Day 8
Citar una frase del siglo XIV puede quedar de lo más rancio, Martí, aunque consideraría que el legado de Bertrand du Guesclin aplica al caso. Ya sabes, aquello de que «ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor». En esta vida, hay quien llega tarde al reparto inicial de colmillos retorcidos y ya no lo desarrolla nunca, se queda con el lirio en la mano como propiedad y rasgo diferencial. Puede ser el caso de Jordi Majó, un señor de Barcelona, educado, cabal y que, sin ninguna duda, de ganar los comicios, llegaría al Barça con deseo de servir a la causa y no servirse de ella. Entre otras razones, por que no le hace falta alguna. Majó alzó ayer la ceja a la Ancelotti tras comprobar cómo TV3 sigue dándole minutos de exposición a Bartomeu, expresando su queja de trato arbitrario hacia los precandidatos a través de las redes sociales, último refugio donde mora la disidencia en general y la crítica al establishment en particular. Esperaba alguna señal de ese fair-play tan galleado por el ya expresidente accidental, especialista en soltar algo que suena bonito y decente para hacer lo diametralmente opuesto en la práctica. Hoy, a Majó se le habrá atragantado el desayuno tras comprobar que los diarios deportivos locales hablan de la pactada ampliación de contrato con Neymar, filtrada como carta electoral a confirmar cuando sea el momento oportuno, y las negociaciones de Braida –a quien tenía el personal por florero y percha del cachondeo– en el mercado brasileiro para traerse algunas promesas de cara a enero, cuando expire la sanción de la FIFA. Justo ahora, ya ves, menuda casualidad. Ni quito ni pongo, que si hace falta cambiarán de línea editorial de una edición a otra, como ya ocurriera en el 2003, pero de momento ayudan a su señor, no sea que les retire las últimas migajas del pastel.
A Majó y algún otro, tal vez le conviniera adoptar una estrategia de impacto en la captación de seguidores: mire usted, yo no he sido parte de esta lucha fratricida desplegada por los hijos del 2003, que despliegan sus pugnas y tirrias en los juzgados, divididos en mil personalismos. No se les puede llamar propiamente ismos al no albergar ideología ni modelo propio, apenas odio africano hacia quien fuera compañero de junta. Si Laporta, Rosell, Soriano y el largo etcétera se retiraran de escena, seguro que se acababan los pleitos a la vez de ya. Y no te digo si Núñez decidiera cortar el suministro a sus testaferros, esos que visitan con mayor frecuencia los juzgados que quioscos, librerías o farmacias. Solo quedarían togas para casos puntuales de manía hacia el proceso soberanista y en tal caso, a los instigadores del litigio se les vería en exceso el plumero. Curioso comprobar que el vuelo de togas, sumarios y procesos arrancó cuando los de siempre fueron derrotados, doce años atrás. Y siguen arrastrándose sumarios como largas y pesadas cadenas por el empeño que ciertos medios espolean para evitar su definitivo archivo. Lo dicho: una guerra sin cuartel por el poder. Y quien crea que es solo fútbol, reside en Babia. Mañana, más.
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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