Eusebio se queda. Óscar se marcha. Luis Enrique espera. Y Guardiola les desespera. Mientras Pep sigue sin desvelar su futuro y Cruyff se muerde la lengua, la directiva del Barça toma posiciones no se sabe muy bien si para reforzar el futuro deportivo del club o para reforzar su mando, más allá de esos intereses deportivos. A finales de noviembre, deprisa y corriendo, los gestores deportivos de la entidad llamaron a capítulo a Óscar García Junyent para quitarle de la cabeza la idea que le rondaba de dejar su cargo al frente del Juvenil A para irse a entrenar a Europa. Se filtró que Óscar tenía sobre la mesa tres ofertas extranjeras, lo que él (lógicamente) no negó, de clubes que participaban en la Europa League y Zubizarreta, Narcís Julià y cia le convencieron de quedarse hasta final de temporada al frente del Juvenil, insinuándole que en el Barça se tenía confianza ciega en él, que tuviese paciencia y, sin decírselo abiertamente, que su futuro inmediato (la próxima temporada) apuntaba sin duda al banquillo del Barça B.
A Óscar le engañaron de mala manera. Le engañaron sin delicadeza ninguna porque apenas un mes después, cuando los resultados mostraban el poco o nulo feeling de Eusebio con los chavales del filial, la dirección deportiva del club le citó para una reunión en la que, lejos de mostrarle preocupación ninguna, como se dijo, le confirmaron en el cargo con todas las de la ley y, más aún, le ofrecieron una renovación anual que él, claro, aceptó de inmediato. Se hizo todo en silencio, en el más absoluto de los secretos y cerrando cualquier opción de ascenso a quien le habían ‘prometido’ un ascenso más pronto que tarde.
Y esta semana, con Guardiola de fondo, ha empezado a salir todo a la luz. Mientras el club se encarga de filtrar con mayor o menor sutileza que tiene un plan alternativo si Pep decide no seguir, Óscar comunica al club su decisión de dejar el Juvenil A a final de temporada esperando una respuesta que no le dan directamente, sino que se entera de forma externa que aquella renovación de Eusebio se había producido hace ya un mes largo y, no podía ser de otra manera, sentencia su marcha a final de temporada. Si tenía alguna duda, entre el lunes y el martes el entrenador del Juvenil comprendió lo vacías que habían sido las palabras de los dirigentes y la poca o nula confianza que en él se tiene.
Mientras se habla con poco o nulo crédito de nombres y más nombres para tapar la posible marcha de Guardiola, en el Barça se hacen juegos malabares con una cantera tan prometedora y firme como cada vez tutelada con menos claridad. En el vestuario del filial los chavales no entienden nada y rezan por ser elegidos para dar el salto o escapar de una situación que deportivamente les agobia, hartos de una dirección muy poco convincente a pesar de que desde arriba se cierren los ojos. Y cada vez parece aclararse más que quienes deciden, quienes mandan de verdad en el club, atados por la personalidad del entrenador, buscan un futuro muy diferente en el que prevalezca la sumisión por encima de la personalidad. Lo sucedido en los últimos días lo deja bien claro…
La directiva, en el plano oficial, lanza mensajes de tranquilidad y paciencia respecto al futuro de Guardiola. De forma interna, sin embargo, su hartazgo con el entrenador es tan evidente como absoluto. El diferente mensaje lanzado respecto a la final de Copa es el último y ejemplo claro de todo ello: apenas dos días después de que Toni Freixa presionase para jugar en el Bernabéu, Pep anunciaba su deseo de no jugar «donde no nos quieren recibir«. La comunicación entre ambas partes, a la vista está, lejos de ser cordial es nula. Y los movimientos internos, a todos los niveles, lo demuestran. Con víctimas ‘colaterales’ incluidas.
* Jordi Blanco es periodista del diario Sport. En Twitter: @Elwood_White
– Fotos: Álex Caparrós (FC Barcelona)
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