Dos de los equipos con mayor mercado potencial de la NBA, no en lo referente a su maniobrabilidad a la hora de fichar (limitada por las reglas de la liga), sino su capacidad para generar ingresos, probablemente no jueguen los playoffs de esta recién comenzada temporada. Ni New York Knicks ni Los Angeles Lakers tienen los mimbres para ser relevantes ni parece que vayan a acudir a la fase final, salvo prodigio deportivo de sus limitadísimas plantillas. Si acaso New York Knicks podría conseguirlo, de hacer Carmelo Anthony un esfuerzo mayúsculo en una conferencia este cuyos actores principales se conocen de antemano.
Kobe Bryant y Carmelo Anthony apuraron su condición de súper estrellas para formalizar su último gran contrato. Con la renegociación de los contratos televisivos en el mostrador (la NBA casi triplicará sus ingresos a partir de las 2016-2017), el enorme vacío que hubiera generado su ausencia y el miedo a la orfandad de unos fans acostumbrados a generar ídolos incluso cuando no los hay (véase el fenómeno Jeremy Lin), lo lógico era lo que acabó sucediendo: que obtuvieron casi todo cuanto quisieron. Kobe, 48,5 millones por dos temporadas; Melo, 129,5 millones por cinco.
Y es poco reprochable en un mercado que solo cuenta con el jugador cuando puede sacarle rentabilidad. Que la NBA carece de alma se ha vivido en muchas y repetidas ocasiones los últimos años. En una gran empresa formada por franquicias que sobreviven haciendo la guerra por su cuenta, yen una salvaje rutina donde puede pasar de todo, lo lógico es que las posiciones individuales de poder se aprovechen. El pasado no existe en la mejor competición baloncestística del mundo.
Hacer uso de ese poder, eso sí, conlleva agrias consecuencias para una franquicia en pleno retroceso, Lakers, y otra en barrena desde hace tanto tiempo que ni se recuerda, Knicks. Kobe y Melo se salieron de la ecuación a sabiendas de que en los despachos las decisiones estaban siendo, cuando menos, irregulares. Ni Kobe ha actuado como LeBron James ni Melo ha sido Nowitzki o Duncan, pues comprendieron a su manera las reglas del juego. Sus respectivos general managers se abrazan a promesas de futuro hechas a jugadores a los que no les sobra precisamente el tiempo, y hacen la vista gorda respecto a lo que pasa en el campo: plantillas desmejoradas en absoluta desconexión con la grada. Kobe ha pasado de intentar jugar con Gasol, Howard y Nash hace un par de años a hacerlo con Lin y Boozer como escuderos. A Anthony solo le queda Calderón y un devaluado Amar’e Stoudemire. Sobre Kobe planeaba la idea de hacerlo jugar 29 minutos por partido y a la primera semana ya juega 44’ y tira 37 veces. A Melo querían acompañarle mejor y seguirá siendo el llanero solitario.
Asociar única y exclusivamente estos dos mastodónticos contratos a la deriva deportiva de sus franquicias es ampararse en un argumento muy pobre para entender su contexto actual. En ambas franquicias se han hecho muchas y repetidas cosas mal de un tiempo a esta parte. Y han condenado a sus estrellas a tomarse la temporada derribando récords de carácter individual, agrandando sus números, al tiempo que el palmarés espera un futuro que quizás no llegue nunca (tampoco parecen excesivamente afectados).
Son las paradojas del mercado: los mejores jugadores en las franquicias con más dinero no van a competir el título. I love this game.
* Javier López Menacho.
– Foto: AP
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