Raphaël Varane: un central centradito

por el 4 marzo, 2013 • 12:46

En la vida hay momentos que lo cambian todo. Pequeños detalles que guían tu destino y hacen que seas recordado eternamente o que seas solo uno más. Como dijo Napoleón Bonaparte, «de lo sublime a lo ridículo hay solo un paso». En este caso, un chico con estrella llamado Raphaël Varane tuvo la suerte de que las circunstancias le acompañasen cuando aún era un adolescente y tuvo la oportunidad de convertirse en ese jugador que actualmente copa un gran número de portadas. Estuvo en el lugar adecuado y en el momento justo.

En julio de 2002, con apenas 9 años, ya era un niño que destacaba por sus grandes cualidades futbolísticas, y fruto de ello fichó por el RC Lens, a pesar del interés de otros clubes más cercanos a su ciudad, como el Lille OSC. El chico se formó en el Centro de Fútbol de Liévin, una escuela de primer nivel que destacaba por ser la mejor cantera de futbolistas de Francia. Raphaël progresaba a un nivel altísimo y compaginaba sus estudios con una meteórica carrera futbolística. A pesar de su evidente calidad, destacaba por la madurez. Una madurez impropia de una persona de su edad. Sus máximas eran claras: “Me encanta trabajar para triunfar y estoy obsesionado con progresar, pero no tengo prisa”. Así se forja su camino pese a su precocidad, sin pausas pero sin prisas. Con 17 años ya jugaba en el equipo Sub-19 del Lens y era uno de sus jugadores más destacados. Antes de la temporada 2010/11 ya había firmado su primer contrato profesional como futbolista.

Como decía anteriormente, hay circunstancias, momentos, que te permiten demostrar todo tu potencial. Oportunidades que aparecen en tu vida y que no se pueden dejar escapar. «El tren solo pasa una vez» es una frase que suele escucharse mucho en todos los ámbitos de la vida, ya sea deportivo, académico, etc. En todos. El primer equipo del Lens tenía una gran carencia, su defensa, y desde las categorías inferiores irrumpía un talento que no podía ser ignorado. En octubre de 2010, con apenas 17 años, subió por primera vez a entrenar con ellos gracias a la llamada de Jean-Guy Wallemme. Sus actuaciones en los entrenamientos no pasaron desapercibidas y la sobriedad y la tranquilidad con las que se manejaba llamaron mucho la atención del entrenador francés, que empezó a tenerle en cuenta. La presencia del chico en los entrenamientos del primer equipo empezó a ser muy frecuente. Y de repente, el tren pasó. Y Raphaël lo cogió. Vaya si lo cogió.

Alaeddine Yahia, el central titular del RC Lens por aquella época, sufrió una lesión que le apartó de los terrenos de juego. Wallemme, en un acto de valentía, para sorpresa de todos, apostó por el chaval de 17 años para que fuera titular por primera vez en la Ligue 1 francesa. Confiaba en un adolescente para ayudar a sacar al equipo de la zona de descenso. Y en su primera aparición no le pudo ir mejor: victoria 2-0 ante el Montpellier y los 90 minutos jugados, aunque no gozó de demasiada continuidad en las siguientes jornadas. Más tarde empezó a ser titular indiscutible y a destacar. Por su apariencia física, fue comparado con Gerard Piqué. «El Piqué francés», le llamaban. Centró la atención de muchos focos en el país vecino, ojeadores y entrenadores quedaban impresionados al comprobar el talento de ese jugador que no dejaba de ser un niño. Pero hubo alguien que fue más rápido que el resto. Zinedine Zidane, la leyenda francesa, quedó prendado de ese chico que actuaba con el 14 a la espalda e informó a Mourinho, que le observó varias veces. Le convenció. Fue a verlo a un partido en directo y tomó la decisión definitiva. Era diferente, era él. Había que ficharlo inmediatamente y no había que discutir los 10 millones de euros que valía, porque era una inversión a largo plazo. Hasta la llegada del francés, el Real Madrid fichaba al menos un defensa nuevo cada temporada.

Y firmó. Llegó en julio de 2011. Rafa pudo comprobar el reto al que se enfrentaba una vez que llegó al aeropuerto. Miró a su alrededor y comprobó la presencia de más de 70 periodistas que esperaban su llegada. Su vida cambiaba, llegaba al Real Madrid. Con Zizou como padrino. Era quien le iba a mimar en sus momentos complicados, el que le iba a aconsejar cuando no supiera que hacer, el que iba a estar encima para medir sus progresos. Era la apuesta. Era su apuesta. Francés, elegante, inteligente, aplicado, maduro. Muchas cosas en común. Demasiadas. También iba a contar con la grandísima ayuda de José Mourinho, su entrenador, ese técnico tan paternalista como fantástico que es odiado por muchos pero amado por los suyos.

