"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Bayern Múnich / Fútbol / Alemania
Pep Guardiola es un genio. No digo nada que no haya sido dicho antes, pero me siento en la necesidad de reafirmarlo. Es así, tal cual, un aventajado. No solo tiene la capacidad de detectar problemas (al fin y al cabo, con un seguimiento continuo del juego, muchos podemos hacerlo) y aplicar soluciones (esto es ya es más difícil para el resto), sino que se anticipa. Pep ve el problema antes de que aparezca y eso es una ventaja estratégica, porque con él solo aspiras a ir a remolque. Cuando tienes la fortuna de presenciar estas genialidades, solo te queda mirar, callar, y aprender, porque por más que busques una respuesta, el talento hay veces que no admite preguntas.
Y su talento está fuera de toda duda. Recibí la noticia de su vuelta a los banquillos con una sonrisa de oreja a oreja. Ya vimos lo que fue capaz de hacer en Barcelona, y muchos queríamos ver lo que sería capaz de hacer en Múnich, con otros jugadores, con otros instrumentos, con una plantilla excelsa, pero diferente. A Barcelona llegó después de la decadencia del gran Barça de Rijkaard, con una plantilla repleta de vacas sagradas que pedían a gritos un gracias por los servicios prestados. Llegó en un contexto en el que su revolución, pese a levantar críticas en el entorno, estaba respaldada por las circunstancias. Sin embargo, a Múnich ha llegado con el Bayern ganándolo todo, con el equipo en la cima del fútbol y en la diana de todos los elogios. Ciertamente, no en el contexto ideal para realizar cambios. Pep quería implantar su sello, pero los jugadores terminaban por hacer lo que estaban acostumbrados a hacer: sobrecarga de las zonas laterales, juego de bandas mortífero y centros al área, con llegadas de segunda línea. Hay que tenerlos bien puestos para convencer a un equipo campeón de todo de que debe jugar a otra cosa. Y aunque en las primeras jornadas el instinto de los jugadores se impuso, Guardiola ha terminado venciendo la partida y el Bayern cada vez es más suyo.
Al fantástico descubrimiento de Lahm como mediocentro hay que unirle el trabajo de Müller y Götze como falsos nueve (ojo a la relación Guardiola-Götze, porque apunta a algo épico), el hecho de que el Bayern progrese mucho más por dentro que sobrecargando las zonas externas y algunos detalles en la salida de balón que no paran de sorprendernos. Es en este punto en el que vamos a hacer una pausa para callar, analizar, y aprender.
Lo primero que ha buscado Guardiola en el Bayern es generar apoyos interiores, conseguir que su equipo potencie el juego por el carril central. Siempre ha entendido que en la conquista de ese carril se encuentra la mayor fuente de dominio y todas las decisiones van orientadas a que esa zona del campo sea siempre de su equipo, tanto cuando tiene la pelota como cuando se encuentra sin ella. Se dio cuenta de que Lahm sufría en la fase defensiva por esa zona y lo primero que hizo fue protegerle colocando a los laterales en posiciones interiores. Los laterales tienen una importancia capital en esa salida de balón de la que pretendemos ocuparnos hoy. Diferenciaremos sus comportamientos dependiendo de varias circunstancias y vamos a darnos cuenta de la increíble riqueza táctica del equipo dirigido por Josep Guardiola.
En el Bayern, los laterales pueden permanecer cerrados en esa fase de salida de balón. El objetivo, fundamentalmente, además de generar apoyos interiores, es el de proteger la pérdida. Se resta en amplitud lateral y se gana en control de esos espacios que Pep considera determinantes. Cuando los laterales permanecen cerrados es primordial que los extremos vengan a recibir, porque la conquista de la zona central es prácticamente imposible sin ocupar las zonas externas, sin estirar al rival. Tras la pérdida, el hecho de que el Bayern sea un equipo en el que los centrales hagan continuamente achiques laterales beneficia la defensa de la espalda en esas zonas, aunque es uno de los pocos puntos débiles del sistema defensivo del Bayern.
No es, ni por asomo, el único mecanismo de salida del Bayern. Es más, puede que ese comportamiento de cierre en la salida no sea más que la apertura de un espacio para que lo activen los centrales en conducción. Nos paramos un poco porque puede sonar raro, pero en la rareza está lo fantástico del movimiento. En el Bayern, cuando los centrales salen en conducción desde atrás, las superioridades centrales no las generan ellos, sino los laterales. Los centrales del Bayern siempre conducen ocupando posiciones exteriores, casi nunca por dentro. Ante esas conducciones, los laterales centran sus posiciones y construyen la superioridad del Bayern en la fase de salida de balón.
