Como en cualquier fenómeno deportivo complejo, las posibles causas de los momentos turbulentos que vive estos días el equipo de Pep Guardiola se entremezclan: las ausencias continuadas de Iniesta y Pedro le hacen daño a la continuidad del juego, incluso más que la ya muy importante de Villa, un delantero infravalorado cuando juega y añorado cuando no está; la baja forma actual de Messi, Piqué y, en menor medida, también de Xavi, dificultan la fluidez del juego, pues son tres pilares básicos; no es menor la trascendencia del agotamiento mental de enfrentarse una y cien veces a rivales que desean la lógica notoriedad de vencer al gran campeón; incluso podríamos mencionar la intermitente presencia de Tito Vilanova, enfrentado a problemas mucho más serios e importantes, cuyos consejos sabios durante los partidos seguro que agradece Guardiola.
El conjunto de estos factores, más algunos otros no citados, pero entre los que no figura la condición física (sin problema significativo alguno), compone un cuadro complejo que el Barça deberá sortear en un mes de febrero repleto de obstáculos importantes, con ocho partidos en cinco semanas, tres enfrentamientos con el Valencia y algunas visitas delicadas. Pero nada distinto a otros retos que este Barça ha superado de manera sobresaliente en las recientes temporadas, donde todos los restantes meses de enero también fueron de plomo y los ‘partido de barro’, esos que no contienen la grandeza de los grandes acontecimientos, siempre costaron más de la cuenta. Ni al Barça ni a ningún deportista se le puede exigir que venza siempre: su autoexigencia es competir al máximo en todas y cada una de las batallas, incluidas las de menor glamour. Ni más, ni tampoco menos. Y en ese ámbito, el Pep Team no ha defraudado jamás, ni existe el menor síntoma de que vaya a hacerlo. Perderá títulos (ya ha perdido tres de 16 en estos años), pero su grandeza no se mide exclusivamente por la cantidad de triunfos, sino por la voluntad de no ceder nunca en la competitividad extrema, incluso en los días en que resbala.
Febrero será decisivo en este sentido. Quizás será el mes en que Pep anuncie su decisión de continuar o no (debería ser el mes del anuncio, sin duda alguna) y el mes en que el equipo recupere piernas, lesionados, frescura mental y pulso. Si logra hacerlo, como siempre ha conseguido desde que lo dirige Guardiola, competirá como el gran deportista que es y abortará ese atisbo de tantos barcelonistas por regresar a viejos prejuicios que tanto daño hicieron al club. Esa vieja sensación de que todo debe ir mal para poder sentirse felizmente recelosos del presente y temerosos del porvenir. Viejos tics que el Pep Team barrió, pero que, como las golondrinas, siempre vuelven.
– Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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