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Pocos daban un duro por ellos en la pasada Eurocopa. La figura de Pirlo como único elemento desequilibrante no hacía temblar a ninguno de los rivales de la selección azzurra en Polonia y Ucrania. El jugador de la Juventus había tenido una temporada larga y agotadora para hacer campeón de Italia a su equipo y se esperaba que no llegase en plena forma a la cita continental.
Además, el desconocimiento general sobre los jugadores italianos, que ya habían perdido los míticos nombres de Del Piero, Totti o Nesta, hacía que Italia pareciese una perita en dulce para España y se dudaba que pudiese pasar siquiera la primera fase. Y por si fuera poco, los líderes en ataque eran Balotelli y Cassano, dos ‘cabras locas’.
Prandelli tenía una opción muy seria y factible de hacer jugar a su equipo. Podía haber adaptado su habitual 4-3-1-2 al sistema reinante en el calcio en el último año, el 3-5-2 con el que Antonio Conte solidificó a su Juve para llevarla al Scudetto. Y Prandelli lo hizo. Jugó con tres atrás contra España y funcionó. El equipo italiano dominó a los campeones del mundo y pudo incluso ganar aquel partido de la primera jornada, pero no funcionó de la misma forma contra Croacia y las dudas le hicieron regresar a sus cuatro defensas originales desde ese encuentro hasta la final.
En todos los siguientes partidos la idea carburó. Ganó a Irlanda, machacó a Inglaterra (aunque no halló el gol hasta la tanda de penaltis) y superó con firmeza a Alemania. España, por su parte, se encontró con un festín en el día clave.
En aquel momento, tras ese doloroso 4-0, media Italia se echó encima de Prandelli, pero él fue fiel a sí mismo. Ahora, el seleccionador ha dado continuidad al 4-3-1-2 que tan buena imagen dejó en la Eurocopa y la idea de juego sigue siendo la misma: tocar el balón con paciencia hasta encontrar la portería rival. Aunque no se ha adaptado finalmente a la táctica del campeón de la Serie A, Italia se ha juventinizado en el sentido de querer tener el balón, creerse y ser dominador de los partidos y no sentir la obligación de esperar atrás.
Que se lleve a cabo de forma idílica es más complicado. En un once tipo, el centro del campo es el formado por Pirlo como hombre más atrasado, para dar salida al balón con criterio, apoyado en los interiores por De Rossi y Marchisio, con Montolivo enganchando entre la medular y la delantera. La calidad de los cuatro componentes es innegable y que se entiendan y se adapten a jugar entre sí es simple cuestión de tiempo.
Pero si algo necesita Italia para jugar a un buen nivel es la colaboración de los carrileros con los hombres del medio del campo para crear superioridad en la zona ancha del campo y encontrar así más espacios y hombres libres. Maggio es el más ofensivo de los laterales utilizados por Prandelli, mucho más que Criscito, antiguo central, pero aun así su característica principal es llegar por sorpresa hasta la línea de fondo, más que servir de apoyo a sus compañeros de la medular. De esta forma, el once pierde capacidad de asociación, atascándose en tres cuartos de campo y ganando en previsibilidad.
Una de los aspectos que harán mejorar, sin duda alguna, el rendimiento de Italia es la inclusión de forma escalonada y progresiva de los muchos jóvenes talentos que posee el calcio. Los primeros que están empezando a formar parte de las listas de Prandelli son Mattia Destro y Marco Verratti. El delantero de la Roma ya sabe lo que es marcar con la maglia azzurra en los tres partidos que ha disputado, mientras que el cerebro del PSG debutó en el amistoso de agosto contra Inglaterra.
Por detrás viene una de las mejores generaciones de estrellas que se recuerdan, al menos en tiempos modernos. Los Insigne, Immobile, Florenzi, De Sciglio, Marrone y muchos más hacen que la tifoseria italiana se emocione pensando en Brasil 2014. Esa fecha puede ser demasiado precipitada para unos jugadores tan poco curtidos, pero la Eurocopa de Francia, dos años más tarde, puede ser el momento de la explosión.
* Jesús Garrido es periodista.
– Fotos: EFE
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