La manera en que Pep Guardiola ha planteado todos sus partidos desde que dirige al Barça no ha cambiado en cuatro años: su línea de pensamiento, cuando visualiza con antelación cualquier encuentro, transita por siete niveles progresivos:
1º) El modo en que quiere atacar
2º) La zona en que quiere generar superioridades
3º) El modo en que deberá defender dado el modo elegido para atacar
4º) La elección de los jugadores adecuados al modo elegido
5º) La disposición de esos jugadores sobre el campo en función de las elecciones previas
6º) Las asociaciones que pretende alcanzar con dichos jugadores y su distribución
y 7º) Las variantes posibles para modificar los planes iniciales
Invariablemente, antes de cada uno de los 250 partidos (aprox) que Guardiola lleva al frente del primer equipo, recorre estos siete tramos de análisis y toma sus decisiones.
Las de hoy parecen claras. Es el partido de la paciencia. De la paciencia y la agitación. Paciencia porque toda precipitación conlleva errores, como pudimos comprobar el sábado, cuando un exceso de tensión y adrenalina provocó un récord absoluto de errores no forzados (75, cuando el promedio anual es de 49). Paciencia porque solo masticando el juego posicional, deglutiendo sin prisas, sin querer correr más que el tiempo, es posible desestabilizar el muro azul que plantará el Chelsea.
Y, al mismo tiempo, agitación. Para mover al rival de un costado al otro, de dentro a fuera, nuevamente adentro, otra vez afuera y finalmente por dentro. No de primeras, pues la búsqueda directa no es virtud blaugrana: su gran juego transcurre casi siempre a partir de la horizontalidad y los peldaños intermedios, así como del balanceo al rival; moverle y moverle, sujetarle con las manos (metafóricamente) y agitar el árbol hasta que caigan los frutos. No es un equilibrio fácil eso de compaginar, al mismo tiempo, paciencia y agitar al oponente. Puedes pasarte por un extremo o por el contrario, pero el Pep Team ha sido tradicionalmente preciso en esta combinación: ha masticado los partidos con serenidad y conmocionado al rival llevándole de babor a estribor sin cesar hasta extenuarlo.
No parece haber otra fórmula esta noche. No es fórmula mágica; es la fórmula corriente que ha utilizado este equipo para ser mágico. Atacar con paciencia, balancear con constancia, defenderse con el balón, acertar en descubrir la zona débil del rival (huele a Iniesta contra Lampard) y fiarse del acierto en la ejecución de unos jugadores que han saldado mil batallas con éxito. En ocasiones salió mal por errores en dichas ejecuciones, pero muy pocas por el modo de plantear las batallas. Hoy no será diferente a lo vivido ante Levante, Chelsea o Real Madrid: para estar en Munich, el Barça deberá ser él mismo en su versión más original y ortodoxa. Paciencia y a agitar el árbol.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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