"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Un globo perfecto bajo la cubierta del Flanders Expo de Gante (Bélgica) ponía fin a un intercambio terrible entre Andy Murray y David Goffin para sentenciar la final de la Copa Davis 2015. El belga disparaba y el británico se protegía, así hasta que una buena defensa se convirtió en el mejor ataque y provocaba la reacción de todos los presentes. ¿Qué son 20 golpes cuando llevas esperando 79 años? Para el oriundo de Dunblane (Reino Unido) significó mucho. Tanto que no pudo siquiera mantener la compostura vertical y la arcilla del Flanders Expo le acogió entre sus gránulos, refugiándole así de un sollozo del que estaban pendientes más de 60 millones de personas. Solamente recuerdo ver al escocés perdiendo el equilibrio en una ocasión, y no fue ni en su conquista del US Open 2012, ni en Wimbledon 2013, ni siquiera en los Juegos Olímpicos de Londres. Curiosamente, fue en un ATP 500, en Valencia, tras más de tres horas de pelea ante Tommy Robredo salvando cinco pelotas de partido. El drama y la gloria unidos de la mano, solo que esta vez con todo un país detrás. Su carácter británico le invadió en plena celebración y le hizo erguirse de inmediato para felicitar a su rival, seguramente, deseando que aquella tierra que ahora pisaba se le tragase por momentos. De nuevo los locales volvían a caer en la gran final, ante el mismo rival, pero con algo más de honor. Enfrente, un hombre lideraba un equipo sin demasiadas tablas pero forjado desde la unión, el trabajo, la oportunidad y un palmarés legendario. Ese hombre era Andy Murray, el mejor tenista anglosajón de los últimos ochenta años.
Pero lo que ha hecho grande a Andy no han sido sus tres victorias ante Bélgica en la final. Sí, tres: dos en individuales y una en dobles. El tenis británico pasa por un momento de crisis en cuanto a plantel, por ello que el número uno del equipo tenga que disputar la mayoría de los puntos. Y así lo ha hecho desde que arrancara la competición en este 2015: dos asaltos ante Estados Unidos, tres ante Francia, tres frente a Australia y, por último, los tres ante Bélgica. En total fueron doce los puntos que llevaron a Gran Bretaña a conquistar la Ensaladera; en once estuvo el menor de los Murray presente. Una racha de trece triunfos consecutivos y una registro total de 27-2 en terreno individual que aúpan al número dos del mundo como el gran referente de su nación tras Fred Perry. El esfuerzo es doble al tratarse de un jugador de la primera fila del circuito ATP y al darse una época de vacas flacas en el combinado anglosajón, donde solamente dos de sus hombres conviven en el top100 y a uno no le dejan jugar pese a estar nacionalizado (Aljaz Bedene, #45). Compromiso es, por tanto, la palabra que define sus actos, un gesto cada vez más difícil de presenciar cuando dialogamos de Copa Davis. Este anhelo y pretensión de defender los colores de tu país ya los vimos anteriormente en Nadal, Djokovic o Federer, hasta que el cántaro se rompió y todos lograron su objetivo. Esta vez el premio esperaba en el camino de Reino Unido con Murray como principal protagonista, el último miembro del Big4 en cerrar el curso alzando a tu país hasta lo más alto. Pan para hoy, hambre para mañana. Tardaremos en ver repetida esta imagen.
Aun así, habría que pararse muy detenidamente a estudiar los números para descubrir la importancia que ha tenido Andy Murray para el tenis y, en general, para el deporte en Gran Bretaña. De su raqueta han nacido los únicos triunfos que han visto las islas en la última década, por no hablar de los hitos que ha desenterrado casi cien años después, reeditando toda la gloria de la época de Fred Perry. El escocés reconquistó Wimbledon 77 temporadas después de que lo hiciera el de Manchester, luego se colgó la medalla de Oro en unos Juegos Olímpicos 104 años después de que lo hiciera Josiah Ritchie y, ahora, captura junto al resto de compañeros la Copa Davis tras 79 cursos de espera. En su horizonte particular ya solo le falta un objetivo para desbloquear todas las puertas de su camino: el número uno del mundo. La época escogida no ha sido la mejor, sin duda, pero ¿cómo iba a ser la buena de Judy que su hijo pequeño tendría que lidiar con el mejor jugador suizo, español y serbio de la historia? Ellos han sido los que han apartado a Andy de lo más alto del cajón durante las últimas once temporadas, siendo ahora el balcánico el que comanda esta clasificación. Dicen que la Davis te da un empujón de adrenalina incomparable a cualquier otra vivencia, que se lo digan a hombres como Verdasco, Tipsarevic o Wawrinka. ¿Quién sabe si este acelerón sumado a los más de 15.000 puntos que defiende el de Belgrado en 2016 pueden llevar a Murray hasta el número uno del ránking? De producirse, sería la primera vez en la Era Open que un británico gobernase el circuito.