Su primer año fue de transición. Adaptarse a una nueva atmósfera, a una nueva vida. Ayudado por todos los compañeros para que se integrase, el chico fue comprendiendo qué significaba llegar al Real Madrid. Todos hablan maravillas de él gracias a su forma de ser, a su talento futbolístico y a una madurez impropia de un chico de esa edad. Y ahí ha tenido que ver mucho el entorno. Ese entorno tan halagado por Mourinho en diversas ruedas de prensa. El chico jamás descuidó sus estudios y sus padres, desde pequeño, le inculcaron a superarse y conseguir todo aquello que desease a partir del esfuerzo y la dedicación. Los días antes de marchar hacia Madrid se dedicó a preparar los exámenes de acceso a la universidad. Cualquier otro adolescente en su posición se hubiese despedido con los amigos entre música, alcohol o discotecas. Él no, él es distinto, él «está centradito», cualidad que ha destacado su entrenador en muchas ocasiones. Sabe que para llegar al éxito es necesario sacrificarse. Y estos valores los ha adquirido gracias a su entorno. Un entorno que le ha permitido desarrollarse y mantener los pies en la tierra cuando cualquier otro chico hubiese perdido el norte.

Nunca un mal gesto, una mala palabra. Siempre intentando progresar y mejorar al lado de los mejores. Y todo esto se valora. Mourinho le otorgó la titularidad en varios partidos de Liga y hasta de Champions en su primer año. Vivió sensaciones como la de marcar un gol en el Santiago Bernabéu, la de jugar unos cuartos de final ante el APOEL de Nicosia o ser campeón de Liga. Pero sobre todo trabajó y aprendió. Y mucho. Con gran asiduidad, Raphaël se quedaba unos 30-45 minutos después de cada entrenamiento con Aitor Karanka, segundo entrenador del Real Madrid, a entrenar de manera individual diferentes conceptos defensivos. Había que pulir a esa joya. También era frecuente verle al lado de Carvalho en los diferentes ejercicios que realizaba el equipo en los entrenamientos. El objetivo de Mourinho era que Ricardo le corrigiese y que el benjamín adquiriera más experiencia con el paso de los días.

Y explotó. El 19 de septiembre de 2012 José Mourinho le otorgó la titularidad en el primer encuentro de la fase de grupos de la Liga de Campeones en detrimento del segundo capitán del Real Madrid, Sergio Ramos. El francés cumplió con creces con esas cualidades que nos están asombrando actualmente. Elegancia, una técnica depurada, gran golpeo de balón, sobriedad, máxima confianza para sacar el balón limpio desde atrás, una tremenda calidad defensiva y un gran juego aéreo. Empezaba a destacar.

Otras circunstancias, en este caso la lesión de Pepe en diciembre y la expulsión de Sergio Ramos que le apartó durante varios partidos del once titular, le volvieron a permitir formar parte del equipo inicial ante el F. C. Barcelona en la ida de la semifinal de Copa del Rey. Se consagró. Un partido soñado que le permitió coronarse con tan solo 19 años. Brutal defensivamente, espectacular en la salida de balón, salvando un gol bajo palos e igualando la eliminatoria con un testarazo impecable. Hace unos meses nadie se hubiese planteado la posibilidad de discutir esa pareja de centrales que asombraba al Santiago Bernabéu. Ramos-Pepe, Pepe-Ramos. Dos referentes mundiales que ahora veían amenazada su titularidad por la irrupción del francés.

La amenaza pasó a ser una realidad y Varane fue titular junto a Sergio Ramos en el centro de la zaga madridista el miércoles en Barcelona. La lección magistral que nos regaló creo que pudo ser apreciada por todos. Sin complejos, fue capaz de minimizar al mismísimo Lionel Messi, considerado por muchos el mejor jugador de la historia. Lo realmente asombroso no fue que lo hiciese, que ya es más que complicado, si no cómo lo hizo. Un desparpajo y una confianza en sí mismo que se demostraron en una jugada en la cual le robó el balón sin el mínimo nerviosismo, fue capaz de aguantar la presión de Leo hasta volver a hacer lo que mejor sabe, sacar el balón con total limpieza. Para colmo nos volvió a regalar un cabezazo marca de la casa que enmudeció al Camp Nou.

Nadie sabe el valor moral que puede tener ese gol, pero él es consciente de quién le ha ayudado a llegar hasta donde ahora mismo está. Y se lo dedicó a él, a «Daddy«, como le llaman algunos jugadores blancos. A él y a su familia, ese entorno del que hablábamos y que tan importante es en el mundo del fútbol. Qué gran cantidad de jugadores se han perdido por estar mal aconsejados o por tener a su alrededor personas que solo querían un interés personal.

Aún se habla de él como el futuro del Real Madrid. Realmente, este chico ha dejado de ser el futuro para convertirse en el presente. La gran duda que tendrá que resolvernos con el tiempo es hasta dónde puede llegar este francés nacido en Lille. Aún es joven, pero está centradito y no olvida cómo ha llegado hasta aquí, sin pausa pero sin prisa. El tiempo dirá cuál es su techo. Mientras, disfrutemos de él. Es diferente, es especial.

* Carlos García Cuesta es futbolista.



– Fotos: EFE – Reuters




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