Selecciones / Mundial 2014 Calificación / Fútbol
Otra vez los últimos
Uruguay siempre ha estado estrechamente relacionado al fútbol. La verdad es que momentos de gloria no han faltado; las vitrinas de la celeste son la envidia de medio mundo, pero en casi cien años de historia no se conoce a ningún combinado charrúa que arrasara con cuantos rivales encontraba por medio. Nunca hemos visto un apodo semejante a la celeste mecánica o algo por el estilo por esta misma razón. Y posiblemente nunca lo veremos, no porque un servidor sea pesimista, sino porque los uruguayos vienen con una virtud de serie: saber competir.
Ya no solo dentro del ámbito futbolístico. En líneas generales, el uruguayo es un tipo tremendamente competitivo, hecho que se traduce en esa pequeña muestra de la población que da lugar a la selección nacional. Sin embargo, ese afán competitivo de tantas generaciones suele traducirse en un juego que dista mucho de ser vistoso para el espectador neutro. Tabárez dio un paso más allá el pasado jueves para llevar el Mundial a tierras orientales. Con la ventaja de 0-5 conseguida en Amán y el mismo once alineado días antes, los uruguayos optaron por una postura conservadora para salvar el compromiso que los metería en el sorteo del próximo 6 de diciembre.
Ni un Estadio Centenario a rebosar ni la importancia de la cita pareció alterar la calma de los celestes, que optaron por dormir el partido y dejar que corrieran los minutos, hasta tal punto que el espectáculo más destacable de la noche lo dio el mítico Alcides Ghiggia en la previa del partido con un sentido homenaje por parte de la grada. Como ya ocurriera en la cita de Sudáfrica, los hombres del Maestro fueron los últimos en conseguir el pase para el país más asiduo a las repescas mundialistas. La ecuación quedó incompleta esta vez, ya que el sufrimiento característico de los Uruguay-Australia y Uruguay-Costa Rica brilló por su ausencia. Tabárez se pudo permitir el lujo de prescindir de uno de sus volantes de contención para dar cabida a Lodeiro en la base, reduciendo las carencias creativas con uno de los pocos jugadores que vive un momento dulce en su club. Como consecuencia, esa adrenalina que siente aquél que se ve en peligro ni llegó a aparecer en una eliminatoria que parecía sentenciada de antemano, y el excesivo pragmatismo de los locales dejó tan solo el billete a Brasil para el recuerdo, que no es poco.
Los fallos de serie del equipo, los de siempre: falta de creatividad en la base, más de una pérdida inocente en el centro del campo, una plantilla envejecida y venida a menos y, desde hace un par de años, una defensa que dista de ser un cerrojo. De hecho, cuando los Lugano, Maxi Pereira y compañía han estado al nivel de 2010/2011, los resultados han llegado. Y llegan porque los de arriba siempre cumplen: Suárez, Cavani e incluso jugadores venidos a menos como Forlán o Abel Hernández o incorporaciones como el perico Christian Stuani, con una capacidad de sacrificio digna de mención y con esa efectividad que convierte a un equipo regular en uno que puede dejarte fuera de la pelea por un título.
Pese a no practicar el mejor fútbol del mundo ni ser el equipo más regular, Uruguay parte como cabeza de serie y outsider a repetir el Maracanazo de hace más de 63 años, tras las favoritas Brasil, España, Alemania y Argentina. Tras una fase de clasificación con picos muy distantes –inicio fulgurante, pésimo 2012 y remontada con la llegada del 2013–, la Celeste está ahí. Llega a la cita sobre la hora, pero ese saber competir en momentos clave como los partidos en Caracas o ante Colombia la han hecho llegar finalmente. Es cierto que se pudo llegar antes, pero a Sudáfrica también llegó la última y la cosa no fue mal. Los últimos serán los primeros.
* Nahuel Miranda.
– Foto: El Diario
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