"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Como buen zaragozano, aunque lleve muchos años en Cataluña, el seleccionador español Valero Rivera conoce la tradición del rosco que se toman sus paisanos el día del patrón. San Valero se celebrará muy pronto, el día 29, y parece que el técnico de la selección ha querido anticiparse agasajando a los zaragozanos con un gran rosco, con un partido redondo que ha servido para fulminar a Serbia por 31-20 y ganar una plaza en los cuartos de final del mundial del miércoles, donde espera Alemania.
“San Valero, ventoso y rosconero”, dice el dicho popular. Y viene a cuento porque España ha sido más que ventosa, ha resultado un huracán en la primera parte y ha decidido el partido en media hora con un tanteo implacable de 20-12. Huracán, sí, por la tremenda velocidad desplegada en los contrataques, que han desbordado una y otra vez a un equipo serbio que se ha ido apocando al ver que sus ataques chocaban continuamente con la defensa española. De nada han valido esta vez dos de los mejores artilleros del mundo, Ilic y Vujin, que han visto enfrente a un muro agigantado a pesar de la temprana y quizás exagerada tarjeta roja mostrada por los árbitros checos a Viran Morros, eje de ese engranaje.
Pero esa exclusión ha sido un acicate más que un hándicap porque en esa misma inferioridad se ha desplegado el mencionado vendaval con dos tremendos contrataques de Valero Jr. y de Víctor Tomás. La diferencia a favor de España se ha ido incrementando, ya que también el ataque posicional ha perforado muchas lagunas en el 6-0 serbio. El central Dani Sarmiento ha encontrado una mina en las dudas de sus rivales, facilitadas por los movimientos de Julen Aginagalde, que también ha causado estragos.
Si a un equipo, España, le ha salido todo y a otro, Serbia, casi nada, solo ha cabido un desenlace: la confirmación de esa goleada producto de una sucesión de defensas exitosas de la selección española, con Cañellas secundando a Guardiola por esa ausencia de Viran, y una falta tremenda de recursos de sus rivales para parar las oleadas locales y sus continuos robos de balón.
La segunda parte podría ser denominada como una sucesión de minutos de la basura, dado el tanteo tan radical de la primera, pero ha tenido su miga, su interés. No tanto en el marcador, dado que la diferencia nunca ha bajado de seis goles, como en la continuidad del esfuerzo de España hasta que Serbia se ha rendido. Los subcampeones europeos han ido diluyéndose tragados por el tsunami y su entrenador, el legendario Veselin Vukovic, ha acabado sacando a la pista a los menos habituales. Porque ni Ilic, que ha marcado más de mil goles en la Bundesliga, y Vujin podían solucionar el jeroglífico de la defensa española, crecida además con la progresiva mejora de Sterbik en la meta.
Los serbios también han sufrido una tarjeta roja, para que no se hablara de injustificada en el caso de Viran Morros, pero no podrán poner ninguna pega al desenlace del partido. España ha metido goles de todas las facturas con un tremendo recital desde el extremo de Albert Rocas (7 goles de 7 intentos y ya pasa de 500 con la selección) y con los menos habituales cumpliendo como campeones para completar un tanteo parcial de 11-8 en el segundo tiempo. Y eso que Valero Rivera ha insistido en que no corrieran más que lo necesario. “Acordaos de que nos quedan tres partidos”, les ha dicho en un tiempo muerto, desnudando su escondida ambición. Tres partidos, sí: cuartos de final, semifinal y final. Porque ese es el objetivo que se marca el seleccionador aunque no lo diga en las declaraciones oficiales.
Lo importante es que la selección española va subiendo un peldaño en cada partido. Comparto plenamente el comentario de Jorge Dueñas, seleccionador que condujo a las guerreras al bronce olímpico. España ha realizado la preparación previa con rivales flojos y ahora es cuando va cogiendo el tono. Me recuerda a lo que se decía cuando la selección española de baloncesto jugó una gira asiática antes del mundial de Japón, que luego ganaría. Se criticaba que las palizas ante rivales muy pobres iban a perjudicar al espíritu competitivo del equipo. Pero España ganó brillantemente aquel mundial de baloncesto del 2006. Un año antes, la selección de balonmano conquisto el mundial de Túnez. ¿Se repetirá en Barcelona? Vayamos paso a paso.
* Pedro Gabilondo es periodista. Ha cubierto 9 ediciones de Juegos Olímpicos (desde Munich 1972).
– Foto: EFE
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