"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Firmas / Alemania / Martí Perarnau / Bayern Múnich
¿Cómo es Pep Guardiola en la derrota? La respuesta es una obviedad: depende. No todas las derrotas son iguales. No es lo mismo la derrota dura en una semifinal europea que la derrota ante cualquier rival cuando la liga ya está ganada desde varias semanas antes.
Pero hay un rasgo común en todas ellas: Guardiola ha perdido muy pocos partidos en su vida como entrenador y cada vez que se produce una derrota se culpa personalmente de ella. Incluso en noches como la de Oporto hace unos meses, cuando los tres goles portugueses fueron provocados por indiscutibles errores individuales, incluso en esos casos acostumbra a pasar las horas siguientes buscando en qué aspectos se equivocó él.
Yo pienso que en este terreno se equivoca porque nadie es infalible ni está exento del error. Manuel Neuer, después de una intervención fabulosa que recordó la de Gordon Banks en el Mundial de 1970 a cabezazo de Pelé, cometió un error individual sin discusión en el primer gol marcado por el Arsenal, pero no por ello deja de ser un portero sensacional, el mejor del mundo actualmente. Sin embargo, Pep tiene hacia sus jugadores un sentimiento proteccionista -que se aproxima mucho al amor paterno- que le lleva a asumir culpas ajenas. Así, en las conferencias de prensa acostumbra a culparse a sí mismo por no haber ayudado a los jugadores a evitar incidencias o errores. Naturalmente, él lo hace de este modo para aliviar de críticas a los futbolistas y que todos los focos de la prensa se centren en el entrenador y le acusen a él de lo que le es propio y también de lo que no lo es, liberando a los jugadores de la responsabilidad de los errores.
Esta no es una actitud premeditada. Es un rasgo de su carácter. Pep fue educado de manera sobria. Su padre era “paleta”, albañil, y siempre le formó para asumir todas las responsabilidades de su trabajo y no echar las culpas de nada a los demás. Pep posee un carácter que prima el esfuerzo y el cumplimiento del deber por encima de otros factores. Siente que él es responsable del colectivo y, por lo tanto, ante cualquier derrota del mismo no hay más responsables que él. A veces, sus amigos intentan que rebaje ese listón de autoexigencia, sobre todo en las apariciones públicas, en las que cualquier frase puede ser interpretada de un modo diferente a las intenciones originales. Pero nadie le cambiará.
Por fortuna para su sentimiento de responsabilidad ajena, no acostumbra a perder a menudo. Ahora se encuentra en la octava temporada como entrenador y ha dirigido 411 partidos, ganando 299, empatando 70 y perdiendo solo 42. El porcentaje da un 72,75 % de victorias y un 10,2 % de derrotas. Si contabilizamos las dos temporadas y cuarto que lleva en el FC Bayern ha dirigido 122 partidos, ganando 92, empatando 14 y perdiendo 16. El porcentaje de derrotas asciende al 13,1 % y el de victorias sube al 75,4 %. Pierde unos 6 partidos por temporada, lo que comporta que cada partido perdido acabe señalado en rojo debido a las pocas veces que ocurre. La del martes ante el Arsenal solo es la primera derrota en 14 partidos de la temporada.
De esta derrota de Londres lo que me parece más relevante no es la defensa que ha hecho Guardiola de Neuer -siempre le defenderá, como al resto de la plantilla, por destacable que sea el error-, sino el problema que padece el Bayern cuando se lesionan sus extremos. Tiene cinco en el equipo (Robben, Ribéry, Costa, Götze y Coman) y el equipo juega muy diferente si puede alinear a dos de ellos o no. Mientras pudieron jugar Costa, Götze o Coman, el juego resultó fluido por una razón muy simple: porque su posición muy abierta en banda y su capacidad de regate propiciaron el uso de pases largos en diagonal a los costados y multiplicaron el rendimiento de Müller como mediapunta que llegaba de improviso al área contraria, lo que a su vez incidía en Lewandowski, que encontraba mayores ventajas para rematar. Las lesiones de los extremos (en Bremen empezaron Thiago y Lahm en dichas posiciones) ha obligado a recolocar a Müller en la banda, donde no posee las virtudes de Robbery o Costa y además se pierde toda su gran aportación en la zona central del ataque, donde es un depredador silencioso. El resultado es que el Bayern juega con uno extremo poco idóneo, pierde el potencial rematador de Müller y reduce el de Lewandowski.
En conclusión, juega peor y es más ineficaz. Este es el verdadero problema que afrontan Guardiola y el Bayern: no la derrota, sino recuperar a dos buenos extremos para cada partido. Con extremos, todo fluye y el rendimiento se multiplica. Sin ellos, crecen las dificultades.
– Foto: Getty Images
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