"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Como todo entrenador que se precie, comencé en el mundo de los banquillos con dos premisas: seguir usando lo que me dio resultado como jugador e intentar copiar lo que veía en los equipos grandes de Primera División. Si como jugador jugar en rombo me daba victorias, mi equipo jugaría en rombo. Por el contrario, si el doble pivote no funcionaba, nunca lo querría. Si había interiores de moda, juguemos con interiores. O mediapunta, lo que hiciera falta. No faltaba el tipo de libro (da igual el nombre) que tenía 1000 ejercicios para mi equipo, explicados con un dibujo que yo calcaba en el campo. El libro decía que así debía ser y punto.
Y los conos. Lo que no faltaban eran conos. Todos los conos posibles, cuantos más, mejor. Había que poner conos por doquier, donde hiciera falta, una línea de conos tan estupenda y perfecta como pudiera, pues eso me daría clarividencia a la hora de organizarme. Un perfecto aeropuerto de conos rojos, amarillos, blancos, azules que hacía las delicias de todo los que lo veían. ¡Cómo no iba a ser buen entrenador, si ponía conos y copiaba ejercicios de libros!
En el curso de INEF, mi profesor, Fernando Mata, preparador físico del Real Madrid durante muchos años, me dijo una vez que él había roto muchos ejercicios en el papel. Probaba uno en el entrenamiento y veía si era efectivo o no. En las clases leía palabras como macrociclo o ATR y pensaba en planificaciones de temporada. Veía preciosas diapositivas con temporalización de partidos, cuantificación de cargas y otras cosas que los deportes colectivos debían usar. Aparecía siempre un nombre: Carlos Álvarez del Villar y su libro La Preparación Fïsica basada en el Atletismo. Me fui a casa pensando si había comenzado mal mi carrera de entrenador. ¿Qué tenía que ver un deporte colectivo como el fútbol con el atletismo? Jugaba al fútbol, entrenaba un equipo de fútbol base, engullía partidos sin cesar y era muy escrupuloso con los entrenamientos de mis jugadores. Estaba haciendo lo que todo el mundo, daba mis pasos lógicos. O los que se establecían como lógicos.
Con los años, la situación ha cambiado drásticamente. Ya no soy jugador y no tengo en mi casa ningún libro de ejercicios. No cuantifico cargas ni fusilo ejercicios de otros entrenadores. Y por supuesto, cada vez pongo menos conos. Además, y esto siempre es algo que sorprende a quien me lo oye decir, mis equipos no calientan en los entrenamientos.
En esta época de la información trasnochada y de la repetición sistemática sin procesar, veo a muchos entrenadores cuantificadores, jóvenes que ponen un exceso de conos que da vértigo, que hacen un ejercicio sin adaptarlo a las necesidades de sus equipos, que ponen vídeos de salida de balón del Bayern de Múnich sin tener ese tipo de jugadores, que hacen rondos sin saben para qué, que llevan los minutos jugados de sus jugadores sin ver la calidad de esos minutos. Tienen todo lo necesario, menos lo necesario. Contaba Iñaki Refoyo, a la sazón profesor del INEF de Madrid, que tenía cuantificado todo lo que su equipo de baloncesto hacía y que siempre había alguien en la grada sin apenas experiencia que le decía quién era el bueno, quién el menos bueno y lo que pasaba en el partido. ¡Y no necesitaba ningún dato para corroborarlo!
Con el tiempo me he dado cuenta de que ser entrenador es un prisma con demasiadas aristas que no siempre puedes controlar. Y he abandonado la senda de la cuantificación. No necesito poner mil conos para saber que el entrenamiento está ordenado (es más, jóvenes entrenadores, a vuestros jugadores les molestan los conos. Además ¿hay conos en el campo los días de partido?); no necesito un calentamiento aburrido donde los jugadores se colocan y hacen movilidad articular en dos filas (pierdo un tiempo precioso de mi entrenamiento, ya que en fútbol formativo siempre hay un entrenador esperando para entrar al campo. Y no, mi índice lesional por temporada no ha subido, es más, ha bajado gracias los ejercicios preventivos); no quiero pretemporadas donde los jugadores corran sin cabeza y no toquen el balón; y por supuesto me niego a planificar una temporada entera (¿cómo puede saber alguien en el mes de agosto lo que va a pasar en febrero? Es inconcebible).
Ser entrenador para mí es ser un actualizador constante, de tus jugadores, de tu experiencia, de nombres, ideas y metodologías, de lo que pasó en el partido anterior, de lo que pasará en el siguiente, del entrenamiento anterior, de las experiencias de cada jugador… Demasiados frentes que controlar que ningún libro te va a contar. Genero mis propios ejercicios, leo y me formo como todo el mundo, pero no busco dogmas y constato una realidad: cuanto más material usas en un entrenamiento, más alejado estás de la realidad de tu día a día.
Los entrenadores nos hemos difuminado entre conos, petos, picas, cinturones rusos, campos grandes, medios, pequeños, obviando una palabra esencial a la hora de planificar un entrenamiento: operacionalización. Nuestro entrenamiento tiene que ser ordenado, pero ese orden no tiene que ser el impuesto. ¿Cuántos conos necesitas para hacer un juego de posición? ¿Por qué hay conos que mueves de un lado a otro sin buscar una funcionalidad al mismo, pudiendo, desde una posición, que te sirva para varios ejercicios? ¿Por qué tus jugadores tienen que estar tres o cuatro minutos parados mientras tú cambias los conos? ¿Por qué necesitas poner veinte conos si con cuatro te vale?
Necesitamos cuantificar para reafirmarnos en nuestro conocimiento. Necesitamos datos que refuten nuestro trabajo, que la gente pueda pensar en el peor de los casos que no le gusta su fútbol, pero que es un trabajador incansable. Necesitamos conos, muchos conos, llenar el campo de conos, que nadie pueda nunca decir que no somos trabajadores, obviando una gran frase: el exceso de trabajo nunca sustituye la falta de talento.
Desconozco el entrenamiento de la semana que viene de mi equipo, no sé lo que voy a encontrarme mañana en mi vestuario, no sé qué hacer todavía en el siguiente entrenamiento, utilizaré los menos conos posibles y por supuesto no me preocuparé en cuantificar todo.
A los entrenadores que están empezando siempre les digo lo mismo: no compréis ni un libro de ejercicios, no hagáis los mismos calentamientos de siempre, no organicéis los mismos entrenamientos de siempre solo porque así tenían que ser. Atreveos a diseñar ejercicios, a equivocaros, a romper hojas y volver a rediseñar una y otra vez. Es solo una arista del trabajo de ser entrenador.
* Ricardo Zazo es entrenador de fútbol.
– Foto: Futfem.com
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