"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Day 23
Por si alguno le ha perdido la pista, a sus 70 años, Joan Gaspart Solves continúa en plena actividad: presidente del grupo hotelero HUSA –por herencia familiar–, cabeza visible y máximo representante del consorcio Turismo de Barcelona, vicepresidente de la patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional y, en vertiente futbolística, vicepresidente para Asuntos Internacionales e Institucionales de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) desde hace once años, resquicio por donde le vemos sacar, periódica y públicamente, la patita para que no olvidemos compararle con Mister Burns, el multimillonario jefe (sin más calificativos) de Homer Simpson.
Miembro del Opus Dei, Gaspart sucedió a Núñez por designio popular en la presidencia del Barcelona durante el trienio negro que va desde el 2000 a los comicios ganados por Joan Laporta y sus jóvenes turcos por puro hartazgo del barcelonismo, que a la sazón comparaba al sempiterno vicepresidente con el nuevo advenimiento de las siete plagas de Egipto contra la causa culé, sin que el feligrés supiera a ciencia cierta qué delito había cometido para merecer tanto mal. Entre sus inolvidables decisiones figura la de gastar los 10.000 millones y una propina de 3.000 en tiempo récord, cubriendo a base de fichajes carísimos y generalmente baldíos el tremendo hueco emocional dejado por la embaucada catedralicia que Florentino le montó al ingenuo Figo, especie de Sergio Ramos que flirteó con el enemigo para sacarle más pasta al pagano habitual y solo consiguió quemarse las pestañas hasta la séptima generación. El portugués no se recuperará jamás de esta, apuesten a seguro.
Cierto día, y no tengo por qué dudar de las fuentes, alguien muy metido en el Mónaco se sorprendió al comprobar que en las arcas del club, a la sazón de Rainiero y su banda, se habían ingresado el equivalente a 1.400 millones por el traspaso de Sonny El Pistolero Anderson. Le chocaba al caballero que la prensa barcelonesa hablara de 3.000 millones invertidos en el delantero que debía sustituir, solo en teoría, al fenomenal Ronaldo, huido por pasta hacia el Inter de Milán. El susodicho decidió tirar del hilo hasta comprobar que, por el camino, catorce intermediarios, agentes, representantes, comisionistas y gentes de similar pelaje habían puesto la mano a la egipcia para percibir tajada de la operación. Catorce. Como debía ser de salvaje e imprudente la acción de este kamikaze que, recordarán, Núñez le había degradado y apartado de las negociaciones de fichajes y traspasos. Después, ya bajo su mandato presidencial, llegarían perlas como el inolvidable “Chusín, el precio lo pongo yo”. No hemos aclarado aún qué pasó cuando Laporta alcanzó el poder, por qué no se levantaron las alfombras. Las dejaron como estaban y pasaron página. ¿Qué pinta Gaspart en esta campaña electoral? Pues el fantástico privilegio de ser el único valiente sin querella ni demanda interpuesta como responsable en los quince últimos años. Si queremos dar más pistas, digamos que entre bomberos no se pisan la manguera y el máximo artífice de esta forma de vengarse ante los okupas no podía levantarle las faldas a Gaspart, so pena de quedar él con las vergüenzas al aire, como finalmente ha sucedido. Colorín, colorado, este cuento ha terminado. Los actuales herederos, orgullosos del sambenito neonuñistas, hace falta valor. Mañana, más.
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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