El tiempo no se puede comprar, acelerar, retorcer ni manipular. Es inexorable y puntual. No se puede correr más rápido que el tiempo, defecto en el que caemos cuando nos fijamos en futbolistas jóvenes. La cantera del Barça contiene un par de ejemplos recientes y sangrantes de ese vano intento de vencer al tiempo. Hay excepciones, claro, como Leo Messi. También lo fueron Bobby Fischer o Wolfgang Amadeus Mozart, pero esos casos no anulan la certeza de que la precocidad acaba siendo víctima de la dictadura del estancamiento.
Pep Guardiola lo vivió a su alrededor como jugador y lo ha sufrido como entrenador. Ha visto grandes promesas diluirse como azucarillos en cuanto se igualaron las fuerzas físicas o crecieron las dificultades rivales y surgieron los retos reales del alto nivel competitivo. Por estas razones, y aunque su historial como ascensorista sea espectacular, Pep quiere una cantera a fuego lento, sin prisas. Habría preferido que Bojan fuese ahora mismo el delantero centro del filial y Gio dos Santos, un efervescente extremo que encandilase el Mini Estadi. Con Guardiola no habrá precipitación pese a que los 19 canteranos que han debutado con él hagan creer lo contrario. El entrenador sabe que mucho más difícil que llegar al Camp Nou es quedarse en él, de ahí que exija que la maduración de los vinos que crecen en La Masia se haga con lentitud artesanal.
Los tiempos modernos buscan sangre fresca con la que alimentar la voracidad mediática, pero Pep posee su propio calendario. Conoce quiénes son los elegidos y cuál es el tiempo de cada uno y no quemará a ninguno de ellos en el fuego de la fatuidad precoz. Una cosa es estimular a un jovencito con unos minutos en el cielo (Muniesa en el 2009, Deulofeu ahora) y otra bien diferente pretender escamotear el camino feroz y áspero que empieza en La Masia y termina en el Camp Nou. Ahí, el darwinismo blaugrana se ensaña con los tibios y los que dudan; con quienes tienen un entorno farandulero o poco asentado; con los precipitados que se enamoran de sí mismos cuando se ven en las portadas. “Hay que dejar madurar el tiempo de los chicos y de sus entornos“, explica Tito Vilanova, en su declaración de principios en “Senda de Campeones”.
Ahora mismo hay seis chavales del Barça B subidos al ascensor: Montoya, Bartra, Muniesa, Jonathan dos Santos, Sergi Roberto e Isaac Cuenca. Lo harán a lo largo de la temporada, en partidos de Copa o de dificultad relativa. No son los únicos. Hay guardametas para cubrir una emergencia y promesas brillantes (Rafinha, Sergi Gómez, Tello, Deulofeu, Espinosa, incluso Riverola) que también tendrán su momento. Pero Guardiola exigirá paciencia y crecimiento pausado para que cuando lleguen al Camp Nou no sea de visita efímera, sino para quedarse para siempre. Por los antecedentes nefastos de la precocidad mal entendida tiene claro que el listón lo fijaron Iniesta, Busquets y Pedro. El primero, porque, aunque ahora parezca mentira, no fue titular de verdad antes de los 23 años. Los otros dos, porque nunca estuvieron en una lista de elegidos, sino que triunfaron en la sombra, cocinados a fuego lento, aprendiendo los fundamentos y respetando el tiempo.
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