"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Los equipos de fútbol son seres vivos que nacen, crecen, viven alegrías, sufren problemas, dan pasos adelante, pasos atrás, avanzan, dudan, retroceden, se estancan y agarrotan, se sueltan y liberan… [Y, por supuesto, se extinguen]. Seres vivos sujetos a inercias y dinámicas, a tensiones físicas y anímicas que influyen poderosamente en el gesto técnico de cada individuo y el rendimiento del colectivo. No es vano el tópico del goleador enrachado, ni tampoco su opuesto: sencillamente, son criaturas que padecen problemas similares a los de cada uno de nosotros, por más que su cuenta corriente acostumbre a ser sensiblemente más gruesa.
Por la misma razón, lo que en noviembre es genial puede no serlo en febrero. El Barça empezó la temporada con muchos interrogantes tácticos y aplicó el método de prueba y error hasta acertar con la fórmula. Ensayó primero con un doble pivote Busquets-Xavi y un cuadrado interior; modificó después la escala de sus interiores; avanzó a Iniesta para compaginarlo con Cesc y aunque ninguna de las medidas dio resultado de primeras, sí lo hizo con la maduración de los días hasta que se pasó a hablar de “once de gala” porque los engranajes funcionaban sin desajuste alguno. Luego llegaron enero y febrero, ese tiempo plomizo tradicional para el equipo blaugrana, chirriaron algunos engarces y no fue estéril el trabajo de varios rivales para bloquear la maquinaria, lo que se tradujo en incertidumbre, dificultad y algunos malos resultados hasta el punto de introducir la duda en la mente de los jugadores. En Milán el equipo eligió erróneamente el ritmo que exigía el encuentro y salió del mismo con una herida profunda en la cabeza: la duda. Frente al Sevilla no dejó buenas sensaciones colectivas en lo futbolístico, pero pareció quitarse la bruma mental que le cegaba.
El Barça está nuevamente en otoño, cuando buscaba respuestas correctas a los interrogantes del juego, lo que no es necesariamente peligroso aunque quizás conlleve algún cambio sobre el césped.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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