"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Cualquier persona en España tiene un cometido cada cuatro años: sentarse en verano delante del televisor a tragarse de manera inmisericorde todas las disciplinas deportivas que ofrecen los Juegos Olímpicos. Da igual si en su vida ha visto un partido de bádminton o si no entiende las reglas del judo. Es una tradición que pasa de padres a hijos y que hace fomentar la (falsa) esperanza de que los deportes minoritarios tendrán más cabida en los medios a partir de entonces.
Lo que casi nunca ocurre es que el país haga lo propio con otros Juegos, los de Invierno. Hay muchas estaciones de esquí y muchas personas que prefieren pasar su tiempo de ocio en una montaña nevada que en una playa repleta de turistas. Pero no es lo mismo hacer snowboard que verlo por la tele. Entre otras cosas, porque tampoco existe una gran facilidad para encontrar a los nuestros en emisión alguna.
A la mayoría de la población podría hablarles de skeleton o de half-pipe y me mirarían como si les estuviera tomando el pelo. Podría nombrarles a Ander Mirambell o a Lucas Eguibar y creerían, efectivamente, que me estoy quedando con ellos. Pero resulta que más allá de Blanca Fernández-Ochoa y Juanito Muehlegg hay un mundo por descubrir. Y que, como casi siempre ocurre, verá la luz cuando una medalla otorgue el tema de conversación adecuado para tomarse el café de los lunes en un bar cualquiera.
Por encima de todos los nombres, uno refulge con fuerza pese a sus escasos 24 años: Queralt Castellet. Una rider (para los de la LOGSE, que diría Goyo Jiménez, participante en una rama del snow) que vive a caballo entre Nueva Zelanda y Estados Unidos, a pesar de haber nacido y crecido en Sabadell.
Mucho se habla de la migración de las guerreras del balonmano, pero poco o nada de una de las cinco mejores especialistas del mundo en half-pipe, una modalidad en la que debe realizar piruetas sobre un medio tubo de nieve y hielo sin caerse y buscando la máxima puntuación en la dificultad de sus acrobacias.
La catalana es, pese a todo, una privilegiada en el mundo del deporte de élite. Las marcas Red Bull y Yonex apuestan por ella, la Real Federación Española de Deportes de Invierno también contribuye económicamente a cuidar a su máxima estrella, y ello le permite poder entrenarse allá donde están las mejores instalaciones.
¿Pero por qué tan lejos? Es sencillo. En España apenas hay pipes y los que tienen la calidad adecuada no se cuidan por falta de presupuesto. Es decir, que no puede ejercitarse al lado de casa, por lo que debe costearse los aviones y el alojamiento para poder seguir volando entre la élite.
Aun así, ya ha participado en tres JJ. OO. Los primeros la pillaron demasiado joven. En los segundos pasó a la final, pero se lesionó en el entrenamiento previo. Y en los pasados de Sochi hizo un ejercicio perfecto… hasta que perdió el equilibrio en el último aterrizaje.
Pero Queralt no tarda en levantarse. Solo dos semanas más tarde fue segunda en el US Open, demostrando que el miedo no entra en su ADN. Y poniendo la vista ya en sus cuartos Juegos Olímpicos, los de 2018, donde espera que sus paisanos vibren con ella como son capaces de hacerlo con el waterpolo o el hockey femenino. Al menos cada cuatro años.
* David Blay.
– Foto: Felipe Dana (AP)
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