Day 38
El debate. Lo acostumbrado: elevas tanto las expectativas que luego defrauda por fuerza, miel en los labios que ya no catarás. Al convencido no lo moverás. Y al indeciso vete a saber qué insondables argumentos e intuiciones le pueden arrimar hacia tal o cual candidato. Esta mañana, cada quien escribe o habla del careo entre los cuatro candidatos según sus intereses o ideas preconcebidas, filias y fobias previas, sin hallar la manera de situarse en una atalaya de imposible objetividad. Si los conoces en largo recorrido, todo sigue igual. Bartomeu nos recordó en ciertos tics a Núñez y Gaspart: no da para el cargo, pero ahí está, lo ha gozado y quiere repetir, arropado por el poder establecido, los que pretenden mandar a la antigua en un territorio con nuevas reglas de juego, nada que ver con el que tomaron por el cuello y siguen sin querer soltar. Aterrorizado en principio, el presidente accidental rebajó el pánico cuando certificó que cada cual iba a su bola y no figuraba entre las prioridades ajenas cargar contra él hasta dejarle en ridículo. Laporta, de comedido, pasando olímpicamente de quienes le piden guerra y diversión constante para centrarse en atraer al conservador indeciso a base de buenas maneras y retención de pasiones. Un Jan de perfil bajo, escasa energía y nulo ensayo previo. Resulta inaudito comprobar cómo confía el hombre en su autoestima y capacidad de improvisación. Benedito, directo, tremendista e incluso crecido cuando se trataba de llamar a las evidencias por su nombre. Ese par protagoniza la que sería gran noticia de última hora, imposible hoy porque no van a entenderse ni a ponerse de acuerdo antes del sábado, ellos se lo perderán. Laporta podría aliarse a Benedito para demostrar que aprendió de sus errores de gestión y, ahora, opta por cierta humildad y alternativas hasta el punto de guardar plaza en su equipo directivo a todo un fiscalizador que no le perdonará veleidades ni locuras. Si no va por ahí, al bueno de Agustí se le acaba la notoriedad, le quedan cuatro telediarios de protagonismo barcelonista, estará ya amortizado sin haber tocado poder. A Laporta le queda el recurso de llamar a la movilización de los motivados, de quienes observan la situación convencidos de verla con claridad meridiana y no desean bajo ningún concepto entregar un cheque en blanco a los favoritos del momento. No le queda otra que buscar complicidades llamando a rebato y elevar como sea el índice de participación.
Freixa, en cambio, iba a hablar de su libro, tipo Umbral, y a que le vieran centenares de miles en promoción gratuita. Un abogado, al fin y al cabo, también es un vendedor en materia de leyes, de ahí que se haya promocionado a fondo para aparecer cuando toque, puede esperar, como el Albert Rivera del Barça, la marca blanca de cierto nuñismo sociológico, ahora en modo siglo XXI, que no desaparece como mancha ni echándole litros de lejía. Es obvio que Bartomeu se esconde tras el Barça, tras el poder, y rebaja lo más grave hasta la mera anécdota, como si nada importara tras la consecución del triplete. Según aseguró, el futuro del Barça es perfecto, el socio se muestra encantado de cómo va todo y garantiza una gestión futura de éxito a partir de sus coordenadas ya acostumbradas: la realidad va por su lado y Bartomeu la presenta a su manera, discordante por antitética. En cierto momento exigió al moderador que le diera más tiempo, como si el hombre también estuviera a sueldo. Si gana, se lo carga, seguro, por atrevido, por no doblar el espinazo ante los amos del garito. El poder que él encarna y representa, secretario de aquellos que le arropan como encargado de su latifundio. Modelo Barça o Bartomeu plenipotenciario, peligroso saco de bombas. Dilema sencillo de plantear e, incluso, de votar. Mañana, más.
*Frederic Porta es periodista y escritor.
– Foto: EFE
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