"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
30 de enero de 2013. Jose Manuel Calderón recibe una llamada de teléfono y deja el Philips Arena cabizbajo, a paso ligero. En el ambiente, la turbación propia de una noche de intercambios. Siete años y medio después de su llegada a los Raptors, no figura entre el roster que los enfrenta a Atlanta Hawks. Ha sido incluido en una operación a tres bandas donde el mayor activo de la misma, Rudy Gay (Memphis Grizzlies), termina en Canadá y él coge las maletas destino Detroit. Hay más jugadores involucrados, de menor peso específico en sus equipos. Gay dice a la prensa que nadie le había informado del traspaso hasta entonces y que son ellos los que le comunican la noticia. A Calderón, al menos, le llama el general manager, Bryan Colangelo, para advertirle. Luego, Joe Dumars, su nuevo jefe de operaciones en Detroit, le anima vía telefónica: “Llevamos tiempo detrás de ti, serás el base titular, tienes el número 8 libre”. Sonríe, pero sabe lo que hay: en la NBA, a las promesas se las lleva el viento.
Sensaciones encontradas. Sus primeras palabras públicas reflejan cierto pesar: “Duro día, pero gracias a todos por estos años de apoyo, gracias Raptors fans. Gracias Toronto por hacerme sentir como en casa”. Su caso recuerda al de Nene Hilario, que después de toda una vida en la misma franquicia hace las maletas un día cualquiera de un temporada más.
Detroit Pistons (17-29) es un destino medio; ni son los Bobcats ni los Celtics. Viven una situación parecida a la de los Raptors (16-30), aferrados a sus últimas opciones de entrar en playoffs, pero tienen algo de los que estos últimos no gozan: historia. La franquicia de Míchigan ganó dos títulos con los célebres Bad Boys de Isiah Tomas (1989 y 1990) y uno más con Larry Brown como entrenador jefe (2004). A día de hoy resultan más atractivos que los Raptors para los agentes libres por dos razones fundamentales: por su nicho de mercado y porque en Canadá el régimen fiscal difiere del estadounidense y afecta negativamente a los ingresos de los jugadores. Por lo demás, ambas plantillas reúnen tanto potencial y juventud como limitaciones e inexperiencia. En una balanza, se intuye más equilibrado el futuro de los Pistons, sobre todo si tenemos en cuenta el juego interior. La dupla Monroe-Drummond suena mucho mejor que un Bargnani-Gray-Johnson.
Pero haciendo capítulo, durante su estancia en Toronto hay poco que reprochar al rendimiento de Calderón. El que llegara como un jugador notable de la ACB, aunque no con la vitola de estrella europea, se ha terminado de forjar hasta alcanzar un nivel excelente, que le permite competir con garantías ante cualquier equipo y reto deportivo que tenga por delante. Ejemplos de su evolución hay muchos, desde su acierto en la línea de 3 (Calderón llegó a la liga con un 0.163 de acierto y se va con 0.429.), hasta su alto ratio de asistencia-pérdida (el segundo mejor de la liga), pasando por una última y sorprendente faceta, la de hacer triples dobles (también el segundo durante esta liga, solo por detrás de Rajon Rondo y compartiendo con LeBron James y Nicolas Batum). Ha podido competir con los mejores no solo en la liga, sino también en competiciones internacionales. En su debe, que Calderón con el tiempo, las lesiones y la propia veteranía, ha perdido esa explosividad en las piernas que le caracterizaba, la misma que le permitía llegar a canasta en unas cuantas zancadas y que le valió el apodo de Mr. Catering, obra del genial Andrés Montes. Por el mismo motivo, su defensa ha pasado a ser deficiente y es uno de los bases que más puntos permite durante su tiempo de juego. Deja Toronto siendo, de largo, el mejor asistente histórico de la franquicia con 3.770 pases de canasta, muy por delante de Alvin Williams (1.791) y Damon Stoudamire (1.761).
Por el camino ha tenido una gran competencia en su puesto y ha salido bien parado en todos y cada uno de los desafíos. Llegó a la NBA y compartió puesto con un Mike James en los mejores años de su carrera, y aun así le dio para jugar 23 minutos por partido. Después, tuvo una lucha encarnizada con TJ Ford por hacerse con la titularidad. Las lesiones del base de Texas unido a su notable rendimiento lo catapultaron hasta el quinteto inicial, puesto del que no se ha movido en años. Durante la presente campaña ha alternado la titularidad con Kyle Lowry, llegándole también a arrebatar el puesto.
Solo las necesidades económicas de Detroit, que pretende librarse de los 10 millones de dólares en salarios que cobra Calderón hasta final de temporada y renegociar a la baja un nuevo contrato, sumado a la oportunidad que tenía Toronto de hacerse con un talento de primer nivel en el puesto de alero (casi irrechazable para sus posibilidades), han podido moverlo de allí. En el anverso encontramos la situación privilegiada del jugador, convertido a final de temporada en agente libre sin restricciones. Calderón ha mantenido su prestigio como excelente distribuidor de balón en una liga cuyas características están en peligro de extinción. Su situación contractual le llevará, presumiblemente, a ganar menos dinero, pero podrá en cambio elegir el destino que más le interese. Quizás sea entonces el momento perfecto de buscar lo que siempre ha ansiado y nunca ha conseguido: un equipo con verdaderas aspiraciones en la liga. Ya sea en el este o en el oeste, muchos vendrán buscando un base experimentado con la capacidad de hacer mejores a sus compañeros, y él solo tendrá que deshojar la margarita. La oportunidad, después de mucho tiempo, le viene servida en bandeja.
* Javier López Menacho
– Fotos: Robby Kalland – Toronto Raptors
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