El alumno aventajado talaverano aprendió a pasos agigantados la metodología y el funcionamiento amarillo. No se podría empezar de otra forma.
El Villarreal se fijó en él en su plena adolescencia para que militara en Segunda División mientras descodificaba el idioma del Villarreal para una posterior irrupción en Primera, previo paso por el Villarreal C. Después, nada salió como esperaban tanto Manu como el propio club. El Villarreal descendió tras ese fatídico partido contra el Atlético de Madrid y ambos se tuvieron que reinventar.
Manu, parecía, estaba preparado para la Primera División española. Ahora, el filial del submarino amarillo, debería descender a 2ªB por aquello de que el primer equipo manda. Si Trigueros parecía capaz de asomar la cabeza en la más alta categoría, era un hecho que el Villarreal contaría con él para intentar el ascenso inmediato. No quería esperar más. No querían esperar más. Ni él, ni el club ni la afición. Esa afición que ha seguido al equipo hasta las últimas consecuencias y un sinfín de recovecos de todos los campos de ambas categorías. Parece increíble, pero descender lo hizo grande. El descenso, tras posterior ascenso al año siguiente, hizo a un club tremendamente gigante en la última década más aún si cabe.
Ya no se escuchan los pitos habituales años atrás cuando algo no sale a la primera. El Villarreal dejó de bañarse en las playas paradisíacas de Primera para retozar en charcos y barrizales de Segunda. Puso la mezcla de pundonor y calidad necesaria para salir de ese pozo y lo hizo. No sería el primer club que tras un descenso acaba por destruirse. Para que eso no ocurriera habría que mencionar la excelente gestión de los directivos. Tema aparte y lejano para el escritor.
Al centrocampista, fichado del Murcia, le consagró ese año participar con los jugadores de más alto nivel del club. La perseverancia y dedicación de jugadores, técnicos y directiva desembocó en mantener el bloque del grupo que descendió. Lo importante, parecía, seguía intacto en El Madrigal. A sabiendas que en el club existe una estructuración y comprensión del juego desde la niñez que hace que, a falta de jugadores, recursos o posibles, los castellonenses siempre puedan mirar hacia abajo cuando lo necesiten. La cantera es un filón.
Este esfuerzo por todas las partes creó un monstruo. Un monstruo que ahora mismo se encuentra en quinta posición con más de media liga disputada. Un recién ascendido que sabe cómo y a qué juega. Manu es parte de ese éxito.
Obviamente, no todo es de color de rosa. Ni siquiera todo es de color amarillo. Puede quedar en un dato anecdótico, pero Trigueros, hasta hace unos días, era el único jugador de la defensa hacia adelante que no había anotado ningún tanto. Es verdad que la conexión con Bruno es mayor que la que, ahora mismo, tiene Tomás Pina. También es cierto que está jugando incluso mejor que en Segunda División, donde su juego no quedaba tan a la vista.
Quizás, pensábamos, probarían con él más escorado a una de las bandas tras la lesión de Cani, más larga de lo esperada. Pero la retahíla de jugadores formados en las categorías inferiores y las posibilidades de elección para Marcelino han hecho que coja peso otra promesa de la que, seguro, hablaremos en un futuro: Moi Gómez.
Quizás esa clarividencia que da Cani en el último pase, juegue más o menos pegado a la cal, hace que la ayuda de Trigueros a la salida de balón de Bruno sea primordial. De ahí, creo, viene la necesidad de dejarlo cerca del de Artana. Quiere Marcelino la ayuda de ambos para sacar el balón jugado, ya sea para salir desde atrás con paciencia o como un torbellino. Manejan ambas fórmulas, de ahí la dificultad para jugarles y ganarles. Toque y contragolpe. Mecen al rival hasta que se duerme (que se lo cuenten a la Real Sociedad cuando visitó El Madrigal). Sueltan a las gacelas cuando recuperan el esférico (que hable alguien con Paco Jémez que avasalló en la posesión y se llevó una goleada escandalosa). Mezcla mortal.
El aspecto defensivo del ’14’ villarrealense es bueno, aunque mejorable. Sí, presiona; sí, se esfuerza; sí, tiene calidad, pero sus recuperaciones podrían aumentar así como sus pérdidas de balón disminuir. No sería justo pasar por alto que él y Cani, además de Bruno (Pina en menor medida), son los encargados de filtrar balones, por lo que es más fácil que acaben en error. Además, muy de vez en cuando se le ve cerca de la mediapunta. Sin conocimiento de causa se nota, se percibe, que se siente comodísimo en ese lugar. Libertad.
Ahorma mismo, sin tiempo que «perder» en la Copa del Rey y sin, todavía, partidos europeos, el Villarreal se centrará en la liga y eso puede hacer que este equipo siga creciendo y siga agrandando la historia.
También Manu Trigueros tendrá más minutos si cabe. Sin tanta carga de partidos y con un Tomás Pina ya metido en vereda por Marcelino, el puesto habrá que ganárselo. Seguirá habiendo rotaciones, claro que sí. Pero con él en el campo parece que tanto la mamá que mece como las gacelas libres se sienten más cómodas. Manu ya aprendió las pautas, Manu piensa en amarillo.
* Jorge García Huesca es entrenador de fútbol base.
– Foto: Villarreal CF
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