Adaptarse a vivir en Turín es en cierto modo sencillo, hablo desde la experiencia. No es una ciudad complicada, más bien al contrario, sencilla, organizada aunque extensa y amplia, pero acogedora. Antes de poner el pie en la capital piamontesa, cualquier visitante tiende a pensar que se trata de una ciudad industrial, donde la belleza arquitectónica debe escasear y la contaminación crea una nube perenne sobre infinitos edificios gemelos de los obreros empleados en las fábricas. Del pensamiento a la realidad hay un largo camino. Es cierto tan sólo en parte: sí, la contaminación existe y abunda. Al dejar el coche en la calle recién salido de un profundo lavado sabes que al día siguiente encontrarás una fina capa de suciedad sobre lunas y carrocería. Pero el centro de Turín es elegante, imperial, artístico. Era el punto neurálgico desde el que se extendió todo el romanticismo europeo y desde ahí partió la unificación italiana por obra y gracia de Cavour, Garibaldi y Guillermo II de Saboya. Enormes calles perpendiculares acogen al viandante con infinitos pórticos que los refugian de la incesante lluvia desde otoño a la primavera y los conducen a grandes parques y plazas donde poder tumbarse en plena naturaleza a la vista del Monviso.
Fernando Llorente hace apenas unas semanas que ha llegado a la ciudad de la FIAT. Casi no le ha dado tiempo a pisar Turín entre giras, concentraciones, entrenamientos… Tendrá tiempo, sin duda, de aprovechar las ventajas de entretenimiento y cultura que ofrece la urbe, que no son pocas, pero por ahora tiene una única idea en la cabeza que le ocupa un gran porcentaje de sus pensamientos: adaptarse a la Juventus. Para Fernando todo ha cambiado mucho en demasiado poco tiempo. Hace poco más de un año, Llorente era el héroe de un Athletic histórico, el Rey León, el arco de San Mamés que corona una de las mejores generaciones rojiblancas de la historia. Uno de los dos jugadores del Athletic que son campeones de Europa y del mundo. Su amplio currículo le sirvió hace meses para que la Juventus se fijase en él, apostara fuerte y se lo llevase, más lista que nadie (sabe más el diablo por vecchio que por diablo) sin tener que pagarle un euro a la directiva de Urrutia. Llorente copaba las portadas de los diarios italianos en su día, como el fichaje estrella que necesitaba la Juve para volver a aspirar a algo grande en Europa. Se presuponía como el líder ofensivo del equipo de Antonio Conte, hasta que el técnico decidió que necesitaba más pólvora y fichó a Carlitos Tévez. El Apache fue, desde el primer día, el top player que requerían prensa y afición, se enfundó el ‘10′ de Del Piero a la espalda y comenzó a jugar, y no precisamente mal.
Conte, movido por el inicial empuje de sus dos grandes refuerzos, los hizo jugar juntos en las primeras pachangas de pretemporada. Una torre y un chiquillo con el mismo grosor en los muslos que en el cuello. Eran diferentes, muy diversos en sus estilos de juego, pero uno es mucho más flexible que el otro. Tévez se ha adaptado mejor a la idea del 3-5-2. Sabe que tiene que ofrecerse mucho al centro del campo, su espíritu de mediapunta también ayuda, y se asocia con facilidad con los tres del medio, creándoles espacios para sus incorporaciones. Llorente está más acomplejado, agarrotado en un sistema que no conoce y que le obliga a cambiar de rol. Ya no es, ni será en casi ningún momento, la referencia ofensiva, el hombre objetivo del juego del equipo, sino uno más del engranaje de Conte que tiene que combinar, moverse, crear espacios y rematar, todo casi a la vez. Sus características aportan muchas variantes al estilo, pero éste es inamovible.
Su primer año con Bielsa nos invita a pensar que Llorente se adaptará al juego. Evidenció que se siente cómodo en un juego de asociación rápida y posesión continuada de la pelota. Ahí, en ese gran Athletic del toque, seguía siendo la referencia, el jefe del ataque. En Turín tendrá que cambiar el chip y aceptar de mejor grado que puede que muchas veces, sobre todo al principio de la temporada, tenga que disfrutar del ambiente del Juventus Stadium desde el banquillo. Conte se siente cómodo con Vučinić y Tévez será la alternativa a Giovinco, o viceversa. Fernando necesita entrenamientos, minutos y mucha paciencia para conseguir contentar a una tifoseria que se ha malacostumbrado a ganar cada fin de semana y que espera coger el hábito, a partir de ahora, también entre semana. El Rey León podrá salir a cazar, pero primero tendrá que esperar con la manada a que la presa esté al alcance de sus garras.
* Jesús Garrido es periodista.
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