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Hay una posición en el fútbol moderno que se antoja como imprescindible en todos los equipos que quieren competir, o al menos es la opinión más generalizada que existe. Sin entrar a valorar, juzgar y posicionarse en un sentido u otro, los centrocampistas con capacidad de sacrificio, llegada al área contraria y facilidad para el gol están muy cotizados. José Paulo Bezerra Maciel Júnior, Paulinho, representa ahora mismo ese tipo de jugador demandado en muchos clubes. Todavía jugador del Corinthians y parece que cerca del Tottenham, donde podría vivir su tercera experiencia europea tras su paso por el fútbol lituano y polaco.
La presencia física de Paulinho impone. Sin ser muy alto ni estar excesivamente musculado, su altura y complexión está muy compensada y, aplicada al terreno de juego, da como resultado un jugador de una presencia extraordinaria. A estas características une resistencia, capacidad de sacrificio cuando toca defender y explosividad para el despliegue, porque Paulinho es despliegue: su físico le acompaña para realizar esa faceta del juego. Tiene buen juego aéreo y es un habitual del segundo palo en las jugadas a balón parado, donde busca los remates de cabeza.
No es un organizador de juego, eso hay que dejarlo claro. En los dos conjuntos donde ha tenido más relevancia hasta ahora, el Corinthians de Tite y la selección brasileña de Scolari, Paulinho juega como acompañante de otro medio con unas características más defensivas. Su posición ideal es en el doble pivote con libertad para ir, venir, aparecer y llegar. Su relación con el juego parte del dinamismo. A nivel defensivo es capaz de fajarse, robar balones y hacer faltas de las denominadas tácticas. No es un jugador para iniciar el juego, no es un armador de fútbol, es un magnífico complemento capaz de ser uno de los jugadores más desequilibrantes pero sin un papel preponderante en la elaboración.
En el Corinthians de Tite que ganó la Libertadores en 2012 jugaba como acompañante de Ralf en un sistema 4-2-2-2. Ralf era el mediocentro defensivo y él el encargado de llegar. Ese equipo evolucionó hacia un sistema 4-2-3-1 con la llegada del ‘9’ peruano Paolo Guerrero y así ganó la Intercontinental el pasado mes de diciembre. Su función era la misma aunque quizá cuando jugaba sólo con un hombre en punta llegaba más a la frontal y menos arriba del todo. En la Confederaciones lo hemos visto como lugarteniente de Luiz Gustavo en el sistema 4-2-3-1 de Luiz Felipe Scolari. Su capacidad para llegar ha estado latente durante todo el torneo, pero quizá llegó algo menos al gol de lo que nos tiene acostumbrados, pese a que marcó en el primer partido ante Japón y en las semifinales ante Uruguay, en dos goles que le definen bien. Ante Japón fue llegando a la frontal y disparando con la derecha; ante Uruguay, aprovechando el segundo palo a la salida de un córner y rematando de cabeza. Paulinho en estado puro.
Es un jugador diestro, con capacidad para pasar en corto. En algunas ocasiones puede intentar hacerlo en largo, pero su juego no consiste en dar pases de los que baten líneas, ni últimos pases de los que dejan a un futbolista delante del portero. Aunque no es una norma, lo pudimos ver ante Uruguay cuando habilitó a Neymar y lo dejó delante de Muslera. Él pasa con seguridad con el interior de su pie derecho, normalmente descargando hacia un costado o hacia un compañero en la zona de mediocampo, para inmediatamente romper por el centro e intentar llegar al área contraria. No destaca especialmente como pasador ni en el regate. Sí tiene facilidad para el disparo, sobre todo con la pierna derecha y en zonas próximas a la frontal del área.
* Alberto López Frau es periodista.
– Foto: Reuters
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