar unos primeros 45 minutos con un balance muy favorable en cuanto a ocasiones claras de gol generadas. Solo la falta de puntería explicaba un 0-0 al descanso que se tornó 2-0 en contra por la extraordinaria efectividad sevillista en las dos primeras ocasiones que creó al inicio del segundo tiempo. A pesar del marcador adverso, también fue positiva la reacción del equipo y su capacidad para seguir generando ocasiones después de que el Sevilla pasara a plantear una defensa mucho más cerrada, aunque una vez más el poco acierto en la conversión acabó haciendo inútil el esfuerzo. En cualquier caso, que por segunda vez en lo que va de temporada el Barcelona pierda en el intercambio de golpes contra equipos teóricamente inferiores podría considerarse un accidente.
En lo negativo, la realidad es que el equipo no tuvo pausa en ningún momento. Solo consiguió asentarse en campo rival cuando el Sevilla se echó atrás tras el 2-0. En ese contexto, Luis Enrique movió piezas para volver a un dibujo más conocido: con la defensa ya asentada en la divisoria, Mascherano volvió a hacer pareja con Piqué, Busquets recuperó la posición de pivote y Sergi Roberto se trasladó al interior izquierdo, dejando el carril para Alves. Pero lo preocupante fue que el cambio de escenario se consiguió por las facilidades que dio el rival al retrasar sus líneas, no por méritos propios.
Si realmente se quiere conseguir algo más de control, a falta de un organizador disponible en la plantilla (Neymar asumió los galones en Sevilla, pero su fútbol siempre verticaliza y no da tiempo al equipo a asentarse en campo rival), no queda más que juntar en el centro del campo a los tres jugadores que, sin serlo, por lo menos pueden aportar juego en corto. Esto sería volver a emplazar a Busquets como pivote y acompañarlo de Rakitic y Alves como interiores, un movimiento arriesgado porque la combinación tampoco asegura completamente el control, y si no se consigue, Busquets volvería a verse incapaz de contener las transiciones ofensivas rivales como ocurría a principios de la temporada pasada.
Para poder solucionar el problema, cabría la posibilidad de un cambio de sistema más profundo, poco probable por lo que le hemos visto a Luis Enrique hasta el momento, pero que merece la pena teorizar aquí. Se trataría de plantear un 3-5-2 en el cual el tercer defensor sirviera para contener mejor los contragolpes contrarios, fuera poblando el carril central con un jugador adicional, fuera permitiendo que los otros dos centrales pudieran hacer coberturas a la espalda de los carrileros sin dejar el centro descubierto. Además, Neymar dejaría de ejercer de enganche para ser un segundo delantero con total libertad de movimientos, por lo que la aceleración que da al juego se produciría más adelante, reduciendo así el riesgo de contraataque fácil en caso de pérdida.
Además, este sistema por fin abriría las puertas del primer equipo al talento organizador de Sergi Samper. Si el canterano tiene problemas de encaje cuando se utiliza un sistema en el que el pivote tiene más importancia defensiva que ofensiva, el 3-5-2 por fin le brindaría la oportunidad de brillar en un hábitat favorable a sus características individuales. Jugar con tres centrales por detrás y con dos interiores con buena aportación defensiva haría posible que el canterano desplegara sus virtudes con balón sin que al equipo le perjudicaran sus carencias sin él. Salvando las distancias, desempeñaría un rol parecido al de Pirlo en la Juventus de Antonio Conte y se convertiría en el verdadero maestro de operaciones. Se recuperaría para el Barcelona la figura del organizador situado justo por delante de la defensa.
En resumen, hay opciones para por lo menos intentar recuperar mayor control del partido pese a las bajas. Sea promocionando a un organizador como Samper, sea jugando sin organizador, pero juntando en el centro del campo los jugadores con mayor capacidad de asociación en corto. Solo falta saber si también hay voluntad.
* Xavier Codina.
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