Day 11
Los señores de DIS quieren mayor pedazo del pastel Neymar, que sigue coleando con nuevo capítulo admitido a trámite en la Audiencia Nacional. La historia interminable, tremendo pastiche. Ingeniera financiera, sinónimo aquí de calamidad. A nadie parece importar el nuevo riesgo del presidente accidental. En lo que llevamos de campaña, mutis absoluto sobre el tema. Al menos, los precandidatos se han mojado en la cuestión del patrocinador. Catar actúa de nuevo como baza puesta sobre la mesa por Bartomeu: oferta de renovación por 50 millones anuales, que la firme el ganador de los comicios. Y si soy yo, más a mi favor. Como si fuera imposible hallar otro sponsor, como si no existiera nadie más en el planeta dispuesto a patrocinar el Fútbol Club Barcelona. Cuando colocas una percepción, una idea, en el centro de la corriente de opinión, solo tienes que esperar a que el caudal la lleve río abajo. Y cuando el personal expresa parecer al respecto, adviertes enseguida su grado de cultura democrática. Si sitúa el dinero por delante, a ese no le importa nada más que el vil metal y representaría al diablo caso que le comprara el alma por el precio que estimara justo, normalmente muy por debajo de lo que el adquiriente estaría dispuesto a desembolsar. No importan los episodios vividos a lo largo de cuatro inacabables décadas, de las dos dictaduras sufridas en el siglo XX, cambalache, que forjaron carácter y resistencia del barcelonismo. Profundo ejercicio de amnesia interesada. Quien paga, manda, asegura el práctico a modo de mantra, y así vamos, demostrando a cada paso que nos faltan cimientos democráticos a espuertas, que los cacareados principios y valores tan habituales cuando se trata de llenar la boca con palabrería quedan desmontados fácilmente a la vista del suculento talón.
En los últimos años, el Camp Nou se ha convertido en un inmenso anuncio catarí sin que nadie eleve un solo grito al cielo. Apenas nos queda la carta de Estados Unidos. El día en que al Ejército Islámico de Salvación se le ocurra perpetrar una barbaridad que cueste vidas con pasaporte sellado en la superpotencia, se acabará el juego y la broma. Ni un solo muerto yanqui en la construcción de los estadios mundialistas, solo son nepalíes, indonesios y parias así, de tercera o regional. Cuando se cabreen los auténticos amos, correrán todos hacia la salida de emergencia, mascullarán la excusa de que nada sabían y nada podían imaginar, rasgarán algunas vestiduras a modo de distracción cara a la galería y no aceptarán, por supuesto, preguntas, solo las dirigidas y pactadas desde la prensa amiga. Por lo visto, no hay otro patrocinador posible, no existe manera humana de compensar por vías alternativas el pastón prometido desde tan corruptoras manos. Se aleja Javier Faus del escaparate para no salpicar su papel de representante de tales intereses y nadie explica el porqué. Se va Ramon Cierco, el de la intervenida Banca Privada de Andorra, también señalada desde Estados Unidos, y nadie parece reparar en ello. ¿Más que un club? Apenas un marcador. Y si genera tripletes, aleluya. A callar y tragarlas. Mañana, más.
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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