Pero en cada cuento, por bonito que parezca, siempre hay una parte de conflicto. En situaciones como esta, parece hasta ridícula. Personas que no apoyan a Andy porque nació en Escocia (?), multitudes que todavía recuerdan sus declaraciones allá por el año 2006 cuando, en un tono jocoso, expresó que no apoyaba a Inglaterra en el Mundial de Alemania. Gente que se guardó bajo llave sus declaraciones independentistas en septiembre de 2014, cuando el pueblo escocés salió a las urnas para votar por el futuro del país y su posible fractura con Reino Unido. Al final ganó el no (aunque no por mucho), pero ese no quedó grabado a fuego en la mente de muchos que, inmediatamente, borraron lo felices que habían sido celebrando una corona en Wimbledon o una medalla de Oro en los últimos Juegos Olímpicos de su nación. Incluso algunos ex jugadores significativos como David Lloyd afirmaron que el de Dunblane no se entregaba al 100 % en sus partidos de Copa Davis y que no tenía ese sentimiento de adherencia en cuanto a los colores de Gran Bretaña. Hace falta ser zoquete, perdonen el atributo, para pronunciar este discurso contra un hombre que lo ha jugado y ganado casi todo y que ha inyectado un antídoto pro-tenis en cada rincón de su comarca, provocando un incremento en la actividad de los niños y reactivando la ilusión por un deporte que se había mantenido oculta desde los viejos años 30. Tras este nuevo logro, esperemos que ya no exista ningún tipo de duda acerca del compromiso y la entrega de un hombre que, en plena madurez profesional y personal, ha sancionado con más relevancia los intereses colectivos que los propios e individuales.
Si 2015 fuera una tarta, el dueño del 95 % de su volumen sería Novak Djokovic, incluso de un porcentaje algo mayor. Tras la estela del serbio aparecen algunos nombres donde destaca claramente el de Andy Murray. En lo que representa ya su mejor temporada como profesional, el escocés ha superado por primera vez las 70 victorias y cerrará el año como número dos del mundo, su mejor ránking al final de un calendario. Cierto es que en terreno Grand Slam fue de más a menos y en Masters 1000 únicamente logró sentar cátedra en Madrid y Canadá –únicamente-, pero su regularidad, solo superada por el de Belgrado, mereció mayor premio tras los once meses regulares. Un premio que fue canjeado en Bélgica con la conquista de la Copa Davis.
“Sienta espectacular. Nunca creí que podría tener la oportunidad de hacer esto, no puedo creer que lo hayamos conseguido. Es una sensación increíble, seguramente haya sido lo más emotivo que he vivido, siempre he jugado mi mejor tenis cuando juego por mi país. Todos vamos a recordar este año por el resto de nuestras vidas, pase lo que pase este será el punto alto de nuestras carreras”.
¿Enunciaría estas palabras alguien que no sintiera los colores de su bandera? No lo creo. Pero lo que sí creo es que Andy nuca soñó con algo así. De pequeño, como todos, se imaginaría a sí mismo ganando un Grand Slam, colgándose una medalla o llegando a lo más alto del ránking. Hoy por hoy, hay algunas cosas que ya no guardan misterios para él; otras, todavía se resistan. Y más allá de lo material, sin representación física que lo demuestre, la isla más grande de Europa rendida a sus pies. Ésto no se paga con dinero, solo se gana con sudor.
* Fernando Murciego es periodista.
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