Paco Jémez, capitán del barco pirata
El pasado viernes pude cumplir uno de los objetivos que me había marcado a muy corto plazo: ver un partido en directo de un equipo que se está convirtiendo en referente del juego posicional, el Rayo Vallecano.
La plaza donde le tocaba lidiar, Ipurua, no era nada fácil. Un estadio diferente, reducido, donde los armeros aprietan y se aferran al sueño de repetir experiencia en primera división. En un asiento de su tribuna principal, allí donde todo lo que se ve en el terreno de juego parece más fácil, estaba dispuesto a presenciar 90 minutos de clase práctica.
Los primeros minutos estuvieron llenos de dudas. Llegaba con más peligro el conjunto local buscando la espalda de Tito y poniendo más de un centro al área. Pasado el primer cuarto de hora comenzó ese precioso desorden ordenado que abandera el Rayo. Con la posesión del balón comencé a disfrutar de movimientos mecanizados por parte de todos sus jugadores. La salida de balón la protagonizaban en corto Zé Castro y Abdoulaye Ba, demandando el balón en los laterales del área, además de Baena, que hacía lo mismo pero en la zona frontal. Una vez Cristian Álvarez ponía el balón en juego, todo empezaba a rodar. Embarba y Kakuta partían de fuera hacia adentro, realizando desmarques de apoyo a la espalda de los centrocampistas del Eibar. Esto a su vez generaba un espacio que ocupaban Tito e Insúa, dotando de amplitud al equipo y buscando profundidad, la cual era más visible por la banda derecha (hasta que entró Nacho). Por dentro quedaban los apoyos de Jozabed y Bueno, además de Manucho, que fijaba a los dos centrales y daba profundidad. Todo el conjunto se movía con el fin de generar una opción de pase al poseedor de balón, tratando de progresar en el juego, pero siempre junto, ya que ante una posible pérdida el equipo no tendría que realizar tanto esfuerzo para recuperar el balón, como así fue. Este desorden ordenado, como antes lo denominé, se mantuvo durante todo el encuentro, regalando momentos de fútbol de calidad, al menos de fútbol como yo lo entiendo.
Finalizado el encuentro, de vuelta a casa, trataba de recordar alguna experiencia pasada que me hubiese hecho vivir algo parecido. Salvando las distancias, este Rayo Vallecano entrenado por Paco Jémez me evocaba recuerdos del F. C. Barcelona de Pep Guardiola. Recuerdos en el sentido de olvidarte del resultado por un momento y disfrutar del cómo conseguirlo. Recuerdos en los que entendía que cada movimiento tenía una razón, y que el primero de estos movimientos desencadenaba los siguientes como por arte de magia, pero siempre movidos por el fin de tener el balón.
Por todo ello cada día admiro más al señor Paco Jémez. Al entrenador y a la persona. Capitán del barco pirata que ha conseguido convencer a su tripulación con unos conceptos técnico-tácticos que parecían exclusivos del Barcelona o la propia selección española. Hace tiempos que demuestra que dichos conceptos son aplicables a otros equipos de fútbol, a diversos futbolistas y que no entiende de presupuestos. Lo único necesario es ser realista, coherente y humilde con la posición que ocupas y a partir de ahí trabajar, trabajar mucho. Nadie mejor que él conoce su futuro, pero en el lugar que entrene implantará su propio sello, y ese es el mayor tesoro que puede tener un entrenador.
* David Rodríguez de Prado es entrenador.
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