En una semana en la que Don Garber amplió los horizontes de la MLS a 28 franquicias (son 20 actualmente, con el objetivo de ser 24 en 2020), el triunfo de Portland Timbers en la final de la MLS Cup supuso una buena noticia para la competición, teniendo en cuenta que el equipo de Oregón forma parte de la penúltima ampliación, la de 2011. Hay alternancia en la lucha por el título, lo que de cara al espectador siempre es bastante más atractivo que un oligopolio en el que los mismos nombres copan los titulares de forma permanente. En veinte años de MLS ha habido ya diez campeones diferentes, siendo los de Oregón los últimos en estrenarse.
El triunfo de los Timbers cierra además una deuda del soccer con Oregón, considerada la Ciudad del Fútbol desde que los leñadores se establecieron allí en 1975 para disputar la NASL. Cuarenta años y dos desapariciones –con sus correspondientes refundaciones– después, Portland ve cómo su apuesta por el fútbol ha terminado completándose con lo único que le faltaba, un título a su equipo masculino. El estado de Oregón ha ofrecido siempre una muy buena acogida al fútbol, siendo la afición de Providence Park uno de sus mejores activos. Además, el fútbol femenino arraigó rápidamente, convirtiéndose las Portland Thorns en campeonas de la NWSL en su primer intento. Desde el 6 de diciembre, la Timbers Army tiene un nuevo motivo de orgullo en el equipo dirigido por Caleb Porter.
La final se presumía muy igualada, tanto por los números que habían presentado ambos equipos en la temporada regular como por sus actuaciones en los playoffs. Si Columbus Crew presentaba a Kei Kamara como principal amenaza en ataque, los Timbers tenían a Adi; si el equipo de Ohio tenía como diez al argentino Higuaín, su rival replicaba con la presencia de Valeri. Sólo en las gradas parecía decantada la final gracias a la condición de local del Crew, aunque la Timbers Army estuvo suficientemente representada en el MAPFRE, con un tifo que rezaba “Vamos a hacer lo que dicen que no se puede hacer”.
Aquel tifo, más modesto que los que aparecen en Providence Park, terminó siendo premonitorio. Todo ese equilibrio previo saltó por los aires después de los primeros 27 segundos de partido. Un envío inocente de Trapp hacia Clark terminó con el portero de Columbus controlando el balón hacia su propia portería. La presión de Valeri hizo el resto y el error más flagrante de los playoffs se convirtió en el gol más rápido de la historia en una final de la MLS. Portland había golpeado a Columbus sin preliminares, igual que hicieran éstos en su partido ante los Red Bulls dos semanas antes.
El despropósito no terminó ahí, y un balón que había cruzado la línea de banda fue continuado por los jugadores de los Timbers al ver que Jair Marrufo no había decretado saque de banda. Nuevamente, la defensa de Columbus se vio a contrapié y el costarricense Rodney Wallace había puesto el 0-2 en el marcador. Los de Gregg Berhalter veían la final casi imposible con sólo siete minutos jugados, lo que llevó a la afición local a lanzar sus vasos de cerveza a los felices jugadores de Portland, que celebraban la anulación de cualquier guion previsto de antemano. En el palco, Don Garber tomaba nota de esta conducta, y no sería de extrañar que se tradujera en alguna sanción ejemplar para los de Ohio por un episodio muy poco frecuente en el deporte estadounidense.
Columbus intentó remar contracorriente, y pareció dar señales de vida cuando Kamara porfió un balón en el área y consiguió meterlo entre las piernas de Powell para poner el 1-2. Había pasado poco más de un cuarto de hora y ya se habían visto tres goles en un inicio de final frenético.
La lluvia de goles terminó ahí, y el centro del campo de Portland pasó entonces a protagonizar el partido, gestionándolo para que llegara cuanto antes el minuto 90 y poder festejar la primera gran noche de un equipo que había esperado este momento durante las últimas cuatro décadas en las distintas categorías del soccer.
La MLS Cup conquistada por Portland Timbers ha llegado a golpe de riñón, propiciada por un sistema de playoffs en el que se puede apretar en el último momento, como en un esprint ciclista en el que, más que la trayectoria, beneficia el tempo y la lectura en la línea de meta. En dicho esprint, los grandes favoritos reventaron a primera hora –Seattle, LA Galaxy–, y los segundos espadas se distrajeron vigilándose entre ellos. Pocos prestaron atención a unos Timbers que se enganchó a la escapada final casi a última hora y, sin hacer ruido, se ha hecho un hueco en la aristocracia de la MLS. La Ciudad del Fútbol ya luce orgullosa su nuevo título en las vitrinas.
*Agustín Galán es periodista.
– Foto: USA Today Sports
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