Ha salido la gente indignadísima a poner el grito en el cielo y rasgarse un poco las vestiduras por el nuevo anuncio de Qatar Airways. La gente se indigna porque todavía tiene esperanza y eso es un error. Uno de los mejores soldados en Bands of Brothers, la serie producida por Steven Spielberg sobre la II Guerra Mundial, asegura que el problema de la mayoría de reclutas es que confían en salir con vida del conflicto cuando en realidad están ya muertos. Con el fútbol pasa lo mismo. En el momento que aceptamos disfrutar de él aceptamos también formar parte del circo, donde todo es inmoral, absurdo y apesta.
Hace no mucho los jugadores del Barça llevaban cosido en el pecho a Unicef mientras el entonces presidente, Joan Laporta, y algunos de los jugadores del primer equipo –entre otros futbolistas de élite– se ingresaban morteradas de millones por hacer negocios con Gulnara Karimova, la hija del presidente de Uzbekistán, un país donde existe la tortura y el esclavismo. Mucho mejor, entonces, ir con la verdad por delante y proclamar sin empacho y a los cuatro vientos que se apoya a Catar –donde también se tortura un poco y se discrimina a la mujer–, no por ninguna razón en especial, sino porque es allí donde está el dinero.
Hay que hacer pura gimnasia mental para cercenar toda la pompa que rodea a este deporte y centrarse exclusivamente en el rectángulo de juego, pero lo hacemos y vamos tirando y por eso se nos ve tan felices. Es a la hora de justificar estas locuras, acrobacia moral mediante, cuando patinamos y nos asaltan las dudas. En realidad es muy fácil: se trata de no perder de vista a la pelota, que como decía Maradona (otro que se ponía camisetas de No a la droga), es la única que no se mancha.
* Jorge Martínez es periodista.
– Foto: FC Barcelona
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