Otro de los movimientos más rutinarios de los laterales del Bayern en esa fase del juego es la de construir bandas asimétricas, de forma que uno de ellos permanezca abierto y el otro ocupe posiciones interiores. Esa fue una de las medidas tácticas más determinantes de Pep Guardiola en lo que llevamos de temporada, y que sirvió para destrozar por completo al Manchester City de Manuel Pellegrini en el Etihad Stadium. Metió a Alaba por dentro para arrastrar a Navas, impedir las ayudas al lateral y facilitar el uno contra uno de Ribéry con Richards. Colocó a Rafinha por fuera para que desdoblase a Robben y generar un dos contra uno frente al defensa más débil del City, Gael Clichy –movimiento fantásticamente explicado en este análisis de Miguel Canales–. No fue, obviamente, el único partido en el que el Bayern ha trabajado ese movimiento.
Pero no solo se comporta el Bayern de manera asimétrica en la salida de balón, sino que hay momentos en los que entiende que la simetría en la mejor oportunidad para sacar la pelota limpia desde atrás. Cada vez sale menos por fuera, pero siempre mantiene abiertas sus líneas de pase. Los laterales también ocupan sus carriles en distintas situaciones, siempre a la altura del centro del campo, para facilitar la salida lavolpiana del Bayern. El equipo de Heynckes también usaba ese recurso, con Schweinsteiger bajando a la altura de los centrales, en lugar de Lahm, que hasta su lesión muscular ha sido el receptor habitual.
El movimiento abierto de los laterales también es acompañado por una posición más centrada de los extremos porque, como hemos dicho en reiteradas ocasiones, la conquista de la zona central es una máxima a la que Pep no está ni remotamente dispuesto a renunciar.
No son estos los únicos recursos que maneja el Bayern para sacar la pelota. También cuenta con jugadores como Thiago, Kroos o Schweinsteiger que pueden sumar apoyos en esa fase de iniciación. Thiago y Schweinsteiger sí están mucho más relacionados y en contacto con la base de la jugada, pero Kroos, de momento, salvo apariciones puntuales, está teniendo mucho más protagonismo en zonas cercanas al área rival. Aunque ni mucho menos esquiva cualquier oportunidad para ser protagonista desde más atrás.
Recapitulando: laterales cerrados protegiendo la pérdida con extremos bajando a recibir, laterales cerrados ofreciendo apoyos interiores con centrales ocupando su zona en conducción, salida lavolpiana con laterales abiertos o cerrados en función de las necesidades colectivas, bandas asimétricas con un lateral abierto y otro cerrado y, además, por si las opciones fuesen pocas, no descartan la salida directa buscando apoyos largos de los extremos o alguna recepción de Mandzukic permitiendo que la segunda línea reciba de cara. Y nos olvidamos de otro recurso: laterales abiertos y los extremos recibiendo en posiciones más centradas.
Dentro de las cuatro fases del juego (fase ofensiva, fase defensiva, transición ofensiva y transición defensiva), solo hemos analizado un aspecto de la fase ofensiva y hemos encontrado multitud de detalles para generar un contenido amplio y lleno de matices. El Bayern München de Guardiola no es aún una maquina perfectamente engrasada, ni siquiera es mejor que el de Heynckes, pero ha conseguido en pocos meses que unos futbolistas que lo han ganado todo crean en otra forma de entender el juego. Una forma que necesita madurarse, trabajarse y forjarse en la competición. ¿Por qué cambiar lo que funciona? Primero, porque Pep Guardiola no fue fichado para continuar una idea, sino para crear una nueva. Segundo, porque en el fútbol, lo que funcionó ayer puede no funcionar hoy y en la regeneración está el mayor recurso de competitividad que existe.
De momento, el Bayern ya es de Guardiola. Ha ganado en control, dominio, fiabilidad, aprovechamiento del carril central y recursos tácticos para meterse en campo contrario. Ha perdido en llegadas y en profundidad lateral, pero el Bayern no descansa para encontrar nuevas formas de romper el sistema defensivo rival. Necesita tiempo y pocos hay más merecedores que Guardiola de ese preciado regalo.
* Alejandro Sierra.
– Foto: AFP
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