Day 40
Jornada de reflexión, dicen. Consiste, básica y subrepticiamente, en que los candidatos hagan el último esfuerzo para arrimar el voto a su sardina. A estas alturas, la decisión debería estar sobradamente tomada entre los miembros del censo y a los pretendientes apenas les queda el recurso dialéctico de proclamarse favoritos (sorprende el atrevimiento de Benedito y Freixa en tal sentido), a ver si así convencen a quienes quieran subirse al supuesto carro ganador. En telegrama, no hay encuesta ni pronóstico fiable, aunque sí unos cuantos cabos sueltos por atar. Para empezar, Laporta no ha empleado a fondo esos bombazos de campaña, él sabrá las razones del cambio de criterio. El primero era Pogba, a través de Mino Raiola. El intermediario se mojó anoche un poquitín: no negociará hasta confirmar su presidencia, posición que echó al traste la posibilidad de anunciar antes el fichaje a bombo y platillo. Segundo petardazo fallido: el expresidente no ha podido presentar nuevo patrocinador, tal y como esperaba, señal que confirma la sospecha de improvisación continua que ha impregnado su campaña. Laporta lo confía todo a su baraka, a su buena estrella. Él sabrá. El tercer cartucho era de armas tomar y con riesgo de trocarse en boomerang: lograr la implicación de Messi y soñar con que anunciara su candidato favorito. Obviamente, Laporta. A cualquier observador no se le escapa que el genio y su entorno familiar aún guardan mejor recuerdo de lo vivido con Jan tras el último lustro de gestión padecida, bastante contraria a sus intereses. Presentarle como un avida dollars que solo quiere nuevo contrato cada equis y denominarle “este señor” no han resultado dechados de diplomacia, Al contrario, tomaron nota y aún fastidia en el entorno del astro, pero no hasta el punto de volverse locos y meterse en un fenomenal lío con el pronunciamiento.
Detalles. Rasgarse las vestiduras ante las presiones de la sociedad civil catalana para conseguir un ganador soberanista equivale a no conocer nada de la idiosincrasia y personalidad del Barcelona, lo que conforma su ADN desde 1909, cuando decidió hacer práctica política sin remilgos. Jordi Moix, directivo saliente, ha insistido en la inconveniencia de una hipotética “sobresaturación de debates”. A los hechos: nadie entre los grupos de comunicación afectados por la carencia ha dicho ni mu al respecto, conscientes de preservar más altos intereses que no colaborar a la demolición de la imagen pública de Bartomeu, débil y aguantada por las pinzas del triplete. No iban a tirar piedras contra la evidencia de su propio tejado. A un prestigioso articulista le han negado publicación alegando, que ya son ganas, la dichosa “jornada de reflexión”. No, simplemente fastidiaba que alegara bastantes razones para no votar a su hombre. Las perrerías, hasta el último instante: los interventores en día de votación pasan de media jornada a día completo, de sol a sol, y les tocará supervisar mayor número de mesas de las inicialmente previstas. Por fastidiar, más que nada, y dejar claro quién manda ahí.
La penúltima, recién desvelada en prensa: a los trabajadores del club no les han permitido hablar con los cuatro candidatos, tal y como solicitaron. Les dieron largas primero y negaron sala después. Fieles al club que les paga, no han querido generar escándalo público, solo querían expresar sus reflexiones y preocupaciones a los presidenciables por el notable grado de deterioro experimentado en su lugar de trabajo durante la égida de Rosell y Bartomeu. Así lo expresó internamente el comité de empresa a todo el colectivo. Un jefe concreto, con nombre y apellidos, ha optado por silenciarles, en ejercicio autoritario que debería comportar despido fulminante. Si esto fuera un dechado de práctica democrática, claro. Aquí, nada. Aquí se trata de una lucha por el poder que acabará desvelando la identidad de quien logre carta blanca y hacer lo que le venga en gana durante los próximos seis años. Batalla por el poder, siempre. Con ventaja evidente para quien lo usa, abusa y disfruta, todo a una. Calma que precede a toda una señora tempestad, la jornada de voto. Mañana, más.
*Frederic Porta es periodista y escritor.
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