Day 34
Chaqueteros es palabra en desuso desde la Transición. Después, preferimos tránsfugas, que queda como más fino, otro de esos eufemismos con los que pervertimos la realidad y nos aliviamos la consciencia, alegando beneficio propio. Despreciamos el uso de arribistas porque mirar el espejo para ver las arrugas del alma tampoco interesa por su cariz deprimente. Dicen que Laporta anda nervioso, de ahí que propusiera anoche unir fuerzas en frente común al otro par de aspirantes, en el curso de otro debate inútil por la ausencia del ausente y por convencer apenas a los ya convencidos de antemano. Fiel a su estilo, no usó guante de seda ni diplomacia al espetar a Freixa y Benedito su escaso margen de apoyo en las constantes encuestas. Si hubiera lanzado una soflama de unidad imprescindible, de imposible gobierno de concentración para evitar que se entregue un cheque en blanco a Bartomeu y Rosell, tal vez habría forzado la reflexión de los hipotéticos aliados. Pero Laporta es el jabalí y embiste a la brava, rebotado por la falta de consenso entre la oposición, desorientado al comprobar cómo tantos y tan diversos de quienes debieran figurar entre sus incondicionales aliados aprovechan para despistar, silbar o apartarse para rehuir responsabilidades en este camino, al que rebajan intensidad e importancia por simple interés de no quedar retratados en caso de fiasco. Aumenta el contingente de quienes quitan drama al 18-J y afirman que no hay para tanto, ya vamos bien tal como vamos. Desdramatizan a fondo, a conciencia e interés. Mala, muy mala señal para las ambiciones del expresidente.
Laporta comienza a darse cuenta de que no puede contar con el refuerzo del campo político local sensible a su posición y postulados, demasiado ocupado en su proceso y sin deseo de que le acusen de intervenir en el Barça, patrimonio general. No cuenta con un montón de voces críticas del periodismo, poco dispuestas a significarse si se apuntan notoria y ruidosamente a su trinchera. Entre ilusos, oráculos, púlpitos, calculadores y poderes fácticos, Bartomeu va tachando fechas en el calendario sin que nada le lastre. Ni siquiera le penaliza la actuación, arbitraria y escandalosa, de la comisión gestora, las muchas mentiras ya pronunciadas estos últimos días. Pequeñeces. Es más, el común de los barcelonistas no otorga a la votación carácter extraordinario, transcendental, no cree que el futuro de la entidad dependa de su decisión. Por tanto, la participación, según los indicios, resultará baja y los movilizados combatientes militan por mayoría en el bando que ya se supone ganador. La amplia oposición se muestra ahora mismo francamente desmotivada.
A Bartomeu le empuja incluso la situación del eterno adversario por esa teoría de los vasos comunicantes siempre presente. El Real Madrid de Benítez parece claramente debilitado aún sin colocarse siquiera en los tacos de salida, y el embarrado serial en la despedida del mito Casillas, cuando sigue fresca la quasi perfección del adiós a Xavi, solo añade seguridad a las filas del presidente accidental a punto de ganar galones. Hay programas, ideas, se repiten consignas hasta la sociedad. Todo inútil. Crece la sensación de que, por usar una habitual y celebrada expresión local, todo el pescado está vendido. Y lo ha vendido el poder. Mañana, más.
*Frederic Porta es periodista y escritor.
– Foto: El Punt Avui
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