Pintura mojada

por el 14 febrero, 2013 • 8:59

Hace poco me volví a perder entre los pasillos del Museo del Prado. Lo reconozco. Soy un admirador de la liturgia que conlleva para los amantes del arte esta tradición. Esa que les enfrenta día a día con los detalles más nimios de unas obras que adquieren significados diferentes en función del soñador que las perturbe.

Ante la televisión y teniendo enfrente a la tercera representación de Mourinho, me ocurre parecido. Adoro el ritual.

Ambas situaciones, por muy disparatadas que parezcan, se sostienen en mí por la analogía de lo indescifrable. El valor de lo que no se puede alcanzar a simple vista.

«Debes aprender a fundirte con el arte, compañero». Sus respuestas a mi cara de incredulidad diría que resultan hasta predecibles. Suelo acompañar mis visitas por el museo de la paciencia y conocimientos de mi amigo David, estudiante de Bellas Artes.

«Algún día, cuando menos lo esperes, te sentirás en sintonía desde lo más puro, entonces querrás entender el porqué de hasta el más burdo trazo que da sentido a la obra sobre el lienzo».

Tenía razón. Conecté. En un bar cerca del Prado con una ración de pulpo y una cerveza fría. La pantalla ofrecía el debut del segundo proyecto galáctico post Pellegrini. Mallorca-Real Madrid y el calor de una noche de verano. Nada de especial, pero me cautivó.

Después de aquello, seguí buscando acomodo entre los cientos de ojos del Museo y una mañana sentí frío en una de las estancias. Ahí estaban, ante mí, las pinturas negras de Goya. Aquellos trazos se correspondían con el estado más febril del pintor. Su etapa más desordenada de la consciencia.

Aquellas catorce obras me hacían volar hasta la disrrupción del orden preestablecido. La sangre, la voracidad y el miedo hicieron que mi mente, casi sin querer, extrapolara sensaciones. Tres nombres se hicieron con el control de mis pensamientos: Cristiano, Higuaín y Benzema.

¿Estúpida comparación? Pues, seguramente. No obstante, a mí me ayudó a entender los miedos del pintor y las pesadillas de los defensas rivales. La temporada pasada, la espada del defensa más valiente se tornaba parca de capacidades cuando tocaba enfrentarlos. Este triángulo del mal fue capaz de reventar un récord que acumulaba polvo entre los anales de la historia de la Liga española. 79 goles de los 121 los firmaron sus botas. Es decir, más del 65 % de la aportación realizadora fue suya. Más de la mitad del trofeo que conquistaron se debió al olfato de tres hombres. No es un dato para ser obviado.

El óleo de las pinturas sigue gozando de los colores que hacen encoger el alma a quien garantiza con ellas un cruce de miradas, pero hoy parecen haber perdido impacto visual. Ya saben, la televisión y la banalización de la imagen. Nadie se inmuta cuando ve sangre en el telediario de las tres mientras empieza a comer.

Con los delanteros de Mourinho ha pasado algo similar. Han perdido esa pegada. Ya sea por mala racha goleadora, pérdida del olfato o mal momento de forma. Lo cierto es que los números refrendan cualquier teoría en su contra. Solo responde ante el gol el señor homónimo. Cristiano.

Las ocasiones se siguen generando, pero los números no avalan ni a Higuaín ni a Benzema. Ni perro, ni gato ni cualquier fauna posible. Entre los dos suman 15 goles, casi una decena menos de los que ya ha cantado Ronaldo en la liga. El acierto del portugués representa un 41 % de los tantos que acumula el equipo en competición regular. Algo que dice y mucho de la productividad del luso cuando contrastas sus números con los de Messi en cuanto al beneficio de sus goles para el colectivo. El argentino suma once tantos más y el Barcelona, como equipo, veinte más que los de Mourinho. Pues bien, los registros de Messi representan el 44 % de los goles del equipo. Solo un 3 % superiores a los de Ronaldo. El portugués solo no puede aunque quiera. Necesita la pólvora de una segunda línea mojada.

Hasta el más mínimo detalle. «Cuando conectes con algo podrás observarlo impertérrito durante horas». Una vez más, mi amigo David tenía razón. Solo hay que dejarte llevar hasta sentir.

* Fernando Sosa es periodista.


– Foto: Rafa Casal (Marca)




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